¡Vamos a Hablar de Corrupción!

Artículo Invitado

Por Alejandro Zapata Perogordo

Así lo dijo el Presidente al anunciar su viaje a la sede en Nueva York, para el próximo 9 de noviembre con motivo de presidir la reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de la Naciones Unidas, responsabilidad que recae para México, al haber obtenido un amplio respaldo para ocupar el cargo con la representación del exrector de la máxima casa de estudios Juan Ramón de la Fuente.

En la mañanera del pasado 11 de octubre, al informar sobre su intervención ante ese organismo, señaló que su mensaje, seria precisamente sobre la corrupción que produce desigualdad. En el mismo tono enfático, con algunos matices ha mencionado una variación del discurso, al referir como eje medular el modelo neoliberal, que ha provocado la profundización de las desigualdades, alentado la violencia, la inmigración y la destrucción del planeta.

En realidad, resulta paradójico pretender abordar esos temas, que si bien, los conocemos, nuestra posición se encuentra lejos de ser ejemplo de éxito. Las experiencias en México, pese a un conjunto de herramientas jurídicas creadas para combatir esos lastres, no son para presumir, seguimos obteniendo malas calificaciones.

Me atrevo a considerar, que la temática anunciada consiste en aprovechar una plataforma internacional para promover y justificar su alternativa: la 4T. Bajo la consigna de que únicamente existen dos posturas: la de los perversos, corruptos y neoliberales, culpables de las desgracias que padecemos y, las de los impolutos, dueños de la verdad absoluta y, transformadores del modelo llamado cuarta transformación.

Coincido con muchos de los efectos causados con la corrupción, entre los que se encuentra un exacerbado clima de violencia que el gobierno ha sido incapaz de contener; así como también las brechas de desigualdad provocadas a partir de un liberalismo económico donde el Estado se ha visto rebasado.

Sin embargo, las fórmulas que impulsa para contrarrestar esas debilidades, no solamente resultan inadecuadas, sino son completamente regresivas, la estatización de la economía tiene su espejo en países como Venezuela, donde la miseria ha imperado y la corrupción tiene puestos sólidos cimientos en una atmosfera de crimen y violencia.

Un cambio del modelo lleva implícita la orientación del gasto público, en aras de una visión de futuro que propicie una elevación en calidad de vida, aspecto que no se observa; por el contrario, las carencias en salud, educación e infraestructura saltan a la vista, al utilizar recursos en el nuevo aeropuerto; la refinería en dos bocas; y el tren maya, proyectos que no surten ni compensan las grandes deficiencias.

En ese tenor, seguramente habrá de diagnosticar en su primera comparecencia ante el Consejo de Seguridad, de manera muy clara, las fragilidades que provocan la corrupción y el modelo neoliberal, a la vez que, seguramente sin decirlo, exhibirá su ineficaz alternativa, pues no se encamina a combatir los efectos derivados de esos fenómenos, sino únicamente a la implementación de una autarquía, abriendo profundas heridas y agrandando las brechas de desigualdad.

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