Fuerzas del Estado y Municipales los “Chalanes” de los Narcotraficantes

Frontera Norte Ciudad Juárez

*Circulan los Convoyes de Camionetas sin Placas

*Policías que Invierten en Compra Venta de Drogas

*Bolsa de Valores, Donde las Acciones Suben y Bajan

*Hoy, la Masacre de una Parte de la Familia LeBarón

*Ayer, los Asesinatos de Miroslava Breach y Julián Carrillo

Por Rafael Navarro Barrón*

El silencio es la mejor arma del pueblo. Nadie habla ni quiere hablar de lo que ocurre en algunas zonas del Estado de Chihuahua. El recuerdo está latente: una periodista y un derechohumanista asesinados en los últimos meses por escribir y hablar del crimen organizado en los pueblos asediados por los narcotraficantes.

En Chihuahua, las estructuras del crimen organizado, tienen más poder que los grupos policiacos de los tres niveles de gobierno. Incluso más poder que los presidentes municipales, que están convertidos en artículos de adorno y muchos de ellos vinculados con el narcotráfico.

Nadie puede detener a los emisarios del narcotráfico, nadie los frena en su travesía por los municipios serranos. Y pasa lo mismo en las ciudades más importantes de la entidad.

Convoy de hasta de 40 camionetas, sin placas, sin ninguna identificación, navegan por las calles y carreteras con narcotraficantes armados hasta los dientes. Se abren paso en las zonas serranas. Llegan a los pueblos e imponen su ley. Los cuerpos policiacos simulan que no ven a estos grupos porque, de alguna forma, los “movidos”, defienden a los pueblos de ladrones comunes, borrachos golpeadores de mujeres, malvivientes en las calles.

El sueldo que paga el narco a los policías y a sus jefes, es simbólico, pero las ganancias por el trasiego de la droga son magníficas.

Muchos policías invierten en la compra-venta de droga y reciben sus comisiones cuando el producto es vendido en las grandes ciudades o en los Estados Unidos. Es como una bolsa de valores, donde las acciones suben y bajan.

Los miembros de esos grupos delincuenciales viven en las mismas comunidades serranas donde trabajan. Sus miembros, cuando llega el Ejército, se van a casa y esconden las camionetas del año en casas particulares. Nadie denuncia a los “movidos” porque son parte de las familias de la zona. Es el hijo, el nieto, el sobrino, el yerno, es el padre de familia y hasta el abuelo.

Todos son expertos en armas de fuego y, para presumir, las detonan donde les da la gana, en las plazas públicas, frente a los niños que esperan crecer para dejar la molesta escuela primaria y convertirse en narco.

Su armamento es como un artículo de moda, como usar un celular “nueva generación” o una prenda de vestir popular entre ellos.

Modernos artefactos de guerra son exhibidos en la vía pública, presumidos, luego de que ese moderno artefacto llega de los Estados Unidos a través del mercado negro.

Esas armas prohibidas por las leyes mexicanas no compiten con las que utiliza el Ejército Mexicano, mucho menos con las de calibre 40 de las policías municipales.

Las historias de los abusos de narcos abundan en la mayoría de las familias que habitan en el noroeste del estado de Chihuahua y en otras partes de la entidad donde operan. Sin tapujos, todo mundo platica que las policías, municipales y la misma estatal, están al servicio del narco.

Tristemente, esas fuerzas del Estado y los municipios son los “chalanes”, las “damas de compañía” de los grupos de narcotraficantes. Los uniformados se han convertido en simples “halcones” de los capos.

EL CASO DE LA FAMILIA LeBarón

Lo que ocurrió a la familia LeBarón es el resultado de la impunidad de estas células criminales que se mueven a su antojo y que son invisibles para las autoridades locales y federales.

Así, por equivocación o por acción directa o porque les da la gana, actúan esas células criminales. Es la impunidad total.

Para estas horas del día mucha gente en la región serrana, aún las mismas policías, saben qué sucedió, quién disparó, quienes andaban…

Los narcos reirán por lo que ocurrió y gritarán ¡ajuaaa!, porque se sienten muy hombres por atacar a personas desarmadas, por asesinar y quemar niños indefensos.

¿Y sus jefes?, sicópatas igual que ellos, drogadictos, mujeriegos y borrachos, reirán por lo ocurrido, sintiéndose como los hijos del Chapo Guzmán, impunes, sin rienda…porque viven en el Chihuahua del gobernador más huevón de México y en el país que no tiene presidente, sino un comediante bipolar que tiene “otros datos” del México real.

mcimexico.usa@gmail.com

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