La Libertad y la Crítica

La Tiendita de los Horrores

Por Gerardo Gil Ballesteros

Lucha constante que sí de vez en cuando no incomoda, algo se está haciendo mal, es el del ejercicio de la crítica y la libertad de expresión. Sujeto a linchamientos cobardes matutinos desde la tribuna del poder en estos días, la revisión aguda del ente público es indispensable para la reflexión. Se aplica a la esfera administrativa y por supuesto al arte.

A estas alturas, aún hay que hacer un trabajo de convencimiento sobre el equilibrio que, por ejemplo, en las artes entraña la crítica. Reflexión, complemento, compañía de una obra. Invitación al análisis que si va acompañada de humor e incluso de ironía, dan mayor sentido del ritmo al comunicar. No a todos agrada este ejercicio. En alguna ocasión un director de cine envío a quien esto escribe un mensaje por redes poco amable digamos de esa manera, por un texto publicado sobre su más reciente filme.

En realidad, la crítica incluso tiene un valor por sí mismo. No aquella que se preocupa de poner churritos y palomitas a un filme o trabajo audiovisual, sino aquella que bucea, se mete de lleno en las pulsiones de una obra. Aclarar lo oscuro, oscurecer lo claro, dicen por ahí. Ver más allá de lo evidente y desnudar la obra que se tiene ante los ojos o en posesión de tus sentidos.

Varios autores han dedicado en alguna parte de su vida, textos ensayos nada ligeros, pero a la vez accesibles,  al ejercicio de la crítica. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, dedica en La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary, publicado en 1975, una disección a la obra cumbre de Gustave Flaubert.

El libro sirve no solo para conocer las pulsiones y estructuras de la novela, es útil también como reflexión sobre los elementos que se necesitan para desarmar una obra. Vagas Llosa, también hace un importante análisis del ejercicio de la crítica en La tentación de lo imposible. El ensayo, publicado en 2004, disecciona ni más menos que a Los Miserables, la inmortal obra de Víctor Hugo (indispensable el lugar común) y le habla de hecho de tú a tú al autor, al señalar excesos al francés en su creación del narrador, por ejemplo.

De especial interés es el capítulo dedicado a Gavroche el niño artillero, el ángel de cara sucia, que ayuda a los insurgentes en sus batallas y muere en un acto de valor que le da una dimensión ética y moral al arquetipo que luego explotarían autores y ficciones.

Tomar a este personaje que no es protagonista de la obra es una muestra de cómo un análisis serio, otorga a la crítica, cuando está bien realizada y se toma en serio por sí misma una dimensión independiente. De un carácter propio.

Otro ejemplo, puede ser Gabriel García Márquez, que en 1959, publicó un texto periodístico a media cuartilla sobre Los 400 golpes (Truffaut, 1959). En resumen, además de apuntar que es una película excelente, añade que le cuesta trabajo decir por qué. En la afirmación del entonces joven escritor, se nota naturalidad e ironía al dejarse seducir y confesarlo, por la obra.

El texto, era un adelanto de la cercanía que el premio Nobel tendría con el cine. Y hay más autores que han entrado al ejercicio de la crítica o el análisis del fenómeno cinematográfico, Carlos Fuentes, por ejemplo. Muy recomendable el ensayo Pantalla de plata, publicado en 2014, sobre sus personalísimas memorias con el séptimo arte.

Fuentes sería autor de guiones fílmicos como Tiempo de morir (Ripstein, 1965) y siempre vivió cercano al mundo del cine. Pero para construir una obra basada en la crítica se requiere elemental ejercicio de la libertad y quizá un poco o mucho de desparpajo.

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