Por Nidia Marín
El problema es que no hay una “política de estado” en la materia. Lo grave es que por esa carencia cada habitante efímero de Palacio Nacional actúa de acuerdo a la ocurrencia del día en cuanto al armamentismo y los conflictos internos en otras naciones.
Las políticas de estado, como se sabe, son aquellas que no varían a pesar del color partidista ideológico de cada gobierno. En México no existen como tales. Cada quien en materia de política exterior lanza de su ronco pecho lo que le da la gana.
Si, porque lo más que se ha expuesto, por ejemplo para este sexenio, es lo asentado en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 en el que se asegura:
“México ha recuperado los principios que hicieron de su política exterior un ejemplo mundial: no intervención, autodeterminación, relaciones con todos los pueblos basadas en la cooperación para el desarrollo, solución pacífica de los conflictos mediante el diálogo y rechazo a la violencia y a la guerra, respeto a los derechos humanos.”
También dice el mencionado Plan que tales principios normativos, enunciados en la fracción X del artículo 89 de la Constitución, son: “la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
Pero hoy eso es una entelequia, porque la determinación sobre la actuación de México se toma desde la “Silla del Águila” y de ahí el caprichoso comportamiento, en muchos renglones y también respecto al armamentismo y a los conflictos internos de las naciones. Nos referimos al presunto envío de armas y balas a Cuba por parte de México y a la intromisión mexicana en la problemática interna de los cubanos.
De ser verdad la remisión de armas, nuestro país se está metiendo entre las patas de los caballos, sin que exista un ordenamiento al respecto que parta desde el Congreso de la Unión.
Si es cierto, no sería la primera vez, sino que de nueva cuenta México metería su cuchara en conflictos ajenos, en este caso en Cuba, nación que gracias a la URSS llegó a convertirse en la principal fuerza militar armada del Caribe y de Centroamérica con 200 aviones cazas (Mig), solo superada por Estados Unidos que también tenía enormes intereses en Latinoamérica y la zona caribeña.
Pero, a toda capillita le llega su bla, bla, bla y hace exactamente 30 años (en 1991), tras la desaparición de la Unión Soviética (después de más de ochenta años de existir como tal y luego de la proclamación como repúblicas de varias de las naciones que la integraban), Cuba dejó de ser aquella potencia militar, aunque su gobierno continuó con la política diplomática para decir que era “potencia” pero médica, cultural, educativa y deportiva en la región.
Hoy anda pidiendo frías y México, ¡faltaba más! se las está dando, aunque esa política exterior proveniente de Palacio Nacional, donde traen los guantes puestos, cause estropicios internacionales a nuestro país.
Si las supuestas armas enviadas por el gobierno mexicano son utilizadas para reprimir a los cubanos, malo y si son contra algún otro país, peor, porque desgraciadamente México estaría involucrado.
Todavía el máximo habitante del zócalo no entiende aquello que cantaba Lupe Pineda:
“Cambia lo superficial / cambia también lo profundo / cambia el modo de pensar / cambia todo en este mundo”.
“Cambia el pelaje la fiera / cambia el cabello el anciano / y así como todo cambia / que yo cambie no es extraño”.