Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Solamente 7 días y se abrirán las pistas, los mostradores, las salas, los baños…
Así, se presumirá, se “cumple la palabra presidencial con el pueblo”.
El próximo lunes despegarán los primeros vuelos nacionales y arribará uno “internacional” proveniente de Venezuela y que no tiene slot en el Aeropuerto Felipe Ángeles. Será como “un apoyo físico y moral” del gobierno de Nicolas Maduro a su cuante, el mexicano Andrés Manuel López.
Será una inauguración al estilo neoliberal.
Porque las obras del Aeropuerto, las de edificios, torre de control, salas y demás, se asegura están terminadas.
Las otras, las que provocarán irritación y pérdida de vuelos, las vialidades, el transporte, el ramal del tren interurbano, no están disponibles.
Es verdad: los soldados especialistas en colocar trabes de puentes, en albañilería, en colocación de concreto, señalamientos internacionales, trabajan las 24 horas para cumplir la misión encomendada: declarar la victoria contra el enemigo conservador que apostó al incumplimiento.
Oficialmente se sabe que el interurbano estará funcionando hasta el próximo año, allá por los meses de julio-agosto. De las cuantiosas inversiones para construir las vialidades, no se tiene fecha exacta, aunque se abra formalmente el nuevo aeropuerto.
Ojalá y los militares junto con los trabajadores de las empresas que participan en la obra completa, logren terminar las vías rápidas y que en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes se hayan tomado las medidas para trasladar a los viajeros que, por cierto, no serán cientos o miles en las primeras operaciones aéreas.
Las 168 horas que faltan para llegar al 21 de marzo, serán de vida o muerte para los nervios presidenciales. Sabe, porque en ese rubro no puede, no debe ser ignorante, que las grandes obras toman su tiempo y no aceptan presiones si es que se quiere que funciones correctamente.
Acelerar los tiempos simplemente para demostrar que lo que se propone se cumple y corriendo el riesgo de malos acabados o pésimos servicios, nunca ha sido una buena idea.
Construir una obra de tal magnitud, sin echar loas, pero tampoco demeritarla, no es cosa fácil. Es verdad: en la obra han participado miles de trabajadores, soldados y privados y, se sabe y bien, que cuando hay dinero sin límite se alcanzan récords inesperados.
No es el caso. Dinero sí ha habido y a raudales. Sin embargo, hay problemas que no los resuelve. Desniveles, malos terrenos, zonas de riesgo, socavones, entre otros. Los técnicos tienen mayor facilidad de ser atendidos y corregidos en sus fallas. La tecnología avanzó miles de millas aéreas y tiene respuesta para casi todo.
Quizá en meses, todo lo necesario estaría al servicio de los viajeros. Por lo pronto, la inauguración del próximo lunes, en donde el presidente no el discurso “por la veda” -salvo que cambie de opinión de última hora gracias al decretazo de sus diputaos-, será con tono neoliberal: solo se abrirá una parte… y quién sabe si a toda su capacidad.
El neoliberalismo alcanzó a la 4t.
Tic, tac… tic, tac…
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