Por Raúl Mondragón von Bertrab
“Apólogo del tronco y las ramas secas. Las ramas secas son indispensables para hacer arder el tronco, no en sí y por sí. Sólo el tronco, al quemarse, modifica el ambiente de frío a caliente. Arditi -artillería e infantería. Éstas son siempre las reinas.”
–Gramsci, Antonio. Cuadernos de la cárcel.
El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), promovió controversia constitucional en contra del acuerdo que publicara el Ejecutivo el mes pasado para efectos de declarar sus proyectos y obras de interés público y seguridad nacional, ergo blindándolos a los ojos de la opinión pública, del ciudadano de a pie, del pueblo sabio que sabe tanto que no necesita saber más.
El Máximo Tribunal del país otorgó la suspensión provisional, aunque para efectos de catalogar la información de la manera señalada, esto es, la posibilidad de aprobar al vapor y por capricho obras y proyectos, con excepciones en materia ambiental y administrativa, por mencionar algunas, sigue en pie. Se evita por ahora la opacidad, lo cual es plausible y resucita la noción de la división de poderes, pero la posibilidad de corrupción a granel, de adjudicaciones directas, sigue latente.
Antonio Gramsci fue secretario del Partido Comunista Italiano y uno de sus fundadores, visto con buenos ojos por los socialdemócratas dada su moderación pragmática, a pesar de su marxismo fanático, en torno a la problemática social. El académico e investigador chileno Giorgio Boccardo ilustra esta mesura magistralmente:
[En los 90s] Gramsci causaba sospecha entre los socialistas por “leninista”, y entre los comunistas por “espontaneista”. La ultraizquierda, a su vez, lo rechazaba por proponer un amplio frente popular con las fuerzas democráticas.
Quizá el haber sido prisionero del régimen fascista de Mussolini o su análisis de la obra de Maquiavelo lo hizo desestimar el uso de la fuerza militar como eje de la estrategia política. Porque Maquiavelo sí habló de que el ‘Príncipe’ ha de procurar tener a sus soldados bien organizados y animados siempre…
Gramsci -continua Boccardo- advierte que en sociedades en que intervienen activamente los gremios empresariales, las jerarquías de las iglesias y de las fuerzas armadas, los medios de comunicación de masas, el poder es mucho más que el Estado, el poder está diseminado en una infinidad de trincheras. Ante tamaño dilema, [Escritos políticos] ofrece una nueva orientación estratégica para la izquierda: pasar del “asalto” o guerra de maniobras, al “asedio” o guerra de posiciones en el campo político.
Este ejercicio de sentido común no parece ser parte del repertorio del Ejecutivo, que se ha centrado en cebar a las Fuerzas Armadas, a destruir trincheras que no a construir posiciones, salvo aquellas de privilegio que en nada lo distinguen de sus predecesores, quizá más aseados y con más oficio en su proceder.
Con agilidad procesal que contrasta con la atención brindada a la militarización de la seguridad ciudadana o a la extinción de los fideicomisos públicos, la Corte Suprema descartó la reserva de información de las obras gubernamentales. Sin embargo, para efectos prácticos no suspendió la aplicación de las órdenes presidenciales derivadas del mismo acuerdo, que simplifican la tramitología para los proyectos federales de infraestructura.
En plena cruzada mundial medioambiental renovada desde Estados Unidos por John “El Diplomático” Kerry, en México se pueden realizar obras de gran calado fast track sin mediar Manifestación de Impacto Ambiental (MIA).
Una vez más, nuestro país desentona en el concierto de las naciones del mundo y las generaciones del futuro lo ven comprometido. Una vez más, se invita al generalato a sentarse en La Silla del Águila. Todo lo que acontece hoy puede resumirse con suma objetividad en un término y no es “transformación”. Se trata de una clara, soez y lamentable involución mexicana.
Ni Gramsci, comunista marxista, estaría de acuerdo.