Un Solo Secretario de Defensa por Sexenio

*Ávila Camacho Cambió a 3 Generales en la Dependencia;

Independizó la de Marina

*Hasta el Final del Militarismo Político, Estaban Concentrados

Guerra y Marina

*Leales, Disciplinados, Profesionales y Conscientes de sus

Responsabilidades

*Obedecen y dan Órdenes; hoy, Actúan en Diversas Acciones

por Instrucciones

*La Militarización se Genera Cuando Oficiales Castrenses Ocupan

Secretarías Diversas

*Hoy no Gobiernan Ninguna Entidad; la Política-Política, en Manos

de Civiles, Hasta Ahora

EZEQUIEL GAYTÁN

La obra de Manuel Quijano Torres “Los gabinetes en México 1821-2012” me permite observar que Manuel Ávila Camacho tuvo tres secretarios de la Defensa Nacional: Pablo Macías Valenzuela, Lázaro Cárdenas del Río y Francisco Luis Urquizo Benavides. A partir de Miguel Alemán Valdés y de manera ininterrumpida cada sexenio equivale a un titular de esa cartera. Algo que no ocurre en las demás secretarías de Estado. En la de Marina encontramos que si ha habido cambios dentro de un mismo sexenio. Tal es el caso, por ejemplo, de la gestión de Carlos Salinas de Gortari, quien tuvo a los almirantes Mauricio Schelenske Sánchez y Luis Carlos Ruano Angulo.

El hecho de que los presidentes civiles de la República no hayan cambiado de secretario de la Defensa Nacional tiene muchas interpretaciones y difícilmente podremos saber acerca de las razones que tuvo cada expresidente a fin de mantenerlos. Aventuro la hipótesis de que es debido a que son militares de carrera, sólidamente formados y su desempeño institucional está marcado por el profesionalismo, la lealtad y sus habilidades castrenses. Además, se trata de una dependencia con más de 200 años de existencia integrada en su mayor parte por personas formadas en la disciplina, la probidad y el servicio. Aunque no faltarán los mal pensados que me dirán que se debe al temor de los mandatarios de ofender a los militares. Pero descarto ese argumento debido a que si hubiese habido serias desavenencias entre un presidente y un General Secretario, el militar sería quien presente su renuncia y le ofrezca previamente una estrategia de cambio. Que quede claro, esas mismas cualidades las encontramos en los secretarios de la Marina-Armada de México, pero algo aconteció que si hubo algunos cambios siguiendo el caso en la administración de Carlos Salinas de Gortari.

Se dice que los candidatos a la presidencia de la República, durante sus campañas electorales, buscan algún tiempo durante sus recorridos y se entrevistan con los jefes de las zonas militares y navales. También se asegura que esos candidatos tienen encuentros formales con los mandos superiores de las fuerzas armadas en los cuales los aspirantes a la silla presidencial exponen su proyecto de gobierno y se crea una sesión de preguntas y respuestas. Ahí los candidatos escuchan las preguntas y los argumentos de los castrenses y consecuentemente se van haciendo de alguna idea acerca de quien pueda ocupar las carteras de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina respectivamente. Finalmente dicen los conocedores que un grupo selecto de militares (Ejército y Marina respectivamente) elaboran una lista de entre tres y cinco posibles secretarios de Estado y la someten a consideración del presidente electo a fin de que los entreviste y llegue a una decisión. No sé si lo anterior es cierto, pero algo de verdad debe haber en esa forma de designación, pues difícilmente los presidentes electos conocen a los miembros de las fuerzas armadas. A partir de ahí se inicia una relación de trabajo serio, formal y, sobre todo, institucional.

EL PODER DE LAS

ARMAS, ACOTADO

Es histórico que en México el poder de las armas está acotado y que la última intentona de levantamiento armado de un militar fue en 1938 cuando el general Saturnino Cedillo se opuso al presidente Lázaro Cárdenas. Desde entonces quedó claro y asentado que los militares ejercerían sus funciones con apego a Derecho. Aún más, Manuel Ávila Camacho excluyó en 1940 al sector militar del Partido Revolucionario Mexicano (PRM) y en la transición al poder de Miguel Alemán se creó el Cuerpo de Guardias Presidenciales. Desde entonces los militares sólo han ocupado carteras propias de sus respectivas dependencias y entidades. Hubo, en efecto gobernadores de las fuerzas armadas, pero esa tradición terminó en el sexenio de José López Portillo. Desde Miguel de la Madrid que no hay gobernadores militares como una regla no escrita, empero destacan dos egresados del Heróico Colegio Militar, Fernando Gutiérrez Barrios en Veracruz y Jorge Carrillo Olea en Morelos. También es cierto que algunas corporaciones policiacas han tenido a militares en calidad de jefes. Así aconteció en el Departamento del Distrito Federal y en muchas entidades de la República. Pero no es común ver a militares en cargos relevantes de la Administración Pública Federal. Tal vez los más recordados sean el general y abogado Alfonso Corona del Rosal durante la segunda mitad del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, el secretario de la Reforma Agraria, Javier García Paniagua durante el gobierno de José López Portillo y a Fernando Gutiérrez Barrios en calidad de titular de Gobernación durante la gestión de Salinas de Gortari.

Cabe hacer notar que tres nombres de militares y que ocuparon cargos de mandos superiores en la Administración Pública Federal colaboraron laboralmente en la Dirección Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios, Jorge Carrillo Olea y Javier García Paniagua.

Es cierto que las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina son dos instituciones de Estado complejas debido a sus funciones tan especializadas y con usos y costumbres que difícilmente aplican en el ámbito de lo civil. Más aún, México es el único país en el mundo que, hasta donde tengo entendido, tiene dos ministerios castrenses separados. Por un lado, el ejercito y la fuerza área (SEDENA) y por el otro la marina-Armada de México (SEMAR). Lo cual sabemos, se debe a la estrategia de la dupla Lázaro Cárdenas-Manuel Ávila Camacho con el fin de transitar al civilismo y mantener divididas a las fuerzas armadas. Incluso, en muchos países la titularidad de los ministerios de Defensa recae en un civil. Algo que no acontece en nuestra nación con la excepción que durante el final de la gestión de Miguel Alemán quien designó al licenciado en Derecho Pedro Raúl López Sánchez en la Semar.

No somos un país que recurra públicamente a la figura de “los Libros Blancos” de las fuerzas armadas. Es decir, un documento que contiene los elementos esenciales de los principios militares, su capacidad de respuesta y recursos, así como su visión del país en los corto, mediano y largo plazos. Se sabe que el expresidente Peña Nieto entregó un Libro Blanco al presidente López Obrador con una visión prospectiva al año 2030 y los objetivos a alcanzar en materia de seguridad nacional del Estado mexicano ante cualquier riesgo o amenaza. Hasta donde se sabe se explican y justifican las demandas y necesidades de recursos que requieren ambas secretarías a fin de cumplir con los objetivos señalados en ese documento. Es interesante el tema debido a que formalmente tampoco recurrimos a la figura de un estado mayor conjunto. Aunque en la práctica si opera con ciertos elementos ambiguos.

Lo anterior viene a colusión porque se han pronunciado algunas voces argumentando que el país se está militarizando, sin definir el concepto, ni exponer en qué consiste tal supuesto. De entrada, acoto que militarizar un país es cuando dos o más secretarías de Estado tradicionalmente ocupadas por civiles ahora son castrenses. Tampoco ocurre eso en el ámbito de la Administración pública paraestatal. Ni con los gobernadores. Tampoco ejecutan funciones abiertas a la población en materia de educación y salud atribuidas a personal profesional especializado en esos campos, ni tratan a la población civil más allá del Plan DN III, para casos de emergencias nacionales. Ni siquiera son un ejército de ocupación. La Guardia Nacional tiene formación militar, pero está renovándose a fin de que soldados y marinos cedan el espacio a personal formado con criterios de corporación policiaca y no marcial.

LES FALTA EL

PODER ECONÓMICO

Las fuerzas militares tienen el poder de las armas, pero no el económico, ni el político. Léase, saben utilizar las armas con sentido eficaz y con el claro propósito de defender a la patria, esa es su vocación y orientación. No son policías de prevención, ni se formaron con el propósito de desempeñarse como gendarmes. Saben y comprenden de su capacidad de fuego y, por lo mismo, son serios en el desempeño de sus funciones y su prudencia es ejemplar. La política y la economía son áreas teóricas y prácticas que han estado en manos de civiles desde hace casi cien años. Consecuentemente no interfieren en esferas fuera de su competencia, ni extralimitan sus marcos de actuación más allá de lo que las normas jurídicas les permiten y el civismo nacional les admite.

Los militares se centran y concentran en sus ámbitos de operación y sólo los rebosan cuando el presidente de la República, que a su vez es el jefe de las fuerzas armadas de México, les da la indicación. De ahí que ellos asumen cabalmente sus labores como soldados y marinos, pero el único responsable es el primer mandatario de la nación.

Los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina al momento de protestar cumplir y hacer cumplir el cargo que el presidente les confiere, saben perfectamente que tendrán que esforzarse por entender acerca de la personalidad, ideología, principios, talento y talante de un civil. Saben ordenar y recibir órdenes. Son personas altamente preparadas para ser eficaces, pues los resultados son los que cuentan. Por eso los cambios de titulares en esas dependencias tienden a ser mínimos en los últimos cincuenta años y, para ser precisos, no se ha dado el caso de un cambio en la SEDENA desde que México es gobernado por civiles.

Los oficiales conocen la historia contemporánea de México, saben de sus límites y ahora que, en efecto, el presidente López Obrador les encomendó, en su calidad de comandante de las fuerzas armadas, la construcción de obras de infraestructura, ellos han creado empresas militares vinculadas con la construcción y con la administración a fin de ser eficaces y eficientes en su trabajo. El próximo sexenio pudiera acontecer que esas actividades se acoten o se amplíen. No lo sé. El hecho es que por algo esas dependencias, en especial la SEDENA, es la única que no ha sufrido cambios de titular desde el civilismo en México. Eso en lo personal me da confianza.

 

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