Por Silvestre Villegas Revueltas
A principios de año cuando en Estados Unidos todavía seguía debatiéndose el asunto de las elecciones presidenciales, la reticencia de Donald Trump a reconocer el triunfo del candidato demócrata y los llamados de Biden en torno a que su triunfo electoral le daba la legitimidad necesaria para gobernar a favor de todos los estadounidenses, un editorialista del periódico español El País desmenuzó la trayectoria de actuación política del habitante del estado de Delaware señalando: es un halcón que de décadas atrás conoce y ha formado parte de las políticas meridianas que se desarrollan a favor de los intereses de Washington. Trump es belicoso y naif en cambio Biden es peligroso y asertivo.
Por su lado Vladimir Putin, todo mundo subraya su pasado como agente de la KGB, pero pocos reflexionan en torno a que es el típico producto del gobernante euro-asiático: absoluto y todo poderoso mientras dure el reinado.
El presidente ruso comenzó soportando la retahíla de risotadas de presidentes y gobiernos occidentales y se propuso, a un alto costo, recuperar la primacía rusa en ciertos aspectos muy puntuales del juego geopolítico del contemporáneo mundo globalizado. El establishment gringo, sus adláteres europeos y las muy parciales cadenas de información se desesperan y han condenado muchas de las actuaciones autoritarias del régimen putinesco, pero se les olvida que buena parte del mundo actual no comulga con las supuestas bondades de los gobiernos autollamados liberales, demócratas, de valores occidentales pertenecientes al capitalismo imperial -y son muchos gobiernos y miles de millones de personas. Con lo anterior no quiere decir que los últimos sean buenos, honestos y tolerantes; lo que quiero señalar es que el modelo estadounidense no gusta ni sirve a todos los países y ello debe ser comprendido arriba del Río Bravo.
Putin y Biden tuvieron la semana pasada un encuentro en la ciudad de Ginebra, Suiza, donde, de acuerdo a las agencias de noticias discutieron temas en las que las dos potencias tienen intereses y visiones contrapuestas; se colaron ciertas informaciones en torno a la ciberseguridad, a la vida del opositor ruso Navalni, el regreso de los embajadores y las forzadas sonrisas contrastaron con el fuerte choque tenido entre los enviados estadounidenses y los representantes chinos en una reunión bilateral celebrada meses atrás en Alaska. Aunque el mundo se ha reducido producto de la globalización, Rusia y los Estados Unidos tienen agendas propias y agendas compartidas, por ejemplo, desde el tiempo de los zares una preocupación moscovita ha sido las conquistas hacia el sur más cálido y salidas a mares que los conecten más rápidamente con el Mediterraneo, el mar de China, el Atlántico norte y el Pacífico a partir de las islas Kuriles y las arrebatadas al Japón al terminar la Segunda Guerra Mundial.
Por su lado los gobiernos en Washington consideran el hemisferio occidental, propiamente el Continente Americano como su área de exclusividad y seguridad inmediata. Lo anterior se vio en el combate a las revoluciones socializantes en Hispanoamérica durante la Guerra Fría y el actual desagrado respecto a la política de las vacunas Covid proporcionadas por China y Rusia a ciertos países como el nuestro, Argentina y otros que todavía andan escasos de biológicos de las compañías americanas y europeas. A semejanza de Roma los Estados Unidos han construido un imperio que empieza y se engrandece con campañas militares, pero también se potencializa con el llamado imperialismo cultural, léase productos fílmicos, industria de la moda que lo mismo va de los pantalones de mezclilla o jeans, pasando por toda la tecnología del confort hasta las formas de la comida rápida y sus productos. Pero uno de los aspectos más importantes son los modelos educativos, la posibilidad de realizar carreras académicas en universidades estadounidenses y la preponderancia absoluta del idioma inglés; estimado lector consulte la jerga que los profesionales mexicanos del diseño, de la mercadotecnia, de la arquitectura y demás ramas profesionales como la economía utilizan en sus actividades diarias y podrá darse cuenta de lo que los idiomas han perdido lo mismo en México que en España o Italia. Yo por eso me estoy preparando para el back to school del próximo mes de agosto.
En fin, como dije al inicio de estas letras, hay que seguir muy de cerca el accionar de los halcones Biden y Putin. El primero nos interesa más porque son nuestros vecinos. Hasta el momento nos han dado palo y zanahoria y ya nombraron al embajador Ken Salazar para que venga a México; ello no quiere decir, y lo repito una vez más, no significa que nos vaya a ir mejor con un político-diplomático de origen mexicano. Eso lo sabemos muy bien quienes hemos estudiado las relaciones históricas y culturales entre los mexicanos, anglos y mexicano-americanos; la cortesía y la buena política debe producir la suficiente confianza para invitar a los presidentes Putin, Xi, como a Boris Johnson y al rey Felipe VI o su representante en el marco de las celebraciones del Bicentenario de la mexicana.