¿OEA sí, Almagro, no?

A la Vuelta de la Esquina

*Pareciera que el Gobierno Mexicano Rompió Lanzas con el Dirigente Uruguayo

Por Iván Ruiz Flores

No lo sabemos a ciencia cierta quien se cree que es el que hoy manda a sus súbditos para destruir la OEA, organismo internacional del Continente Americano que hoy recibe la andanada de parte de Palacio Nacional, que no de los mexicanos, porque el uruguayo que lo encabeza no es precisamente fan de AMLO.

Es un desacierto del gobierno mexicano el pretender “matar” al organismo que, por si lo desconocía ya saben quién, es la asociación regional de naciones más antigua del mundo, pues su origen se remonta a la Primera Conferencia Internacional Americana, celebrada en Washington, D.C., la cual creó, el 14 de abril de 1890: la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas.

Aseguran los internacionalistas que cuando se estableció la Organización de las Naciones Unidas se integró a esta naciente institución con el carácter de organismo regional.

Recuerdan, además, que la carta que la rige fue suscrita en Bogotá en 1948 y luego modificada mediante el Protocolo de Buenos Aires, el cual entró en vigor en febrero de 1970.

Hoy día la OEA está compuesta por treinta y cuatro Estados Miembros, cuya población suma 1,009 millones 138 mil 454 personas y la pretensión del caprichoso del zócalo mexicano es convertirse en el adalid de países inconformes con dicho organismo, como son Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, entre otros (y patear de pasada a Estados Unidos), mismos que en el siglo XXI han manejado la idea de decapitar al organismo para que ingrese uno nuevo que no intervenga en los asuntos internos de las naciones. Es decir, hacer y deshacer a su antojo.

Sin embargo, hay quienes proponen no eliminarlo. Fundamentalmente exponen debe llevarse a cabo una revisión integral de la Carta Democrática Interamericana “para hacer frente a las necesidades de fortalecimiento de las instituciones democráticas en países donde se encuentran amenazadas por impulsos autoritarios y populistas”.

Esto supone también, dicen, “defender a las instituciones interamericanas de protección de los derechos humanos que se encuentran igualmente bajo el ataque de algunos países que parecieran buscar deliberadamente su debilitamiento”.

Pareciera pues, que México forma parte de ese grupo de países (fundamentalmente inconformes con Luis Almagro) a los que no les importa lo que han señalado otros ante la OEA:

“… la propuesta de emprender una iniciativa regional para fortalecer la seguridad ciudadana con el fin de abordar las causas de raíz de la violencia que azota a numerosas sociedades latinoamericanas. Como afirman algunos analistas, en la medida en que las prioridades de la nueva Secretaría General se centren en estos rubros y no busquen abarcar otros donde no se ubican sus ventajas comparativas, la OEA mantendrá su naturaleza como espacio regional insustituible, pero, sobre todo, podrá empezar a dar resultados concretos a la membresía”.

Inclusive Marcelo Ebrard señaló hace unos días:

“El mundo cambió, alguien le tiene que mandar un oficio o algo a Almagro, pero la OEA no puede seguir siendo un instrumento de intervención”, expresó, además de manifestar que la propuesta de México es decirle adiós al organismo en su visión intervencionista, injerencista y hegemonista y crear otro organismo, de acuerdo con Estados Unidos, no sin esa nación, aunque López Obrador ha dicho lo contrario.

El asunto con gran propaganda actualmente, tiene fondo, porque ya se acerca la 51 Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos. Se llevará a cabo en Guatemala en 2021, según se aprobó el año pasado por aclamación en la 50 Asamblea efectuada de manera virtual.

Aunque la fecha exacta será determinada por el Consejo Permanente, se estima que se efectuaría en octubre, aunque con la nueva ola de la pandemia que se vive en el mundo se desconoce si será presencial o de nueva cuenta de carácter virtual.

Guatemala ha sido sede de estas reuniones en tres ocasiones: una en 1986 en la ciudad de Guatemala, otra en 1999 en la misma capital del país y otra en 2013, en La Antigua.

La incógnita continúa.

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