El Retorcido Mundo del Populismo

 

 

GERARDO LAVALLE

 

Desde siempre, la “la de clases” la encabezan aquellos gobernantes que se identifican con las “izquierdas”, en plural. Son escasas las naciones en donde hay una “izquierda total” y en las que difícilmente arribará la democracia, el sistema político más antiguo del mundo.

En las campañas presidenciales de quienes aspiran a “cambiar y transformar” los regímenes gubernamentales, los aspirantes prometen desterrar la corrupción. Es el primer mensaje que acogen los ciudadanos luego de vivir por lustros y décadas, los gobiernos centro-derecha y derecha recalcitrante. La esperanzas los habitantes de equis nación es que la llegada de alguien “impoluto”, cual ave que cruza los pantanos sin mancharse, los reivindique y cierre la brecha de la desigualdad.

En la teoría, sin duda, el socialismo parecía la panacea que rompiera con los viejos esquemas gubernamentales y en la realidad no ha dejado de ser una quimera.

La realidad ha demostrado que los más radicales en la lucha contra la desigualdad, el saqueo de sus naciones, la corrupción, la violencia, la falta del estado de derecho y la ausencia del respeto a los derechos humanos, no solamente no hay reducido la brecha de la desigualdad sino la ensancharon y canalizaron poder y recursos para sus beneficios personales.

Fidel Castro, el icónico líder de la revolución cubana, la que terminó con el “prostíbulo” creado por los “yanquis”, fue idealizado por sus palabras, su lucha, su conquista de una libertad que más pronto que tarde mostró su inexistencia. En lugar de buscar el beneficio para los entonces 9.7 millones de cubanos, generó el clasismo. Vivió en las casas que expropió a los ricos. Compró autos Mercedes Benz 500, blindados. Cuando dejó la vestimenta militar pasó a lucir trajes Armani y Boss. Durante su mandato formal y aunque dejó a su hermano en el cargo, seguía mandando jamás sufrió de hambre, sintió el frío o careció de zapatos o botas. Hasta su muerte conservó, eso sí, la lucidez de sus ideas y las mantuvo gracias al respaldo de la Unión Soviética, ahora Federación Rusa y de China principalmente además de la “exportación de la revolución” enviando a sus tropas, equipadas y capacitadas como si en ese entonces existiera Rambo.

Luchó contra los derechistas, los conservadores y terminó ejerciendo el poder como el dictador que más años sobrevivió. Lo mismo le ocurrió a Daniel Ortega.

En el caso de Hugo Chávez, el golpista que terminó ganando el gobierno por la vía de la democracia  para finalmente destruirla y heredar a quien fuera su chofer su “legado histórico”.

Existen decenas de casos no solamente en América Latina sino alrededor del mundo. Lo mimo en África con Idi Amin Dada que en Europa con la gerontocracia soviética o Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Francisco Franco. 

EL RETORCIDO

MUNDO POPULISTA

Cada cual –de las decenas de dictadores que han existido y existen en el mundo- conquistó el poder por dos vías: democráticamente o por las armas en el mayor de los casos.

Para los habitantes de cada nación, la esperanza se esfumaba con el paso de los años y solamente la muerte de sus “amados líderes” les devolvió, solamente a algunos, la libertad y el sueño de hacer lo necesario para no regresar a la misma superada etapa.

Hoy se registra un caso del populismo que ha llenado páginas de rotativos, espacios de radio y televisión e inundado las redes sociales globalmente.

Se trata de Gustavo Petro, primer presidente de izquierda que gobierna Colombia, cuyo hijo, Nicolás lo colocó al borde del precipicio al confesar haber recibido recursos de procedencia ilícita para gastos de la campaña de su padre. 

Aunque Petro mostró ser un estadista al garantizar la autonomía de la Fiscalía General y pronunciarse por no tomar medidas que salven a su primogénito, en Colombia se advierte la debilidad presidencial para concluir el pacto de pacificación con las guerrillas y los ejércitos ilegales que durante décadas han combatido a los gobiernos a los que han sobrevivido. Este caso se registra pocos días después de que un juez de la Corte Suprema de Perú determinara incautar 18 millones de dólares pertenecientes al expresidente Pedro Castillo, depuesto por el Congreso y encarcelado por el intento de golpe de estado para imponer un gobierno de emergencia.

Años atrás, el 4 de marzo de 2016, Luiz Inácio Lula da Silva, fue arrestado y su casa fue allanada en una causa que investigaba a la empresa Petrobras por corrupción. Esto ocurrió en el marco de la operación anticorrupción Lava Jato, liderada por el juez Sérgio Moro ​y se relacionaba con sobornos a políticos y empresarios usando recursos de la empresa petrolera. Los fiscales encontraron que Lula habría recibido 8 millones de dólares entre pagos por conferencias, viajes y regalos. Ya había sido presidente entre 2003 y 2010 periodo en el que había prometido reducir la pobreza y dignificar las favelas. Nada avanzó excepto el número de pobres.

EN CAMPAÑA SON

DIEFERENTES

Durante todas las campañas en las que han triunfado populistas, izquierdistas, centristas y derechistas, las promesas se repiten. No importa el signo ideológico. Todos creen tener la respuesta para los problemas de la población.

Cuando logran el triunfo, el cambio es radical.

Baste el ejemplo del presidente mexicano, quien desde 2000 ha vivido de promesas y de incumplirlas cuando alcanzó el poder.

Como Jefe del Estado Mexicano dejó atrás la política exterior, reconocida por décadas, para imponer un nuevo criterio. Prometió cumplir su compromiso de “por el bien de todos, primero los pobres” y terminó reconociendo que apoyarlos “es una estrategia política… son los primeros que salen en defensa del proyecto de transformación”.

Sin haber rendido protesta para convertirse en presidente constitucional, ordenó una “encuesta” para conocer la opinión del “pueblo” sobre el NAIM. Sin datos comprobables, derribó lo construido. Dice respetar el medio ambiente y dos de sus obras emblemáticas lo han dañado: la refinería Dos Bocas y el Tren Maya. Afirma respetar la Constitución y la viola un día sí y otro también. Presume ser demócrata y respetar la democracia y gobernar para todos y hace lo contrario. Pregona la austeridad franciscana y vive en un Palacio en el que no paga renta. Recomienda tener un par de zapatos y tiene decenas al igual que trajes. 

Las campañas, la justicia social, el gobierno humanista, son solo recuerdos y frases producidas en el mundo retorcido de los populistas. Su combate a la corrupción solamente toca a sus adversarios. No al círculo familias. No a los amigos.

Es el retorcido mundo del populismo político.

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