“El Club”

Del Cine y las Leyes

Lobos con Piel de Oveja

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“El Club”, película chilena de 2015 dirigida por Pablo Larraín, con la actuación de Alfredo Castro (Padre Vidal), Roberto Farías (Sandokán), Antonia Zegers (Madre Mónica), Marcelo Alonso (Padre García), Alejandro Goic (Padre Ortega), Jaime Vadell (Padre Silva), Alejandro Sieveking (Padre Ramírez) y José Soza (Padre Lazcano).

En una pequeña casa ubicada en la costa chilena, una monja cuida a cuatro sacerdotes que han cometido actos censurables y se encuentran en este retirado lugar castigados por las autoridades eclesiásticas; todo es rutina hasta que un quinto sacerdote se suicida, lo que provoca la llegada de un jesuita para investigar lo sucedido.

“El Club” se ocupa de cómo la Iglesia católica exilia en comunidades apartadas a los religiosos acusados de abuso sexual y otras transgresiones, con la idea de que vivan en penitencia por sus pecados esperando que sólo sea la justicia divina la que los juzgue.

ALÉJANOS DEL MAL

La cinta comienza con un fragmento del Génesis –“Y vio Dios que la luz era buena, y separó a la luz de las tinieblas” (1:4), posteriormente, se ve a un hombre entrenando a un galgo en la playa que trata de alcanzar una carnada atada al final de un palo; en la arena se va formando un círculo alrededor de este hombre, como si estuviera creando un propio aislamiento; en forma sucesiva se verán a los otros integrantes del club.

Estas escenas iniciales sirven para que el espectador esté consciente que la trama será sobria y sombría, que los diálogos serán breves y confusos, que esa neblina costera es la atmosfera perfecta de la inquietante incomodidad por los hechos que van a ir sucediéndose.

Esos cuatro hombres son sacerdotes separados de la Iglesia; el padre Vidal se encuentra ahí por pederastia, el padre Ortega por intervenir en adopciones ilegales, el padre Silva por complicidad con la milicia de Pinochet, y el padre Ramírez, es tan viejo que ya olvidó lo que hizo; la madre Mónica está también ahí por innombrables infracciones.

Y así como Dios separó a la luz de las tinieblas, en el Padre Nuestro se pide que nos aleje del mal, así que: “Y vio Dios que la tiniebla era mala, y separó a la tiniebla de la luz”

NO HAY QUINTO MALO

Los condenados establecen una rutina entrenando al galgo hasta que un día llega un quinto sacerdote, el padre Matías Lazcano, un pedófilo que les recuerda las desgracias de sus vidas pasadas, pero ello no queda ahí, pues afuera de la casa aparece un joven con aparentes problemas mentales que reconoció a Matías y lo siguió hasta la casa.

La cinta muestra que este club es tan cerrado que la admisión de un nuevo integrante es complicada, no es que se trate de una elite, sino que el pasado oscuro de cada integrante del club impide que ingrese alguien que les recuerde la razón por la cual están ahí, pero ¿será suficiente castigo el destierro eclesiástico contra los que han fallado?

La frase de “No hay quinto malo” se remonta a las corridas de toros, en las que antiguamente eran los ganaderos quienes decidían el orden de los toros en la jornada, y dejaban a sus ejemplares más destacados en el quinto lugar, por lo que se esperaba que lo mejor del espectáculo se diera en ese momento.

Sin embargo, el quinto elemento sí resultó malo, pues el joven de nombre Sandokán, comienza a gritar detalles sórdidos de cómo fue abusado cuando era niño; aterrados de que alguien del pueblo se dé cuenta de lo que está pasando, le dan a Matías un arma para que dispare al aire y el joven se espante, pero el cura en lugar de hacer lo sugerido, se pega un tiro en la sien.

LA COMPLICIDAD DE LA IGLESIA

La autoridad eclesiástica envía a un sexto sacerdote, el padre García, a investigar el incidente, por lo que en reuniones privadas con cada uno de los religiosos va desenredando la maraña de maldad que tejieron a su alrededor cuando estaban al servicio de la Iglesia, y advierte la negación de los hechos como una constante en todos ellos.

La verdadera naturaleza de los personajes, que están atrapados en una especie de purgatorio, sale a flote, ninguno de los inculpados reconoce sus faltas y dan excusas para justificar los actos que los llevaron allí, ignorando el horror pasado y presente; como el sacerdote que le quitaba los recién nacidos a las jóvenes madres para dárselos a otras familias, porque aquéllas no tenían los recursos para cuidar del menor.

El padre García tiene como misión hacer las correcciones necesarias en este tipo de casas y de ser necesario cerrarlas, pero al final decide que los curas se queden en ese lugar y como penitencia extra deben recibir y procurar a Sandokán.

En la actualidad no es ningún secreto la complicidad que ha tenido la Iglesia al dar protección a varios sacerdotes que habían realizado prácticas indecentes, siendo conocidos muchos casos relacionados con el abuso de menores.

El filme no presenta los hechos del pasado, el discurso de la bajeza moral no es necesario para que el espectador entienda que esos religiosos han hecho actos reprochables, así que, sin necesidad de un juicio moral, se sobreentiende la condena al ostracismo; tampoco se relata cómo la autoridad eclesiástica usó su poder para proteger de la justicia penal a los sacerdotes que cometieron esos delitos.

En 2010, en un reportaje chileno, se reveló los abusos a menores que hizo el padre Fernando Karadima, ello motivo a que en 2011 fuera condenado por la justicia canónica a “una vida de oración y penitencia” y se le prohibió tener contacto con antiguos feligreses o realizar cualquier acto eclesiástico de forma pública; el caso fue visto como el ejemplo más claro de cómo la Iglesia prefería mirar hacia otro lado en lugar de enfrentar la pederastia.

Durante la visita del papa Francisco a Chile, en enero de 2018, fue cuestionado por el encubrimiento que realizó el obispo Juan Barros sobre el caso Karadima; al principio el Pontífice señaló que todo era una calumnia, pero posteriormente ofreció una disculpa a las víctimas y en septiembre de ese año lo expulsó del sacerdocio.

El 23 de mayo de 2021, el pontífice reformó el Código de Derecho Canónico e introdujo un artículo que contempla la pedofilia y específicamente los delitos de abusos contra menores cometidos por sacerdotes, endurece los castigos, se amplían los periodos de prescripción y se indemniza a las víctimas en la sección titulada “Delitos contra la vida, la dignidad y la libertad humana”, ahora se incluirá el delito contra el sexto mandamiento del Decálogo con un menor o una persona habitualmente afectada por el uso imperfecto de la razón o con una persona a quien la ley reconoce una protección similar.

La reforma cambia el 80% de los 89 artículos sobre las penas y reduce la llamada “discrecionalidad” que se dejaba a obispos y superiores religiosos, lo que generaba negligencia y el encubrimiento.

El nuevo código entrará en vigor el 8 de diciembre y aborda también otros delitos, entre ellos el de corrupción, pero, ¿será suficiente una reforma canónica legal para acabar con la pederastia eclesiástica?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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