SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
Cuando en 1789 el pueblo de París se levantó contra el gobierno del rey Luis XVI, su primera acción violenta fue la “Toma de la Bastilla” que era una prisión para lo que hoy pudiéramos llamar “prisioneros políticos” porque habían criticado al rey, porque se habían enemistado con los nobles más influyentes de la Corte de Versalles, porque y eran los menos, había delincuentes que constituían un peligro para Francia. La Revolución Francesa como trece años antes lo había sido el movimiento independentista que dio origen a los Estados Unidos de América produjeron cuerpos armados de civiles que se constituyeron en milicias y que terminaron siendo ejércitos populares que enfrentaron a los ejércitos profesionales de Inglaterra y Francia, y en tiempos napoleónicos “El ejército de la revolución” se enfrentó triunfando y luego fue derrotado por los ejércitos de Prusia e Inglaterra en la famosa batalla de Waterloo. El mismo proceso de enfrentamiento entre milicias luego ejército popular frente al llamado ejército realista/profesional sucedió a lo largo de la América Española durante las guerras de independencia que coronaron a los laureados Simón Bolívar (vale la pena reflexionar sobre el significado que reviste el suceso cuando el rey de España, Felipe VI, no se levantó frente a la espada de Bolívar en la toma de posesión del presidente Petro, allá en Colombia), José de Martín, el mariscal Sucre, el generalísimo José María Morelos y el caudillo del Sur, Vicente Guerrero entre otros comandantes independentistas. Cuando en la Ciudad de México y en septiembre de 1821 hizo su entrada el Ejército Trigarante, la plana mayor de los comandantes ex realistas encabezados por Agustín de Iturbide, éstos iban a la vanguardia del desfile y fueron retratados por los pintores de la época. En cambio, las surianas tropas de Guerrero, de Nicolás Bravo, de Gordiano Guzmán y los veracruzanos de Guadalupe Victoria ocuparon la retaguardia del desfile y no hay cuadros que hayan retratado a sus comandantes en dicha parada, ni anécdotas de chiles en nogada o el recibimiento fastuoso de “La güera Rodríguez”. Todo lo anterior quiere decir que, por lo menos, desde el siglo XVIII ha existido una oposición radical entre batallones populares, guardias cívicas, guardias nacionales y el ejército realista, luego de línea y finalmente profesional. El último ha sido enemigo del primero, simplemente porque su origen es distinto, su disciplina es otra, su misión es diferente y lo más sencillo: porque los cuerpos civiles significan una competencia para los soldados profesionales, donde muchas veces, particularmente durante las guerras civiles los que han triunfado han sido las huestes populares, luego ciudadanas. Pero el siglo XXI y el contexto mexicano merece una explicación; va mi interpretación como historiador.
No se nos debe olvidar que el siglo XIX mexicano tuvo como marco general la oposición programática, política y militar entre federalistas y centralistas, luego entre liberales y conservadores, transitó entre republicanos y monarquistas, y finalmente la unificación real, por conveniencia o forzada sucedió durante el porfiriato. En dichas etapas históricas los temas centrales fueron el de la seguridad interna del país, la defensa de México frente a las invasiones extranjeras, y la represión de los opositores de distinto tipo: desde salteadores luego guerrilleros hasta luchadores sociales que, en tiempos de Santa Anna, de Juárez o de Porfirio Díaz protestaron violentamente contra un estado que en su percepción oprimía a una comunidad o desnaturalizaba el orden constitucional. Los principales sostenedores de las guardias cívicas/estatales/nacional fueron los gobernadores de los estados de la federación, porque constitucionalmente y de manera genérica los empoderaba como comandantes de dichas fuerzas. Guardias estatales bien pertrechadas, disciplinadas fueron las de Guanajuato, Nuevo León, Zacatecas, Oaxaca cuyos gobernadores como Manuel Doblado o Santiago Vidaurri pusieron durante la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa a dichos cuerpos al servicio del gobierno de Benito Juárez en su guerra contra los conservadores luego imperialistas. O sea, el gobierno federal establecido en Veracruz, Paso del Norte o la Ciudad de México dependía de dichos cuerpos estatales para hacerle la guerra a sus enemigos; eran los gobernadores/comandantes generales, y generales a propósito quienes ponían soldados, armas, estrategia al servicio del gobierno general…pero si no querían se retiraban de la escena guerrera, o argumentaban su no apoyo a la causa general para defender la entidad respectiva frente “al abandono en que los tenía la federación”. Al principio Juárez era un sostenedor de las guardias cívicas/estatales frente al ejército conservador que había sido santannista; pero con el paso de los años y después de la derrota del Segundo Imperio Mexicano, vio la necesidad para afianzar al estado nacional de crear un ejército profesional, disciplinado y pequeño. Éste le haría frente con sus generales Escobedo, Alatorre, Fuero y Corona al levantisco Porfirio Díaz y sus adláteres como Manuel González y Jerónimo Treviño entre otros. Ya en el poder y durante la dictadura de 30 años Díaz conformó un ejército disciplinado, pequeño y con armamento modesto; por ello fue derrotado entre 1911 y 1914 por los ejércitos populares de Villa, Orozco, Obregón que además contaban con armamento estadounidense y el de Zapata en el sur, que, aunque pobre en sus armas contaba con el respaldo popular para asestar emboscadas al ejército porfiriano. No es el lugar para hacer un interesantísimo relato de “los ejércitos involucrados durante la Revolución Mexicana”, sin embargo lo importante es que desde el texto Constitucional de 1917 se estableció que además del Ejército y Marina profesionales también se señalaba la existencia de una Guardia Nacional…que no prosperó a lo largo del siglo XX por oposición de las fuerzas armadas profesionales y porque los presidentes de la república y sus gabinetes de seguridad sabían de los problemas decimonónicos entre el gobierno federal y estatales con fuerzas armadas a su mando. Es como si hoy el gobernador Alfaro de Jalisco o Cabeza de Vaca en Tamaulipas fueran comandantes de sus respectivas guardias estatales, cuerpos bien formados y pertrechados libremente con armas de Alemania, China, Rusia, de los Estados Unidos. Ello podría ser de ayuda, pero también un obstáculo para las tareas de seguridad a ser implementadas por el gobierno de López Obrador. Todo un tema sin duda que involucra los intereses de las institucionales del gobierno federal y en sentido opuesto un proyecto muchas veces abandonado de carácter civilista/estatal y de crítica al ejército mexicano. Desde la trinchera del simple ciudadano que busca seguridad como parte del pacto de gobierno, que lo mismo norma (teóricamente) en México, que en Suiza o Corea del sur, urge la petición a las partes enfrentadas, en torno a si el proyecto presidencial en cuanto a que la Guardia Nacional debe agregarse o no a la Secretaría de la Defensa Nacional, una explicación de manera sencilla y puntual al soberano, que es el pueblo de México, acerca de los beneficios o los yerros de una y otra postura. Unos dicen que se militariza el país otros argumentan que no… que en cadena nacional desmenucen sus argumentos. Ello es democrático, es cívico y podría ser educativo.