Por Jesús Michel Narváez
Recorrer el calendario y revisar cuál ha sido la prioridad del gobierno federal nos lleva, indefectiblemente, a la “protección de los pobres”, como el dato superior de la estrategia -bueno, la no estrategia- para tener un país de igual. Cosa, por cierto, que está logrando el presidente López: nos está llevando a todos a la pobreza extrema.
Sin embargo, y de pronto sin mediar un reconocimiento presidencial del grave problema que registra el pasado mediato y el presente más lo que se acumule, el secretario de exteriores ofende la inteligencia de los mexicanos al sostener que “la más alta prioridad del gobierno de México es reducir la violencia”.
¿Golpe de timón en el trato preferencial que ofrece el presidente a los criminales y narcotraficantes?
Dicen los abogados: admisión de culpa, relevo de pruebas. A colación porque el hombre que busca suceder al actual mandatario, destacó que hay “una acción deliberada para producir armas para un mercado creciente: el del crimen organizado”.
En un discurso pronunciado en la inauguración de la trigésima tercera reunión de embajadores y cónsules de México en el mundo, Ebrard señaló:,
“(…) de las prioridades del presidente Andrés Manuel López Obrador para este año ‘la más alta, es reducir la violencia’ y por eso nos exige la acción de la SRE para reducir el tráfico de armas” por la “demanda inédita que tiene como propósito impactar en la producción” y su destino al crimen organizado.
Seguramente el secretario no entiende aquello de que elogio en boca propia es vituperio y se arrancó como si se tratara de una carrera de la F-1.
Lea usted: El gobierno de México tiene autoridad moral y prestigio político, por eso obtiene resultados en el exterior, contrario a lo que se pronosticaba, “no fuimos aldeanos, no nos confrontamos con Estados Unidos y tenemos una presencia internacional significativa”.
A ver, a ver. ¿Cuál autoridad moral tiene ante los ojos del mundo cuando el principal objetivo es destruir las instituciones democráticas?
¿En que se sustenta el prestigio político?… ¿en aliarse con los que no son bien vistos por el mundo libre?
¿No actuó como aldeano frente a Estados Unidos al negarse a reconocer la victoria del presidente Biden?
¿Cuál presencia internacional significativa?
Un Presidente que no sale del país para asistir a las reuniones de los líderes mundiales, no deja de ser un aldeano. La presencia es significativa cuando se tienen representantes diplomáticos talentosos, conocedores de la importancia que reviste la buena relación con otras naciones, sobre todo, las importantes, la de peso político global.
¿Podría decirse que las embajadoras de México en Reino Unido o en Francia han mejorado las relaciones entre los países y han logrado reconocimiento por sus actuaciones? Que sepamos ni la exdirectora de Conagua ni la exsecretaria de Medio Ambiente, han siquiera sido invitadas a las cenas de gala.
Si de lo que se trataba era de presumir el trabajo personal y decirles a los embajadores y cónsules surgidos del servicio exterior quién manda y háganle como quieran, porque el presidente hace embajador o cónsul a quien le viene en gana, el propósito fue logrado.
Diría el “pueblo bueno” que don Marcelo “les echó mucha crema a sus tacos”. Allá él y si supone que con discursos se fomenta el golpe de timón, se equivoca. Lo que se tiene que hacer para frenar la violencia es abandonar la no estrategia de abrazos, no balazos y comenzar la cacería de los capos, los jefes de los cárteles, que el presidente mismo ha dicho que no se capturarán “porque no es la estrategia”-.
A tres años de gobierno, los criminales actúan con impunidad porque saben que nadie osará detenerlos. La presencia de Andrés Manuel López en aquella comida celebrada en Badiraguato y en la que saludó a la mamá de El Chapo y se dejó abrazar por el hermano del criminal, a quien llama “Don Joaquín” o “señor Guzmán”, resultó la acreditación para que nadie se meta con ellos.
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