Por Jesús Michel Narváez
Uno de los grandes problemas de los políticos, sobre todo del mundo inferior al desarrollado -aunque también en estos se dan los casos y ahí está el ejemplo de Donald Trump- es que no saben o no aceptan el momento en el que se tienen que retirar.
No lo hacen de motu propio. Ellos, los que conocieron el poder y lo ejercieron -en los tres niveles de gobierno- quieren seguir presentes en la toma de decisiones y, sin tener cargo o representación real con apoyo de la sociedad o de sus compañeros de generación, formulan propuestas que, cuando se ha caído de la gracia del todopoderoso sexenal, son arrojadas al cesto de la basura.
Es el caso del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, cuya figura tomó curso de independencia y crítica al abandonar el PRI, partido que le había otorgado todo, además de a herencia dejada por su padre, el general Lázaro Cárdenas del Río.
En 1997, acompañado de decenas de políticos que se auto llamaban el “ala crítica” del PRI, cárdenas se enfiló a convertirse en un opositor abierto al presidencialismo absolutista que se practicaba desde el triunfo de la Revolución Mexicana. Su figura, no per se, creció y encontró a otros políticos que ondeaban la bandera de las izquierdas y en conjunto construyeron el Frente Nacional Democrático que lo ungió candidato presidencial para la elección de 1988. El ferrocarril que avanzaba haciendo suficiente ruido para que todos lo escucharan y cuyo maquinista era el michoacano, descarriló estrepitosamente. El candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, lo venció con una diferencia de votos de 3 millones 758 mil 341, según los números oficiales de la todavía Comisión Federal Electoral, presidida por Manuel Bartlett Díaz, titular de la dependencia. Cárdenas y su equipo se inconformaron y denunciar el gran fraude. Seis años después, otra vez buscó la Presidencia de la República. Fue el año de la crisis política por el asesinato de Luis Donaldo Colosio. El resultado para el aspirante ya del PRD, decepcionó. Quedó en tercer lugar. Ganó Ernesto Zedillo con la más elevada votación registrada hasta entonces: 17 millones 181 mil 651, seguido por Diego Fernández de Cevallos con 9 millones 146 mil 841 y Cárdenas solamente alcanzó 5 millones 852 mil 134 sufragios.
No dejó la política y en 1997 se convirtió en el primer Jefe de Gobierno electo en el entones Distrito Federal. En 2000 volvió a la carga por la Primera Magistratura. La derrota se volvió su inseparable compañera. Y de ahí para el futuro ha vivido de los recuerdos y de los apapachos que le regalan sus todavía simpatizantes, pasando por cargos menores en la administración de la Ciudad de México.
No es secreto que entre Cárdenas y su hijo político, Andrés Manuel López, hay distanciamiento. Y grave. De ahí que haya sorprendido la invitación que le hiciera el actual presidente y que aceptara el tres veces derrotado, para asistir a un evento en Sonora, que tuvo como fondo regresar al pueblo Yaqui 3 mil hectáreas de tierras que les fueron arrebatadas en el pasado.
En el acto, Cárdenas hizo uso de la palabra y en su discurso propuso cancelar la construcción del Acueducto Independencia que tiene la finalidad de proveer de agua a la población de Hermosillo.
En el momento no hubo respuesta. Pasaron 24 horas para conocer la reacción presidencial y fue devastadora para quien lo apoyó y lo hizo crecer como político.
Andrés Manuel López señaló: … una acción de esa naturaleza sería problemática.
“Nosotros consideramos que con esta decisión que estamos tomando de entregar el agua suficiente a los pueblos, se puede resolver esta situación, porque también, ahora cancelar eso, nos va a resultar problemático. “Sencillamente vamos a verlo con calma, porque no es así, de sí o no”.
Cárdenas no alcanzará a reponerse con la cuenta de protección. Está noqueado.
El tiempo de suponer que lo expresado en público es orden, quedó en el pasado. El ingeniero tiene edad y dinero suficientes para dedicarse a otra cosa que no sean propuestas o recomendaciones.
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