Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Tres como diría Paquita la del Barrio, fueron las ocasiones en las que Delfina Gómez Álvarez dejó plantados a los coordinadores de los grupos parlamentarios de la Cámara de Diputados y sin que mediara explicación.
Dice el refrán: a toda capillita le llega su fiesta y les tocó a los diputados recibir en privado, por supuesto, a la secretaria de Educación Pública, quien había sido invitada para explicar la razón que la llevó a tomar la decisión de desaparecer las escuelas de tiempo completo.
Por los datos aislados que se difundieron, la explicación solo fue una: el nuevo programa “La Escuela es Nuestra”.
Lo que se ha sabido con antelación es que los recursos originalmente destinados a las escuelas de tiempo completo se utilizarán para “modernizar” a las del nuevo programa.
Vaya, compraran focos, tubería de pvc para drenaje y agua, no necesariamente potable; arreglar baños, darle una manita de gato a los muros, comprar mobiliario -nadie sabe de las licitaciones para ello-, reponer vidrios rotos, pavimentar canchas y colocar cestas de basquetbol.
Para la texcocana es lo importante.
A nadie le parece, pero es su forma de pensar y actuar con, claro está, la anuencia del que la venganza no es su fuerte.
La prioridad no es dar seguridad a los escolapios, tampoco que cuenten con un lugar en donde tomar alimentos y menos aún dotarlos de conocimientos.
Desde la llegada de la expresidenta municipal de Texcoco, cuyos recuerdos quiere olvidar por haber sido descubierta descontando el diezmo a decenas de trabajadores del ayuntamiento y más tarde llegar a San Lázaro y trasladarse posteriormente al oropel del Senado, no sin antes pasar por la campaña en busca del gobierno del Estado de México, la Secretaría de Educación Pública es una torre de babel, en donde nadie se entiende porque todos hablan palabras diferentes y nadie, sobre todo el mando superior, acepta estar equivocada.
Decidió no solamente dejar a los menores sin espacios seguros y poner en dilema a las mamás y papás que se ven obligados a trabajar incluso dos turnos, sino desaparecer los grados escolares.
Es decir, ya no se estará en primer de kínder o en sexto de primaria o segundo de secundaria. ¿Cómo se hará la evaluación y la certificación de conocimientos?
Solo ella y sus corifeos -imposible decir coribonitos- saben cuáles serán las herramientas que utilizarán a fin de que los escolapios muestren que cursaron sus tres etapas desde infantil hasta adolescente.
En la audiencia privada -como si se tratara de una estadista- con los diputados la información no fluyó, no se transmitió por el Canal del Congreso y lo peor, la invitada entró por la perta trasera.
Si alguien duda de su inteligencia, refuta con saber cómo escapar de los reclamos de mujeres que la esperaban para decirles sus “verdades” por desaparecer un programa que había demostrado su funcionabilidad.
¡En qué manos y mente está la educación de 26 millones de estudiantes!
Alguien debe decirle al presidente que, en las Secretarías y dependencias importantes, las que al país le hacen falta para brincar las barreras de la ignorancia, deben estar personas que entiendan el legado de los grandes antecesores y dejen de lado sus ocurrencias texcocanas.
P.D. A todos los niños y niñas o que se sientan como tales, mil felicidades. Pasen su día lo mejor posible, aunque sea con sus ¡padres!
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