Por Gerardo Lavalle
Pasaron 24 horas para que el director del IMSS, Zoé Robledo, diera la cara y hablara de la tragedia del hospital 5 de Tula, Hidalgo, en donde fallecieron 16 personas por falta de oxígeno, al fallar las plantas de emergencia de energía eléctrica cuando la crecida del Río Tula las arrancó, literalmente, de las amarras que las sostenían.
En lugar de admitir errores de mantenimiento, el funcionario dijo que nunca fue informado oficial o informalmente del riesgo que se corría. CONAGUA debió avisar que el caudal del río y la apertura de presas para desfogarlas obligaban a tomar medidas urgentes.
Hizo la historia del nosocomio. Reveló que se construyó en 1967 y está ubicado en el centro de Tula. Como de costumbre, echó la culpa a otros antes de admitir que el director del hospital, porque se presume que habrá uno, tampoco le informó de lo que se avecinaba.
Sus declaraciones corresponden a un servidor público ignorado por las instancias gubernamentales responsables de saber qué pasa con el clima y en dónde se deben tomar previsiones para evitar tragedias.
Simplemente Zoé Robledo admitió que fue ignorado. ¿Dónde está el director de la Comisión Nacional del Agua, dónde el Servicio Sismológico Nacional, dónde el director del hospital, dónde el subdirector de mantenimiento?
Tampoco lo sabe la cabeza del instituto.