La Guerra, la Venganza y el Amor 

El Mesías de Darfur.
Abdelaziz Bákara Sakin.
Editorial Armaenia,
Madrid, 2021.
224 páginas.

Por David Marklimo

Malcom X solía decir que se convirtió al Islam cuando se dio cuenta que en esa religión no se propugnaba una idea sobre la raza. Él sostenía que en las peregrinaciones a La Meca uno se encontraba con gente de todos los rincones del mundo y que todo fluía en armonía. Esa armonía racial era, al fin y al cabo, un ideal de convivencia y tolerancia. De ahí, se instaló uno de los mitos fundacionales: el Islam como punto de encuentro, como garantía de que, bajo unas reglas divinas, todos los seres humanos eran iguales y que sólo importaba adorar a Ala y a Mahoma, su profeta. Entonces vino el conflicto en Darfur y ese mito dejó de funcionar.

Si tiramos de la hemeroteca, veremos que en Darfur, en el oeste de Sudán, se vivió un conflicto principalmente entre los yanyauid (un grupo de milicianos formados por miembros de las tribus Baggara de los Abbala, criadores de camellos de etnia árabe) y los pueblos de raza negra, no Baggaras y principalmente agricultores. Se cree que, a causa del conflicto, más de dos millones de personas se han visto desplazadas de sus hogares. El conflicto ha sido descrito como un genocidio hacia los habitantes de raza negra por los medios de comunicación internacionales y por el gobierno de Estados Unidos, aunque no por la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Justamente, ese conflicto, enquistado y olvidado, es el telón de fondo de la novela del sudanés Abdelaziz Bákara Sakin en la que el horror, la brutalidad ciega y la violencia en su estado más “puro” conviven con un mensaje final de esperanza. El Mesías de Darfur no es una novela más sobre “otro conflicto bélico”, al menos en su forma de enfocarlo por parte del autor. Veamos.

El Mesías de Darfur es la historia de la única mujer en Nyala, probablemente incluso en todo Sudán, que se llama Abderrahman. Cargando con un nombre de hombre y una cicatriz en la mejilla, una marca de terrible belleza, Abderrahman es adoptada por tía Kharifiyya, una mujer sin hijos y con un gran corazón, que la acogió en su casa bajo la condición de que nunca hablara de la guerra. Sin embargo, Abderrahman sabe todo sobre la guerra, quizás demasiado. Un día, Abderrahman conoce a Shikiri, un joven idealista reclutado a la fuerza por el ejército mientras visitaba la ciudad, de permiso. Abderrahman lo convierte en su esposo y le pide que la ayude a vengarse de las temidas milicias yanyauid, matando al menos a diez de ellos. El conflicto es el universo de la novela: es la historia del recluta que mandan a la fuerza a la guerra, la del soldado que lucha 30 años sin saber ni siquiera a quién mataba, y la del combatiente que convierte en fuerza y en amor propio el pasado de esclavitud de sus ancestros en aquella tierra. Es, al fin y al cabo, una conmovedora historia de guerra y peripecias, fe y venganza, que combina elementos poéticos y humorísticos, macabros y místicos. En sus páginas, vemos un Darfur diverso, duro, desgarrador, con un paisaje que a ratos parece interminable.

La narración parte de un estilo casi periodístico, cercano a veces al reportaje o a la crónica, con la oralidad, quizá producto de la tradición africana. Con ello, se nos muestra una realidad cambiante y compleja, en la que los personajes son seres alejados de la dicotomía de buenos y malos. O quizá sea que todos son malos y no hay nada que valga la pena en ellos. A saber. Esto es un mérito enorme, en cuanto a la construcción de los personajes. La interacción entre ellos, la terrible crudeza de la guerra, está perfectamente retratada. Existen diferentes formas de tratar el horror y la elegida por el autor, aunando brutalidad y delicadeza, es acertada en cuanto a su brevedad, su simpleza y su encaje en el horror. Porque no se nos puede olvidar nunca que estamos ante una historia de amor en el mero centro del infierno.

Con esta novela, Sakin, al tratar directamente el genocidio, fue inmediatamente aclamado por el público y censurado por su Gobierno. Es ahora todo un símbolo, como en su día lo fue Salman Rushdie. Hay que decir que en Sudan, todas las existencias del libro fueron destruidas y Sakin fue primero detenido y luego forzado al exilio. En 2020, el Institut du Monde Arabe de París le concedió el prestigioso Prix du Literature Arabe.

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