Por Jesús Michel Narváez
¿Trampa?… ¿Cobro de factura?… ¿Renuncia o despido?… ¿Ganó Gertz Manero?… ¿Algún familiar en la mira?
Son especulaciones, ciertamente, pero el caso de Santiago Nieto tiene demasiadas aristas como para estar satisfechos por haber presentado su renuncia.
Durante una charla con el conductor del programa Urbe de Hierro, que se transmite por el 760 de amplitud modulada, Miguel Ángel López Farías, me comentó que la historia tiene tufo de traición. Palabras más, palabras menos, comentó: “El presidente sabía de la boda. Santiago escogió Guatemala, porque en ese país mataron a su señora madre, una distinguida antropóloga y quiso rendirle homenaje. El presidente estaba enterado incluso de quienes serían los invitados. Santiago fue recibido en Palacio Nacional hace cosa de tres meses. Acudió para entregarle la invitación al presidente. No escondió nada. Ahora se siente traicionado por quien consideraba era su amigo”.
Sin negar la versión, obtenida de una fuente confiable, no me queda del todo clara la reacción del presidente López.
El cargo en el que se desempeñaba Nieto Castillo no es cualquiera. Se requiere tener la confianza plena del jefe para hacerse cargo una entidad que si bien en el pasado dormía el sueño de los justos o nadaba de muertito, en el presente representaba una filosa espada que cortaría cabezas sin tocarse el corazón.
Designar a un sustituto requirió de analizar perfiles. Y eso no se hace en horas. Toma tiempo. El suficiente para evaluar el cambio. La herramienta que entrega el presidente es la que abre todas las puertas, pavimenta los caminos que conducen a las denuncias ante la Fiscalía General de la República y le da seguimiento para que los asuntos no se diluyan por otros intereses.
Y despierta sospecha que el relevo se realice justamente cuando viaja a Nueva York y deja en manos del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, entregar el nombramiento. Lo hace, además, por la noche. Y le entrega la estafeta a un “compañero de lucha”: Pablo Gómez Álvarez. Ahora, por cierto, el político emanado del Partido Comunista Mexicano, dirigente estudiantil en 1968, profesor de economía en la UNAM, sepulturero del PCM con la cesión del registro político del PSUM para el nacimiento del PRD.
No es secreto que entre Nieto y el fiscal, Alejandro Gertz Manero había un enfrentamiento. Al hacerse público, el presidente llamó a los dos y los “conminó” a trabajar juntos “por el bien del país”. (Un choro más).
Sin duda las estructuras políticas se cimbraron. No porque se haya ido o lo hayan ido Nieto. No. Por la forma en que el presidente lo denigró. La forma es fondo, dicen los clásicos. Y el fondo es el preocupante.
Si resulta cierta la versión de que Nieto presentó su renuncia, habrá que reconocerle que todavía tiene dignidad y vergüenza. Si es lo contrario, habría que hurgar en la materia gris presidencial para entender el cambio.
Porque estaba enterado, conocía la lista de invitados, sabía la razón para que la boda se realizara en Guatemala. ¿Cuál fue el momento de la decisión?
Insistiremos en la importancia del cargo. Y mientras la justificación se base en interpretaciones personales que no atienden la marcha gubernamental, las dudas seguirán.
¿Ganó Gertz?… ¿Perdió Nieto?…
¡No!
Perdió la estructura gubernamental. Y con Pablo Gómez al frente, nada está escrito.
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