NIDIA MARIN
¿Regresa el “Día del Presidente”? ¿Siempre no se fue?
¡Dios nos libre!
Hace tiempo era una fiesta nacional, hoy es el día de la fantasía y de las verdades a medias o… de las simples mentiras.
Durante varios sexenios, el día del Informe se consideró una fiesta nacional y a los presidentes los meros, meros de la República.
¿Como olvidar cada año los recorridos del convertible presidencial entre papelillos verdes blancos y rojos, con motivo del Informe? ¿Cómo no recordar al “Jefe de la Nación” de pie en el vehículo saludando a diestra y siniestra a la gente que bordeaba las calles del Centro Histórico y el Zócalo?
También son inolvidables los miles de mexicanos de las confederaciones obreras y campesinas que llenaban las banquetas plenas de estandartes y banderines, para entre aplausos recibir a la versión del siglo XX del Tlatoani.
Cuentan que Adolfo de la Huerta llegó en el convertible hasta la tribuna. Sí, porque el presidente en turno de aquellos tiempos encabezaba lo que denominaron los eruditos de la política “una especie de procesión” en un automóvil descubierto que circulaba por las principales calles en su trayecto hacia el Palacio Nacional.
Después, todos los pormenores se transmitirían por radio desde los años 30’s del siglo pasado y por televisión a partir del mandato de Miguel Alemán.
Dicen los historiadores que, a su paso, “…la comitiva presidencial era a manera de las procesiones religiosas, aclamada por largas vallas de contingentes formados por las organizaciones obreras, campesinas y populares, convocadas por los líderes corporativos del partido oficial”.
Tras el discurso, no iba solo. En el recorrido (a veces también a pie) posterior al Informe, lo acompañaban los integrantes de la comisión de cortesía, nombrada por el Congreso para trasladarlo desde el Palacio Legislativo al Palacio Nacional.
Y llegaba el “besamanos”. ¡oh!, el “besamanos”:
En Palacio Nacional se formaba una fila de diputados, senadores, gobernadores, lideres sectoriales del tricolor y personajes de todo tipo que esperaban pacientemente para saludarlo y a veces, pedirle algo.
Hay que recordar… aquello se volvió una tradición en los gobiernos posteriores a la etapa revolucionaria. Casi todos los presidentes tenían su convertible, que les era obsequiado por las grandes marcas vehiculares, asentadas en México a raíz de que a principios del siglo XX llegaron los primeros automóviles.
Esos carros, cuando por vez primera arribaron a la capital del país (a principios del siglo pasado), circularon como estreno a vuelta de rueda durante un desfile con motivo de la conmemoración de la batalla del 5 de Mayo.
Y luego de concluida la Revolución Mexicana, los políticos organizadores de desfiles copiaron aquel recorrido. Dicen las crónicas que entre flores, confeti y serpentinas los bellos automóviles se desplazaron desde el bosque de Chapultepec hasta la calle de Madero, e iluminaron con sus faros las calles de la romería.
Y se haría costumbre, pero… para halagar a los presidentes.
Sí, años después de que Venustiano Carranza en cumplimiento de los artículos 65 y 69 de la nueva Constitución, un primero de septiembre informara a los mexicanos “sobre el estado general que guarda la administración pública del país”, los mandatarios también tomaron la decisión de recorrer a bordo de algún vehículo el Zócalo y sus alrededores.
La fecha del Informe siempre ha sido esa, con tres excepciones: Álvaro Obregón el 7 de febrero de 1921 durante la apertura de un periodo extraordinario de sesiones del Poder Legislativo; Emilio Portes Gil y además Carlos Salinas de Gortari el 1º de noviembre de 1994 cuando presentó su último Informe, de acuerdo a la nueva fecha establecida para la apertura de las sesiones del Congreso de la Unión, misma que después regresaría al primero de septiembre.
Pionero de lo que se fue acabando desde finales del Siglo XX fue el recorrido en convertible, donde el riesgo de un crimen, de que venadearan al Presidente siempre estuvo latente. Después expiraría el Informe desde la tribuna de la Cámara de Diputados, de lo cual de alguna manera el actual Presidente fue el responsable.
Sí, durante el mandato de Vicente Fox Quezada, se pidió el desafuero del Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador.
Y fue desaforado.
El primero de septiembre de 2004, mientras había manifestaciones callejeras, Vicente Fox rendiría su Informe. Apenas lo había iniciado cuando el diputado perredista Gilberto Ensástiga le gritó desde su curul: “¡Viva López Obrador!” y así continuaría en esa sesión.
Ante ello, el Congreso modificó la norma y el Informe ante los legisladores pasó a mejor vida desde hace 15 años.
Hoy, de acuerdo a su forma de ser, seguramente lo que más extraña el actual mandatario no es estar en la tribuna del Congreso de la Unión, sino recorrer en convertible las calles del centro de la capital del país, pero sobre todo… “el besamanos”.
Y qué bueno que lo extrañe, porque ya no se vale.
Afortunadamente el presidencialismo absolutista ya no rifa y ello se observó en la denominada “marcha de los acarreados” que, en el hartazgo, abandonaron el Zócalo en pleno discurso presidencial.
Pasado mañana es el cuarto Informe ¡Ufff!, y afortunadamente ya ni es día feriado, ni es el “Dia del Presidente” y mucho menos se hace cola para saludar al ungido… pero lo que sí habrá es ¡otro discurso para decir lo mismo!
¡Recontra ¡uff!