El Próximo año Destapan

*Rito Iniciado con Lázaro Cárdenas Para a Sucesión

*Andrés Manuel López Modificó las Reglas y Adelantó

*El 4º año es el de las Realizaciones Para el Futuro

Por Ezequiel Gaytán

El sistema político mexicano tiene rituales formalmente establecidos en reglas no escritas desde el sexenio con Lázaro Cárdenas. Uno de esos ritos es lo que conocemos como la sucesión presidencial que empieza el mismo día en que toma posesión el presidente de la República, pues mientras lee su discurso, casi todos los presentes en ese espacio legislativo, empezando por los miembros del gabinete recién formado se hacen la pregunta ¿y quién estará en ese podio dentro de seis años? Consecuentemente, ese primer año de gobierno todos se cuidan, definen estrategias de trabajo, elaboran tácticas de alianzas y se alinean al discurso y a la personalidad del jefe. El año de 2019 fue, para fines de este artículo, igual al resto de los primeros años de los otros sexenios.

El segundo año de gobierno es más delicado para los aspirantes, pues ya deben dar resultados que los alumbren, pero discretamente. No deben acentuar su presencia demasiado, pero no pueden ser omisos a destacarse como personajes eficaces, sobre todo, porque la curva de aprendizaje ya no es justificante de ineficacia. Ese año el perfil de los posibles contendientes se adecua a fin de estar en la gracia de su jefe, por lo que se mimetizan en torno a la figura presidencial. Por su parte, el titular del poder Ejecutivo observa el desfile de colaboradores y empieza a desconfiar de ellos. Aquí es importante para los miembros del gabinete demostrar que saben trabajar en equipo y que sus aspiraciones personales las subordinan en favor del proyecto presidencial. El año de 2020 tuvo la variante de la llegada de la pandemia y sus consecuencias. Fue el primer año atípico en nuestras vidas y, por supuesto, en la existencia política, económica, social y administrativa del calendario electoral. No obstante, el presidente de la República actúo y tomó decisiones como si el problema sanitario fuese marginal y el juego de la sucesión se mantuvo intacto.

El tercer año de gobierno es interesante en la sucesión, pues algunos miembros del gabinete que eran nombrados por la opinión pública como posibles precandidatos ya no están en el equipo inicial. Han surgido nuevos nombres en el acomodo del tablero de ajedrez político, pero los integrantes del gabinete y los gobernadores, junto con las fuerzas vivas como líderes sindicales, empresarios e intelectuales empiezan a mostrar simpatía por tal o cual titular de alguna dependencia federal. Por su parte, el presidente, se afianza cada vez más en el poder y sus habilidades de control político son innegables. Aquí cabe destacar el cambio de legislatura, ya que lo fundamental para el titular del poder Ejecutivo es alinear los cambios jurídicos necesarios para la consolidación de su proyecto de gobierno. El año 2021 sr acentuó el problema sanitario y arrastró al país a otras crisis tales como la económica, la laboral, la de seguridad pública, la educativa y la institucional. Ante tal diagnóstico, el presidente López Obrador radicalizó algunas posturas de su gobierno en nombre de la ideología transformadora, como es el caso de la electricidad y las energías limpias. Lo cual le ha generado diferencias con los Estados Unidos. Entonces, por algún motivo incomprendido por mí, decidió evocar una lista de nombres de posibles sucesores suyos. De esa pléyade de personajes destacan dos con serias posibilidades, el titular de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard y la jefa del gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum. Los restantes nombres al parecer son comparsas y nada más.

Este año inicia el cuarto año de gobierno y, en términos ortodoxos, debe ser de resultados en términos de calidad de vida y de desarrollo de infraestructura. Este 2022, en la tradición del sistema político, debe caracterizarse por su efectividad, la lealtad al presidente y de alianzas discretas con los precandidatos. Ya no debe haber lugar para grillas o disimulos. Iniciamos el año de los hechos y la palabra cumplida. Ya que el próximo será el del destape.

Cuando iniciemos el año 2023 el presidente informará a la nación, el primer día de septiembre, acerca del estado que guarda la Administración pública del país. Ese será su quinto informe de gobierno y a partir de ahí, el cuatrimestre restante servirá para enmarcar el nombre formal del candidato o candidata del partido político en el poder. En otras palabras, el próximo año habrá más política que administración.

Es cierto que parece muy lejano el 2023, sobre todo porque el que inicia viene encapotado de nubes negras como son la inflación, el crimen desbordado, la crisis sanitaria, el abandono educativo y la incertidumbre laboral. Deseo que sea un mejor año que el anterior, pero no soy muy optimista. El caso es que la ocurrencia presidencial de barajar nombres de su sucesión en tiempos de Covid y antes del quinto informe, difícilmente coadyuvará con el año que más resultados deben de notarse en favor de desarrollo de la nación.

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