Por Jesús Michel Narváez
Es cierto, ya no estamos en los tiempos en los que Fidel Velázquez controlaba, así, el sindicalismo mexicano. Tuvo poder y mucho, porque a pesar de lo que de él se decía, no era un líder charro. Claro, junto con sus compañeros de dirigencia, vivía en Las Lomas y otros en Cuajimalpa. Fruslerías, dirían ahora.
Ayer empezó una que podría ser la prueba de fuego para el llamado rancio sindicalismo, con la reposición de la votación de los trabajadores de la armadora GM en Silao y que será, aunque usted no lo crea, supervisada por el INE -el odiado instituto de Palacio Nacional- y representantes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Alejados de las presiones ejercidas por los dirigentes de la CTM en Guanajuato, titular del contrato colectivo de trabajo, las elecciones pasadas fueron desconocidas por la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, en virtud de las protestas que levantaron ante la oficina comercial de Estados Unidos por la presunta violación al contenido del T-MEC.
Una versión que circuló es la que plantea que “para evitar cualquier abuso o anomalía en la votación, la STPS y autoridades como el Instituto Nacional Electoral (INE) estarán presentes para vigilar las urnas y dar oportunidad a que los seis mil 494 trabajadores de la planta voten de manera personal, libre, directa y secreta, como lo marca la reforma laboral de 2019 y el propio T-MEC, por lo que el gobierno de Estados Unidos había llamado la atención de las autoridades laborales”.
¿Habría nuevo recuento sin el reclamo de Estados Unidos?
Con independencia de la acción “injerencista” de un “gobierno extranjero”, lo deseable es que aquellos dirigentes sindicales enquistados durante décadas y mangoneando a los trabajadores, dejen de tener la potestad de decidir lo que a ellos y las empresas conviene y que por primera ocasión se ponga por delante a la calificada mano de obra mexicana.
El problema se advierte, si la CTM pierde la titularidad, es la aparición del senador Napoleón Gómez Urrutia, a quien en este gobierno le perdonaron la “desaparición de 54 millones de dólares”, quien buscaría apoderarse del contrato.
Es salir de Guatemala para en a Guatepeor.
Sin embargo, lo que ocurrirá en estas 46 horas -iniciadas ayer a las 10 horas- podrá sentar un precedente que, cuando menos, intente salvaguardar los derechos de los trabajadores que, quiérase o no reconocer, son las víctimas de maltratos y abusos por parte de sus dirigentes, presuntamente sus representantes.
Y esperar que el ejemplo que surja de esta elección sindical permee en otras empresas, sindicatos y actividades, sería un gran avance para que los trabajadores puedan ejercer el derecho de elegir al dirigente que responda a sus intereses.
Y que no sea por “beneficios personales”, como asciendan los sindicalizados. El trabajo, el cumplimiento de las labores, la productividad y el abandono de la grillería, deberán ser los elementos que permitan mantener su posición de superarse, aunque el presidente los llame “aspiracionistas”.
Sabremos esta noche el resultado y habrá que tener confianza en que, si los actuales titulares del contrato colectivo resultan derrotados, no utilicen a los acostumbrados y conocidos esquiroles para golpear a sus compañeros y cerrar la planta de trabajo.
No es un tema fácil el cambio de paradigma en el sindicalismo mexicanos. Los aciertos de ayer no perduran para siempre y los yerros de hoy son sumamente visibles. Líderes ricos y trabajadores pobres.
Como colofón hay que señalar que la Secretaría del Trabajo, con Luis María Alcalde al frente, aunque el poder tras el trono sea su padre -un reconocido abogado laborista- debe no solamente atender las llamadas de atención del gobierno de Estados Unidos, sino las voces de los trabajadores. Cierto: hay manipulaciones. La obligación es detectarlas y desarmar los tinglados que impiden el avance sindical.
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