Actitud y Aptitud

 

*La Política sin Administración Pública 

es Demagogia 

 

*Sentarse en la Silla del Águila Conlleva

Responsabilidaes

 

*López se Preparó Para Gobernar un Páis

que ya no Existe

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN

 

Una actitud es la respuesta psicosocial de cargas emocionales y racionales ante las circunstancias que día a día enfrentamos en la vida. Es la forma de reaccionar positiva, negativa o indiferentemente de acuerdo con nuestros principios y fines educativos y culturales, así como de nuestros valores sociales ante los hechos que cotidianamente afrontamos, resistimos, sufrimos o desafiamos. Por su parte la aptitud es el conjunto de habilidades, capacidades y destrezas innatas que cada persona posee y que pueden ser reforzadas mediante el desarrollo vocacional.

 

Cada uno de nosotros tenemos actitudes y aptitudes que conforman nuestras cualidades y defectos y, en buena medida, perfilan nuestro talento y talante. De ahí que tengamos simpatía, empatía y desagrado ante ciertas personas y situaciones que afrontamos en el día a día de nuestras vidas.

 

Un maestro, por citar un ejemplo, nace y se hace. Es una persona que se siente atraída por el conocimiento, su transmisión y aprendizaje con sentido crítico. Otro ejemplo lo encontramos en un político, léase un individuo que se siente atraído por

el poder, su uso, ejercicio y, en ciertas circunstancias, su abuso. Más aún, hay políticos que le da sentido al ejercicio del poder a fin de servir a la sociedad y desplegar en su favor políticas desarrollistas y también los hay egoístas pues desean el poder a fin de enriquecerse, mandar y sentirse satisfechos por ser obedecidos ciegamente.

 

Las actitudes y aptitudes de un político son como una figura poliédrica de mil rostros, muchos de ellos difícilmente descifrables y en ocasiones sorpresivos, ya sea positiva o negativamente. No puede ser de otra manera, pues la política es el arte del engaño, la estrategia y la táctica bajo el manto de mandar y ser obedecido. No cualquiera es seducido por el ejercicio de la política. No obstante, todas, absolutamente todas las personas en una democracia, debemos asumir la responsabilidad política de votar, decidir políticamente el destino de una nación y comportarse cívicamente todos los días.

 

En una sociedad democrática, un político debe prepararse a fin de ejercer el poder

con sentido social e histórico. Debe pulir sus aptitudes innatas y aprender a comportarse actitudinalmente como una persona preparada, capaz, competente y decidida a que desde la Administración pública se alcancen resultados útiles a la sociedad.

 

El perfil actitudinal y aptitudinal de un político, en una nación democrática, es el de una persona servidora pública sensible que le da sentido a su existencia al favorecer el desarrollo integral de su país mediante el cumplimiento de los fines del Estado de proteger y defender a la sociedad de amenazas y riesgos internos y externos. Sobre todo, entender que la política sin Administración pública es demagogia y que la Administración pública sin política es tecnocracia. Consecuentemente, se trata de un perfil exigente que no cualquiera cumple, aunque le guste la política. En otras palabras, no se puede estar toda la vida haciendo política si no se sienta a atender con seriedad y profesionalismo a la sociedad. Ese político, hoy, debe tener nociones de derecho, economía y administración pública.

 

Sentarse en la silla del águila tiene diversos fines tales como tomar decisiones, conciliar intereses, definir estrategias, señalar el rumbo, cuidar los recursos de la nación, proteger el Estado de derecho y brindar seguridad pública a los gobernados. Se requiere que las actitudes sean incluyentes, plurales y tolerantes. Además, que las aptitudes sean ejercidas con inteligencia y constructivamente.Algo que no es fácil de lograr. 

 

En lo personal veo que el presidente López Obrador tiene aptitudes para la política. Hace política mañana, tarde y noche y eso es innegable, pero pongo en tela de juicio sus actitudes políticas debido a sus tendencias por la confrontación, la intolerancia, el desdén a quienes piensan diferente, su menosprecio por el derecho, su rechazo a cualquier crítica, aunque sea propositiva, su desprecio por la economía, su rechazo a la Administración pública, su falta de cuidado por las formas de trato a las clases medias, su ignorancia en materia de relaciones internacionales y por su política errática de seguridad pública. En fin, él se preparó políticamente para gobernar un país que ya no existe y no pulió su perfil actitudinal. Pasó muchos años en campaña y se le olvidó que un gobierno en acción requiere resultados positivos para todos.

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