Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Por razones de trabajo y como enviado especial de la Organización Editorial Mexicana viajé a decenas de países. Conocí aeropuertos impresionantes como los de Hong Kong, Singapur, Tokio, Seúl, Kuala Lumpur. No menos impactantes París, Nueva York, Milán. El superior: Atlanta.
En ninguno de ellos encontré personas dentro de los pasillos y sobre el piso vendiendo “recuerdos” con la figura presidencial o sushi, paté, hot dogs o pizzas. En las afueras tampoco se permite el ambulantaje. Eso sí, abundan los restaurantes y bares generalmente considerados de primer nivel. Un mal trago: los reducidos sitios en donde fumar que ¡apestan! a diablo enojado.
No debería sorprender que en el “internacional” AIFA se hubieran colocado indígenas vendiendo chucherías y ¡tlayudas”.
Es el mudo en el que se desenvuelve el Presidente de México al que jamás veremos comer jamón serrano, langostas a la mantequilla. Gusta de barbaca de Santiago, chalupitas, tlayudas, tasajo, frijoles y ¡tamales de chipilín”. Parece ser que no le agradan las tostadas de pejelagarto. ¿Será que no come carne de cerdo?
Señalar desde el púlpito presidencial que es racismo y clasismo criticar la venta de tlayudas, es un verdadero despropósito. Nadie con dos dedos de frente y buena dentadura osaría despreciar la típica pizza oaxaqueña.
Llamar racistas y clasistas a quienes criticaron el hecho, no por lo que vendía la señora, sino por el lugar en donde lo hacía y el momento equivocado, raya en la locura.
Y refregar en el rostro de los observadores su irritación con la pregunta ¿qué querían, hamburguesas? es vivir, en efecto, en u mundo paralelo.
¿Qué tan si el concesionario, es decir, el Ejército le renta un local a módico precio a la señora de las tlayudas?
Sería un éxito.
No se trata de ser racistas o clasistas. Se pretende ser objetivo.
Un aeropuerto internacional tiene reglas de convivencia y forma parte de un espacio en donde el viajero desea pasarla bien sin tener que caminar entre puestos sobre el piso.
Luego, confundir la gimnasia con la magnesia, muy propio del presidente López, y equiparar la crítica a la señora de las tlayudas con el coraje de los conservadores de que, esto -el AIFA- no saldría a flote, plantea una pregunta: ¿qué tienen que ver las críticas con los insanos deseos de sus adversarios conservadores?
En la conferencia de prensa matutina, dijo que sus detractores no reconocen que es un aeropuerto “muy bueno” con el que se resuelve un problema desde hace 20 años. Reclamó no difundir los aplausos del señor ingeniero Carlos Slim.
Allá él y sus corajes.
Será el sereno, pero ¿qué tienen que ver las tlayudas con el AIFA?
Hay días en que es preferible cerrar la boca y abandonar la verborrea.
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