Zaldívar, Corto de Visión…

Punto de Vista

Por Jesús Michel Narváez

Los tiempos cambian y los criterios de antaño se pretenden borrar con una declaración que ya es sentencia y proviene del ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación-.

Es una visión de corto alcance y sin montarme en mi macho, como diría la abuela Micaela, omite funciones importantes que realizamos, por regla general los hombres.

El jurista afirma que el trabajo en el hogar debe pagarse. De acuerdo totalmente. La pregunta es: ¿por quién?

Si se considera que la esposa, concubina o pareja debe percibir un salario, entonces deja de ser lo antes mencionado para convertirse en una empleada a la que, como patrones, se les puede despedir cubriendo los requisitos de la ley. ¿Y cuáles son? No lo dice el señor ministro.

“Estamos acostumbrados a pensar que el trabajo del hogar y cuidado de las niñas es exclusivo de las madres, de las mujeres, y además estamos acostumbrados a pensar que ese trabajo no merece remuneración, como si fuera una obligación de las mujeres trabajar gratuitamente en beneficio de sus familias descargando responsabilidad a los padres”, expresa en un video difundido en redes sociales.

Creo que el señor ministro abusa de la condición de género. No aborda el tema de que en muchas ocasiones, en demasiados hogares, los hombres son los que se encargan de cuidar no solo a las niñas sino a los niños y realizan labores que, en efecto por costumbre e idiosincrasia, estaban encomendadas a las mujeres. Y lo hacen con gusto.

Deja de lado qué pasa cuando ambos padres trabajan y tienen horarios disímbolos. No considera, por ejemplo, que las mujeres trabajadoras mantienen el hogar. Igual que los hombres. Ellas hacen, además, las compras del súper o el mercado. Algunos hombres también realizan la tarea. Corresponde a los hombres, por regla general y las excepciones son muchas, llevar a los hijos a la escuela y probablemente sea la mamá la que acudan por ellos a la salida.

Sin entrar en la polémica del ancestral machismo mexicano y debido a éste los feminicidios están a la orden del día -y del tema ni siquiera se acuerda-, el señor Zaldívar tunde por parejo.

Ejemplos que deberían ser parte de lo que pretende ignorar el señor ministro: hasta hace un par de décadas eran los maridos los que se echaban el compromiso de comprar una casa, un auto y otro para la señora. Se hacían cargo -y hoy es una responsabilidad masculina- de pagar el predial, el teléfono, la luz, el agua, las colegiaturas, la televisión satelital, comprar ropa de los hijos y en ocasiones de la señora, pagar las comidas en los restaurantes o las vacaciones.

Cierto, hoy hay paridad de género también en las responsabilidades hogareñas. Regatear lo que hace el “machismo mexicano” por su familia, es un despropósito en tiempos en los que las parejas comparten no solo el cuidado de los hijos sino los gastos y toman decisiones juntos.

¿A qué trabajo hogareño se referiría el señor ministro?

Todos los casados participamos en tratar de mantener la casa más o menos limpia; ellas y no todas, cocinan y los hombres lo hacemos también. Si tenemos mascota, los dos nos hacemos responsables de su alimentación y salud.

Ceo que el señor ministro vive en el antepasado. Y quizá por ello, porque a su esposa seguramente no le paga un salario por estar en el hogar, lanza sus obuses que no dan en el banco. Le falta puntería para justificar sus argumentos que, seguramente, avalan sus compañeros.

¿Cómo llamaría, señor ministro que ella o él cuiden a sus hijos y por ello tengan que recibir una retribución económica?

¿No basta con dotar de alimento, techo, vestido, educación, salud y preocuparse por los hijos para que salgan adelante?

¿Quién, hombre o mujer, paga por todo lo que los hijos necesitan?

¿Quién dice que el trabajo en el hogar es una obligación gratuita?

Hace años se decía que las personas contratadas para realizar las actividades hogareñas eran explotadas porque se les pagaban salarios miserables. Siempre ha sido una falsedad. Quienes opinan así seguramente nunca tuvieron a una persona de “planta”. Cuando se tiene el o ella o la pareja, tienen la responsabilidad de alimentarla, dotarla de un sitio en donde dormir y poder bañarse cotidianamente, atenderla en sus enfermedades y cubrir sus medicamentos; proporcionarle televisión y radio, darle aguinaldo y vacaciones. No, no se les trata de manera indigna.

Y ahora parece que las esposas o esposos que se encargan de los hogares por diversas razones -el desempleo y, por supuesto, los miserables salarios comparados con los que ganan los y las señoras ministras, entre otras- en lugar de celebrar un contrato matrimonial deberán firmar uno de prestación de servicios profesionales.

Ahora sí, perdón la opinión, el señor ministro se pasó de tueste.

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