Y si me han de Matar Mañana…
Por Horacio Armando Hernández Orozco
“Vámonos con Pancho Villa”, película mexicana, dirigida por Fernando de Fuentes, con la actuación de Antonio R. Frausto (Tiburcio Maya), Domingo Soler (Pancho Villa), Manuel Tamés (Melitón Botello), Ramón Vallarino (‘Becerrillo’), Carlos López “Chaflán” (Rodrigo Perea), Raúl de Anda (Máximo Perea), Rafael F. Muñoz (Martín Espinosa) y Alfonso S. Tello (General Fierro); estrenada el 31 de diciembre de 1936.
Un grupo de valientes campesinos, conocidos como los Leones de San Pablo se unen al ejército de Pancho Villa durante la revolución mexicana; después de algunas batallas, con más derrotas que victorias, el grupo original es reducido, y una serie de problemas le lleva a replantearse su posición.
El guion está basado en la novela homónima de Rafael F. Muñoz, (quien actúa en la cinta) y fue desarrollado por de Fuentes y Xavier Villaurrutia; la fotografía estuvo a cargo de Jack Draper y como operador de cámara Gabriel Figueroa, además, Silvestre Revueltas compuso la música que fue ejecutada por la Orquesta Sinfónica Nacional.
Forma parte de la trilogía del director sobre la Revolución Mexicana, y está catalogada como la mejor película del cine mexicano del siglo XX.
UNA CAUSA JUSTA
En 1914 en el pueblo de San Pablo, hay un destacamento militar y cada noche matan a un centinela de un tiro en la cabeza, el capitán del regimiento tiene la firme sospecha de que el responsable es Miguel Ángel del Toro, un joven que dice haber vendido su carabina a un alzado, por lo que antes de ser juzgado por una Corte Marcial huye del lugar encontrándose con otros cinco vecinos del pueblo.
La Revolución Mexicana fue una guerra civil en la que participaron prácticamente, de alguna u otra forma, todos los sectores sociales del país; en esta cinta es un breve homenaje a la población civil, sobre todo la campesina, que decidió voluntariamente involucrarse en el movimiento armado, ello sin desconocer que en muchas ocasiones se daba la leva, que era ese reclutamiento obligatorio de soldados.
Este joven Miguel junto con Tiburcio Maya, Melitón Botello, Rodrigo Perea, Máximo Perea y Martín Espinosa, son llamados los “Leones de San Pablo”, y deciden unirse a la División del Norte de Pancho Villa, a quien ven como un líder que está peleando por una causa justa: Dar al campesino lo que es suyo la tierra para trabajarla.
En su entrevista con el Centauro del Norte, Miguel Ángel del Toro, por ser muy chamaco, Villa decide mejor llamarlo ‘Becerrillo’.
UNA LEALTAD A PRUEBA DE BALAS
Las tropas villistas están atoradas en las trincheras y cada intento de avanzar hacia la línea enemiga es repelida por una ametralladora que causa bajas en el pelotón; el General Villa arenga a Tiburcio Maya y le dice que en estos momentos es cuando se debe demostrar la valentía de esos llamados Leones; así que Tiburcio se pone de acuerdo con sus compañeros para arrebatar a los federales la ametralladora.
Muchos historiadores y biógrafos de Pancho Villa coinciden en la lealtad que le tenían sus soldados, es un tópico que va más allá de la disciplina militar, pues en muchas ocasiones las órdenes del General rayaban en el sacrificio humano; se cuenta que el hombre más leal a Francisco Villa fue su General Fierro, quien estuvo a su lado en las batallas decisivas de la División del Norte. Fue uno de los dorados más implacables que permaneció hasta el final a las órdenes de su general.
En la cinta se muestra esa lealtad que los soldados le tenían a su General, pues Máximo Perea muere de un balazo en la espalda saludando a Villa después de mostrar su heroísmo robando la ametralladora del Ejército Federal; mientras que en otra de las incursiones para derrotar al enemigo que está apostado en un fortín, Martín Espinosa llega prácticamente al pie de barda y arroja dos granadas hechizas antes de recibir sendos disparos de bala que lo dejan tendido sobre un maguey.
LA VALENTÍA IRRACIONAL
En una plática que tienen Los Leones de San Pablo, saben que cada día que pasa la cosa se está poniendo más dura, Tiburcio pide que si el muere, los que le sobrevivan cuiden de su familia, por su parte Rodrigo Perea sólo pide morir entre amigos y que alguien le cierre lo ojos al morir, y así sucede, pues son rescatados antes de ser colgados por los federales, pero una bala amiga le da muerte y Tiburcio le cierra los ojos.
Seguramente se vivieron muchos actos de heroísmo durante el movimiento revolucionario, pero también de muchas muertes injustas, como si alguna de ellas fuera justa; de hecho, se señala que el año de 1914 fue el más sangriento de la Revolución, lleno de muertes irracionales sólo por mostrar actos de supuesta valentía en negación de la cobardía.
Los Leones restantes son honrados como los Dorados de Villa, la posición más alta de la División del Norte; en una cantina están 10 hombres sentados alrededor de una mesa cuando entran y se sientan los tres Leones, pero un soldado asegura que 13 hombres alrededor de una mesa dan mala suerte, y entonces deciden tirar una pistola cargada, y el hombre que muera será el cobarde que lo merecía.
No sólo había actos de heroísmo sino de necia valentía, pues un villista será todo lo malo que puede ser, pero nunca un cobarde, así que jugándose la vida más allá del campo de batalla, se demostraba la valentía; y es así como Melitón Botello recibe en la panza el disparo, pero él no es ningún cobarde y con la declaración de “Ahora verán cómo muere un León de San Pablo,” se suicida.
La sin razón por la vida propia, también lo era por la vida ajena, Becerrillo enferma, Villa, temiendo que el muchacho haya enfermado de Viruela, ordena a Tiburcio, que lo incinere vivo para proteger a la bola. Tiburcio obedece la orden, pero le da muerte antes de quemarlo; mostrando así una humanidad que ya no existe en el General Villa.
La cinta de Fernando de Fuentes, desmitifica fríamente, no sólo el movimiento de la revolución, sino a la propia figura de Francisco ‘Pancho’ Villa, nacido como Doroteo Arango, que falleció precisamente un 20 de julio, pero 1923.
Existe un final alternativo, que no vio la luz sino hasta la década de los ochenta, cuando se transmitió por televisión una versión hasta entonces desconocida, que incluía un final aún más desolador al que se exhibió en 1936; se ignora si este final fue censurado, o si el propio De Fuentes decidió eliminarlo por encontrarlo innecesario o demasiado cruel.
Nadie duda de ese pueblo valeroso que se sumó a la lucha armada y a sus actos de heroísmo, pero tampoco se podrá dudar sobre los estragos que la guerra causó en esos combatientes que los hizo cuestionarse sus ideales y dejarse llevar por el desencanto de la lucha.
Pero, ¿será cierto que la revolución ya le hizo justicia a ese pueblo combatiente?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…