Por Jesús Michel Narváez
Acallar a los críticos no es tarea fácil si se habla de una Nación DEMOCRÁTICA.
En las otras, en donde los controles son férreamente ejercidos por los dictadores que se disfrazan de demócratas, el silencio se impone, la cancelación de expresar las ideas es una realidad y aquellos que osan no “atender las invitaciones a cambiar de postura” irremediablemente tienen dos finales: la cárcel o la muerte.
Algunos sobreviven en el clandestinaje, a salto de mata y desde donde se encuentren, mantienen su batalla por exponer la realidad, no avalar la mentira y menos aún proteger a quienes impiden el ejercicio periodístico.
Estados Unidos, con una Constitución sólida y una creencia en la democracia plena, aunque gracias a Donald Trump hay opiniones encontradas después del asalto al Capitolio ocurrido el 6 de enero del año pasado, se asume la libertad de expresión como el arma letal para aquellos que no la respetan e intentan reducirla, por decir lo menos, si no es que desaparecerla. Las amenazas de Richard Nixon no impidieron que The Washington Post publicara el caso Watergate que, finalmente, lo llevó a renunciar para evitar el impeachment.
En México existen organizaciones de la sociedad civil lideradas por académicos, estudiosos y excelentes periodistas de investigación, que han demostrado tener información valiosa contra la corrupción y la impunidad. No se deben a ningún gobierno sea del PAN o del PRI y menos de Morena. Son independientes y como tales tienen necesidades financieras.
Para eso, para cubrir lo indispensable, organizaciones como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad y Artículo 19, reciben apoyos financieros del gobierno estadounidense que son aprobados por el Congreso. No es decisión del presidente en turno.
Y eso irrita terriblemente al huésped temporal de Palacio Nacional que exige, es la palabra utilizada, a la Casa Blanca respuesta de por qué otorgan financiamientos a esas organizaciones críticas de su gobierno.
Según el profeta tabasqueño, desde mayo se envió una nota diplomática al Departamento de Estado para que explique la razón del financiamiento.
“Las organizaciones reciben dinero del gobierno de Estados Unidos, es como si nosotros entregáramos a opositores en los Estados Unidos para que cuestionaran al presidente Biden, es una violación flagrante al derecho internacional y a nuestras garantías”, expresó en su monólogo mañanero.
Por si fuera apoco, se fue hasta la cocina, aunque no participe en ningún programa de chefs profesionales, al afirmar: “es un acto de intervencionismo que viola nuestra soberanía, entonces por eso estamos pidiendo que nos aclaren por qué un Gobierno extranjero no puede entregar dinero a grupos políticos de otro país, la Constitución nuestra lo prohíbe”. ¿En cuál artículo?
Las organizaciones mencionadas por el presidente mexicano no son políticas, por tanto, no violan la constitución quienes los apoyan aun siendo gobiernos extranjeros.
Decir que se viola la “soberanía” es un despropósito. Como muchos otros que cotidianamente se apuntan.
La política, de dientes para afuera, de que en México no hay censura y como “nunca se respeta la libertad de expresión”, no corresponde a la exigencia formulada al gobierno de Estados Unidos. Si no hay censura ¿qué es lo que duele?… ¿Qué se oxigenen problemas de corrupción?… ¿Qué se exhiba la impunidad?
Por si no lo sabía, después de su carta a Santa Claus -que parece ni haber leído-, la Casa Blanca autorizó un incremento en el financiamiento de organizaciones civiles dedicadas a la investigación periodística. Y no solo de México. De todo el mundo.
¿Qué le hace suponer al mexicano que es injerencista el financiamiento? Y más aún: cómo, cuándo, dónde y por qué se viola la soberanía.
Si lo recibieran los aduladores ¿opinaría lo mismo?
¡Ya chole con las quejas y aparecer como víctima!
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