Por Jesús Michel Narváez
Justamente cuando el neoliberalismo arribaba a México y Miguel de la Madrid Hurtado iniciaba la “nueva etapa nacional” bajo el lema “Por la renovación moral de la sociedad”, la diplomacia mexicana obró brillo y correspondió a Bernardo Sepúlveda Amor, secretario de Relaciones Exteriores, convocar en 1983 a los gobiernos de Colombia, Venezuela y Panamá a una cumbre en la que se analizaran los conflictos que se suscitaban en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. La sede fue la Isla de Contadora, Panamá, y allí se inició el largo proceso que culminaría con el resurgimiento de la democracia acompañada de la paz, hasta ahora mantenida.
Esta semana nuestro país será sede de la primera reunión entre el presidente Nicolás Maduro y el presidente interino, de la oposición y reconocido por 57 países, Juan Guaidó.
Los expertos en temas latinoamericanos estiman que es un buen inicio y que México podría colgarse la medalla de abrir los espacios para un dialogo pedido a gritos por los venezolanos e ignorado por Maduro durante los últimos dos años.
La diferencia entre Bernardo Sepúlveda y Marcelo Ebrard es enorme. El embajador emérito ha sido reconocido en todo el hemisferio y en el mundo entero por sus conocimientos de jurista, por su aplomo. Formó parte de la Corte Internacional de Justicia -de la que fue vicepresidente- el órgano máximo de justicia de la ONU. Embajador en Estados Unidos y el Reino Unido.
Las propuestas de México llevadas a las mesas de negociaciones por Sepúlveda, fueron ampliamente discutidas y sin pretender achacarle los excelentes resultados, sí fueron tomadas en cuenta sus opiniones. Contadora se convirtió en la piedra angular que sostuvo la construcción de la paz en los países centroamericanos en la década de 80-90.
México, en aquellos momentos no apoyaba, pero tampoco desconocía a los gobernantes. Sí se manifestaba por la búsqueda de acuerdos que les permitieran a sus pueblos recuperar la paz, en primer término y regresar al camino de la democracia en base a la libre decisión de los ciudadanos depositada en las urnas electorales. Y en las tres mediaciones, las opositores obtuvieron la victoria.
Los tiempos son diferentes de grado superlativo.
Es innegable la simpatía, empatía o excelente relación del presidente López y su empleado en Exteriores con Nicolás Maduro. Cuando Guaidó se proclamó presidente interino y 57 países lo reconocieron como tal incluidos Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, México guardó silencio argumentando la Doctrina Estrada.
La crisis en Venezuela, que ha expulsado a cuando menos 5 millones de personas a Colombia principalmente, no es menor. Quizá sea una de aquellas que se gestan en las intentonas de que el grupo gobernante -aunque sea un solo personaje el que decida todo- no escucha al pueblo, disuelve las instituciones, controla todas las actividades, encarcela a opositores y los mantiene tras las rejas sin juicios previos, saquea las arcas nacionales y deposita miles de millones de dólares en bancos ingleses e iraníes.
El hambre, la falta de medicamentos, la carencia de libertades, conformaron un coctel letal para el régimen del heredero de Hugo Chávez. Conforme avanzó el presente año, la empeoró y no son escasas las muestran de cómo niños, jóvenes, hombres y mujeres de edad media y mayores, los que hurgan entre los desperdicios. Buscan comida en la basura.
Maduro, mientras tanto, luce trajes blancos, cortados a la medida, bebe buenos vinos, come La carne Wagyu de Japón, que es la más valorada y exquisita del mundo.
Su estancia en el Palacio de Miraflores, pende de un hilo. Las sanciones de Estados Unidos, aplicadas por las expropiaciones ilegales de Chávez y continuadas por Maduro; el fracaso de la industria petrolera, en la que Petrolera de Venezuela, S.A (PDVSA) ha sido incapaz de procesar el “mayor depósito de crudo en América Latina”, el retiro de inversiones extranjeras de casi todos los países que tenían, salvo las chinas y rusas; el creciente desempleo y la persecución política de opositores, forman parte de la petición para el diálogo antes de que una revolución popular se haga presente y cobre miles de vidas.
Con los antecedentes de la cercanía de Maduro con López -de los pocos presidentes que acudieron a su toma de posesión-, probablemente quien sea el mediador -se presume que podría ser Ebrard- buscará inclinar la balanza hacia el lado equivocado.
Sin embargo, la postura del país, abrir la puerta a petición de Noruega, para el diálogo, es un avance significativo. Deseable que, aunque en un tiempo impreciso, se alcance la paz en Venezuela y la democracia encandile por su brillo.
E-mail: jesusmichel11@hotmail.com, Twitter: @misionpolitica, Facebook: Jesús Michel y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 16 a 17 horas por ABC-Radio en el 760 de AM.