Por Jesús Michel Narváez
Aquel slogan de campaña: “honestidad valiente”, sirvió para buscar cuál era la cobarde.
Pronto se descubrió con los actos deshonestos de quien era el más cercano colaborador del segundo Jefe de Gobierno electo en el entones Distrito Federal.
Lo reconoció públicamente: lo que más me ha dolido fue la acción de René Bejarano.
Por eso lo reivindicó y ahora es su fiel colaborador.
Desconocer que elogio en boca propia es vituperio conlleva a la frase insulta a la inteligencia cuya definición clara y precisa señala: tratar a alguien como si fuera estúpido… ¿Estás diciendo que esas fotos son reales? No lo hagas, insulta mi inteligencia.
“Por más ataques que haya, tenemos ese respaldo(del pueblo) y nosotros no vamos nunca a traicionar al pueblo, nunca, y acerca de nuestra honestidad, repetirle a nuestros adversarios que es lo que estimo más importante en mi vida, que no me importa, no me interesa el dinero, y que tampoco tengo tanto apego por el poder, que el poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás, y el poder es humildad, y el poder es poder decir adiós en su momento”.
Criticar no es atacar.
Y declarar que no hay apego al poder que solo tiene sentido ejercerlo cuando se pone al servicio de los demás, deja en claro que la autoestima rebasa los límites. Si algo tiene el presidente López es amor al poder. Demostrar quién manda y a quién se debe obedecer. Ser sumiso, ignorante pero “honesto” forma parte de la orden girada y repetida hasta el cansancio a sus colaboradores. No importa el rango y menos la responsabilidad conferida. A su paso, se le debe rendir pleitesía. Mostrar que el Monarca se dignó mirar a los plebeyos.
Dice estar en contra de la corrupción de la riqueza mal habida. “Y también no todo el que tiene es malvado, a quien ha hecho su patrimonio con esfuerzo, con trabajo, de conformidad a la ley, merece respeto, yo estoy en contra de la riqueza mal habida, me molesta, me indigna la corrupción”.
Una justificación de la riqueza de la “señora” que está casada con su hijo, la madre de su nieto. ¿No era correcto decir mi nuera? Es pregunta sin tinte político.
Afirma, en una muestra absoluta de que es una persona tallada a mano e irrepetible: “Vamos adelante a la transformación de México, aunque no le guste a Claudio (X. González) a los que se sentían dueños de México y a la prensa vendida o alquilada y a los intelectuales orgánicos, alcahuetes del régimen de corrupción, vamos adelante con el pueblo, con todos, pero confiando mucho en la lealtad del pueblo”.
¿Quién ataca a quién?
Porque el ciudadano que habita en un Palacio Real -es su origen- no es humildad. Es otra muestra de qué es “diferente” y aborrece los lujos. Su actual residencia posee algo más riqueza clasemediera. ¿O estaremos mirando otro Palacio?
Reconocimiento tácito de la razón por la cual siente “el respaldo del pueblo” sus expresiones, al referirse a los adversarios de toda índole y estirpe: “Porque también inventaron por no apostar a favor del pueblo, fueron creando la idea de que el pueblo es mal agradecido, y no”.
Por supuesto que la regla explica que quien recibe apoyo, ayuda, dinero, no es malagradecido. Aunque pierda la dignidad aplaudirá al mecenas y éste supondrá que el “pueblo me ama”.
¿Por qué, señor presidente, insulta la inteligencia de los mexicanos?
Es pregunta que merecería una respuesta, aunque podremos esperar sentados toda la vida para escuchar la explicación de su humildad, de su honestidad valiente, de su rechazo a tener amor por el poder.
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