La Utopía de la 4T

ALBERTO F. MENA MALLEN

La ya tan famosa Cuarta Transformación, que ya los neoliberales califican de deformación, nunca fue consultada al pueblo tal y como la lleva actualmente López Obrador, sólo fue aceptada y llevada a cabo por él y por sus pistolas,  ya que nos engañó con muchas mentiras al aprovecharse de las pésimas condiciones que dejaron los anteriores gobiernos del PAN y del PRI y que ahora estará a consulta por la población, en las próximas elecciones, tanto del Estado de México, Coahuila en este año y las presidenciales del 2024.

El tabasqueño sólo realizó muchas promesas que generaron esperanzas entre los mexicanos, para tener a un México más próspero, más equitativo, más plural, menos pobres, más rico y con múltiples oportunidades para toda la población, pero… nada hay de eso, por el contrario, hay más pobreza, más encono, más división, menos democracia, más autoritarismo, menos transparencia y muchos más como la pérdida de derechos y valores que se han descubierto con el desarrollo de esta administración.

El prócer, que es ya muy conocido por todos los mexicanos y por desgracia, en el planeta, quiso convertir a México, en una UTOPÍA, tal y como la creó Tomás Moro en el año de 1500, isla con forma de media luna con una bahía al centro, creada artificialmente por sus habitantes al cortar el istmo que los unía al continente, algo que buscan los cuatroteístas con nuestro territorio: aislarnos del mundo con sus políticas nacionalistas, donde no se ve la globalización imperante ni una proyección a futuro, pero presume de las remesas y de que hay inversión extranjera.

Con su intención de no depender más del exterior y de buscar el desarrollo económico del sureste mexicano, además de que López Obrador sea recordado por ello, creó obras monumentales que han sido ejemplo de mala administración, mala organización, mala proyección y mal desarrollo en todos los sentidos y que tal vez dejen malos recuerdos al futuro.

Se ha hecho gala de un gobierno fiel al presidente, noventa por ciento de honestidad y 10 por ciento de experiencia, donde la transparencia y la falta de rendición de cuentas predomina, le ha generado miles de críticas por quienes observan desatinos y malos manejos de los recursos públicos y que López Obrador defiende a capa y espada, pero no cede en su postura de informar abiertamente de los manejos de los dineros de todos los ciudadanos.

Muchos mexicanos queremos el cambio para todos, no solo para los “chairos”, quienes piensan igual que el presidente, apoyamos el que México sea diferente del que dejaron gobiernos anteriores, pero no deseamos que sea solo un hombre quien marque el destino de toda la población.

Hasta en el libro de UTOPÍA, -voz griega, cuyo significado es, no hay tal lugar-, había democracia, porque sus habitantes vivían de manera humana y civil, organizados en familias con un sistema patriarcal, donde el varón mayor tiene la autoridad, y quienes elegían anualmente a un jefe y un conjunto de ellos integraban un senado y un príncipe con cargo vitalicio.

López Obrador, quiere una democracia única, la de él, donde él decide, él dictamina todo en sus mañaneras, desde donde da órdenes a sus colaboradores, quienes sin chistar obedecen como sucede en el poder legislativo, donde sus iniciativas se aprueban sin modificar ninguna coma y se acata a pesar de que se violan leyes y la Constitución, lo que poco ha importado a los morenistas y de lo que hay muchos ejemplos.

El mandatario piensa que el país que soñó va a beneficiar a todos, pero hay miles que no creemos dichas afirmaciones, ya que cada día de su gobierno muestra que no es el rumbo que todos queremos, sino el que él quiere, particularmente cuando no busca consensos entre la población, y cuando lo hace, utiliza su arma de votación a mano alzada y las encuestas que solo miran a quienes les interesan y a los chairos. Recuerden el aeropuerto de Texcoco.

Quizás, algunos mensajes de Tomás Moro vayan con la realidad actual, ya que criticó en forma encubierta a la sociedad de su tiempo: 

“Así, cuando miro esas repúblicas que hoy día florecen por todas partes, no veo en ellas – ¡Dios me perdone! – sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la república. Imaginan e inventan toda suerte de artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todas las cosas de que se han apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden. Y cuando los ricos han decretado que tales invenciones se lleven a efecto en beneficio de la comunidad, es decir, también de los pobres, enseguida se convierten en leyes”.

Estuvimos de acuerdo con su lucha contra el neoliberalismo y la oligarquía, quienes nos pisotearon todo el tiempo y en su lucha contra la pobreza, pero no utilizó las armas adecuadas para evitar la división de la población con sus quejas y ataques que han mostrado que no es el camino que debe tomar un presidente, sino, que ha sido una vía que el sueña para sus seguidores y sus deseos, no para todos los mexicanos.

La violencia que impera en el territorio nacional y que el niega constantemente, la carencia de un sistema de salud que el prometió desde el inicio de su gobierno y que hasta la fecha no ha cumplido forman parte de la no utopía morenista, porque no ha mejorado la calidad y bienestar de los ciudadanos.

Lo último que se ha descubierto fue tratar de apoderarse de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lo que no logró gracias a la sociedad civil que encueró los malos manejos y las triquiñuelas que se han manejado para quedarse con la rectoría de este poder de la nación y que prosigue con sus intereses para tratar de eliminar al Instituto Nacional Electoral (INE) y al Tribunal Federal Electoral, lo que esperaremos que no se haga realidad, ya que de lo contrario México será otro más, el que muchos no queremos.

fermallen@gmail.com

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