- No es Desprecio de Joe Biden al Aeropuertito de Cuarta Pero la Seguridad fue Primero
MIGUEL A. ROCHA VALENCIA
De ninguna manera Joe Biden puede caer tan bajo como el ganso y rechazar porque sí la invitación del tlatoani azteca a aterrizar en el aeropuerto de Santa Lucía sólo por capricho. Se trata de la seguridad del presidente del país más poderoso del planeta y con eso no se juega.
Porque no será lo mismo un recorrido de 15 minutos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a Palacio Nacional que cubrir la ruta de casi una hora (con vía libre) desde Tizayuca o los 10 minutos en un helicóptero sobre terreno poco conocido y con una orografía complicada.
Pero además no se nos olvide que en seguridad aérea estamos en la segunda visión con todo y el AICM y con el AIFA sin certificación internacional, pues peor, por lo cual, aunque el presidente estadunidense lo deseara, su equipo de seguridad no lo va a conceder.
Y qué bueno porque si Biden llegara a Santa Lucía, tendría que cerrarse durante sus recorridos por tierra o aire, todo el espacio aéreo del valle de México y con ello se entorpecería la aeronavegación habitual de la zona.
Si eso no fuera suficiente no se olvide que Mitre, la certificadora internacional y la propia agencia federal de aviación de Estados Unidos, no tiene aprobado el aeropuerto que sustituyó a un alto costo financiero, político, social y laboral al NAIM, que, por cierto, festejó el mesías tropical que tampoco ahí, en Texcoco, llegaría el Fuerza Aérea Uno.
Con ello queda claro que el AIFA y la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, resultaron caprichos del profeta de la 4T, que van más allá del costo de obra e incluso de las consideraciones técnicas de inoperancia simultánea entre Toluca, AICM y el mentado Santa Lucía.
De hecho, las cuentas de las pérdidas financieras de aquellas decisiones, se siguen incrementando no sólo por la cancelación que de momento costó poco más de 300 mil millones de pesos y dejó una deuda a 20 años por cuatro mil 200 millones de dólares pagaderos con los recursos del TUA del AICM, que por ciento volvió a incrementarse.
Tampoco es nada más el costo de 120 mil millones de pesos (yo creo es que mucho más) del sustituto AIFA o el acumulado de 17 millones mensuales para darle mantenimiento y pagar al personal, a los militares y guardias nacional, por nómina aparte de la de sus corporaciones. Al menos la Sedena si lo hace.
Lo mismo aplica con la “vigilancia” de instalaciones de Pemex, paraestatal a la cual le cobra por una “seguridad” de mentiritas e incluso como las 600 pipas que sustituirían el envío de hidrocarburos por ductos, están matriculados por la Sedena, lo maneja y lo custodia su personal y claro que no hace a título gratuito o su gran entrega a la patria. Lo cobra, por eso dejaron de contratar choferes civiles.
Pero en lo que toca al NAIM, no se olvide que los costos se siguen acumulando y aunque se presuma la colocación de otros cuatro mil millones de dólares en deuda documentada a cinco y 12 años, títulos que de inmediato fueron adquiridos por inversionistas de todo el mundo quienes aprovechan que en México se paga más de 10 por ciento en la tasa líder.
Bonos que vienen a sustituir otros que se emitieron a menor interés y cuyos tenedores se retiraron junto con otros para sumar en tres años cerca de 45 mil millones de dólares de fondos en documentos gubernamentales, es decir, no se trata de dinero que llegue como inversión productiva sino especulativa y es parte de ese “colchón” que piensa dejar el peje a quien le suceda en el cargo, si es que se va.
Esto de la huida de capitales especulativos y de inversión fija, es parte del tsunami que dejó la cancelación del NAIM, que también se tradujo en cerca de 60 mil empleos directos y adicionales que se perdieron pue se olvida que, en el AIFA, los militares se convirtieron en contratistas, albañiles, administradores, vigilantes, operadores y… lo cual implicó que su impacto en economía sea menor y peor si no llegaron tampoco las inversiones de expansión de líneas aéreas especialmente internacionales que se hubieran peleado espacios lo mismo que tiendas de conveniencia, joyería, vinos y otros.
Tampoco llegaron al AIFA las grandes inversiones en hotelería, servicios turísticos y ni siquiera los de Uber quieren ir, pues les resulta incosteable salir o llegar sin pasaje y recorrer por avenidas solitarias e inseguras.
Claro, no se incluye la infraestructura adicional como el tren ligero o rutas camioneras. Total, que, para algunos, el costo por la cancelación del NAIM sigue acumulándose y las pérdidas suman ya más de un billón y medio de pesos, incluyendo la insolvencia de Santa Lucía para cubrir al menos sus gastos.
Y Joe Biden no aterrizó en el AIFA, aunque para el ganso sea “asunto político”.