De la Mano Partidos y Legisladores en el Descrédito Ante el Ciudadano

Los Dados de Dios

NIDIA MARIN

Aseguran que el partidismo es un fenómeno político con influencia en la opinión pública y quienes tienen cierta inclinación ideológica por el partido político gobernante tienden a expresar mayor entusiasmo por los logros o avances que pudiera tener la gestión gubernamental en turno, pero, en esta administración al día de hoy los aciertos son pírricos y prácticamente inexistentes, de tal manera que la sociedad está rechazando ya al partido, agrupación (o lo que sea) que llegó al poder en 2018.

Hay hartazgo por el abuso proveniente de ya saben quien y por los agachones de sus súbditos. Así, hoy la confrontación en el Congreso de la Unión toma visos alarmantes, ya que los partidos integrados básicamente en dos bloques (Morena-Verde y PT), así como (PRI, PAN y PRD) y un solitario (MC) están decididos a no dejar pasar propuestas de reformas de uno y de otro bando.

¿Y entonces para que pagamos los mexicanos (vía impuestos) esos abultados salarios de los holgazanes? Es conveniente recordar nuestro pasado y el declive que se ha estado presentando en la materia.

El asunto es que la denominada “confianza política” en el Congreso de la Unión es ya sólo una entelequia. Aquella, se fue agotando con las actitudes abusivas provenientes del Ejecutivo y hoy está pendiente de un hilo. No volverá en un buen tiempo.

Además, las últimas ocurrencias electorales del que está encendiendo y apagando el máximo candelero nacional, avaladas entusiastamente por el partido en el poder, minaron más la credulidad ciudadana en los dirigentes camerales y partidistas.

Han sido tropelías provenientes de la calenturienta mente del máximo abusivo del país, hasta absurdos delictivos y enfermizos del pedestre Mario Delgado y la improvisada Citlali Hernández, así como las crisis en las demás instituciones políticas, mal llevadas por sus dirigentes Marco Cortés (PAN), Alejandro Moreno (PRI) y Jesús Zambrano Grijalva (PRD).

Todas las actitudes exorbitantes y dictatoriales vulneraron aún más la credibilidad de la Legislatura en funciones (la LXV) y de pasada lesionaron a las instituciones políticas, que carecen de eficiencia y responsabilidad en cuanto a las necesidades del ciudadano.

El quehacer político, pues, está a la deriva en México. ¿Qué sucederá? Es un albur, pero lo más probable es que el ciudadano los mande al diablo. Sobre todo, a los que se dicen ser los todólogos en México, aunque sea todólogos para la destrucción.

No se debe olvidar que, en lo personal, cada ciudadano, y en conjunto las familias, las agrupaciones y asociaciones, llevan a cabo evaluaciones mediante reuniones, conversaciones y demás. Hasta ahora, hay hartazgo. Se nota, sobre todo, en la evaluación respecto al asentimiento o aprobación ciudadana del trabajo de las instituciones y del actual quehacer político.

Es una realidad el coraje de la población en general, lastimada por los años de encierro, el desempleo, la carestía, la galopante inseguridad (feminicidios, homicidios y demás delitos), la inoperancia de las leyes para los criminales, el solapamiento del narco, las agresiones medioambientales, la dilapidación de recursos a diestra y siniestra y demás. Todo ello, ha ido agotando su tolerancia y actualmente si hay algo que más le irrita es la actuación partidista (de Morena) tras la derrota estrepitosa en la Cámara de Diputados, del Congreso de la Unión. 

Sí, del fracaso de una iniciativa (la eléctrica) que, con dolo y maldad, enviada desde Palacio Nacional (sólo para recibir laureles del pasado) llevaba la pretensión de que fuera aprobada, ya que sólo un dedo decide actualmente en este país.

La opinión entre los ciudadanos es desfavorable es general. De ahí que valga recordar lo dicho por especialistas acerca de las evidencias que muestran que el Congreso ya no inspira la confianza de la ciudadanía como en el pasado y que tal situación se ha acentuado en los últimos tiempos.

¿A quién culpar? En primer lugar, a ya saben quién, el mangoneador por excelencia, pero también a los dirigentes partidistas por inútiles y a los legisladores por agachones.

No les importa nada pero, la desconfianza en el Congreso puede afectar no sólo a la democracia sino también a la propia institución y, en particular, a los legisladores que la integran, pero sobre todo a aquellos cuyo partido está en el candelero. 

En este último caso, ¡que ni esperen otros cargos! ¡No sirven! 

Pero como dijeran los estudiosos: “…la falta del apoyo ciudadano coloca al Congreso en una posición complicada, ante un Ejecutivo dominante, para cumplir con su papel de legislar, crear las leyes que respondan a las necesidades y preferencias de sus representados”.

En el actual receso, bien harían todos y cada uno de los legisladores de los partidos representados en la Cámara Baja (también en el Senado) en llevar a cabo reuniones de reflexión y, sin concesión para nadie (incluido el mandamás de Palacio) admitir los yerros como legisladores y procurar en el regreso ser unos verdaderos representantes de la sociedad.

¡Ya basta!

 

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