Y en Plena Sequía en México se Advierte de los Daños que Causa la Desertificación

A la Vuelta de la Esquina

Por Iván Ruiz Flores

Arma que favorece la migración y el hambre, la desertificación gana terreno en el mundo y… en México. Sus consecuencias, como se ha dicho una y otra vez, van desde la disminución en la producción alimentaria, infertilidad y salinización del suelo, reducción de la capacidad de recuperación natural de la tierra, incremento de las inundaciones en las partes bajas de las cuencas, escasez de agua, sedimentación de cuerpos de agua, agravamiento de problemas de salud debido al polvo transportado por el viento (infecciones oculares, enfermedades respiratorias y alergias) y alteración de los ciclos biológicos, hasta la pérdida de los medios de subsistencia de las sociedades.

Nuestro país hoy en este año 2021 exhibe sus debilidades que son muchas. Los especialistas consideran las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, genéricamente denominadas tierras secas, se caracterizan por tener condiciones climáticas particulares, como son la precipitación escasa e irregular, una gran diferencia entre las temperaturas diurnas y nocturnas, suelos con poca materia orgánica y humedad, además de una elevada evapotranspiración potencial. Estas características propician que los asentamientos humanos se establezcan alrededor de las pocas fuentes de agua disponibles (como ríos, manantiales o pozos) y que éstas sean muchas veces sobreexplotadas o contaminadas.

Aseguran los agrónomos que en México, las tierras secas (áridas, semiáridas y subhúmedas secas) se encuentran principalmente en los desiertos Sonorense y Chihuahuense y en las regiones centrales influenciadas por el efecto de sombra orográfica generada por las Sierras Madre Occidental y Oriental.

Explican que con base en un estudio realizado por la Universidad Autónoma Chapingo (en 2011), las tierras secas de México ocupan aproximadamente 101.5 millones de hectáreas, poco más de la mitad de nuestro territorio.

De dicha superficie, las zonas áridas representan el 15.7%; las semiáridas, el 58% y el 26.3% restante corresponde a las zonas subhúmedas secas.

Hasta ahora se desconoce la política del actual gobierno en esa materia, no obstante que anualmente se celebra en el mundo el Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía que, en el caso de este año se centra en la transformación de las tierras degradadas en tierras sanas.

Y de ahí que el título sea “Restauración. Tierras. Recuperación”, porque explica la ONU:  La restauración de las tierras degradadas contribuye a la resiliencia económica, a la creación de empleo, al aumento de los ingresos y a una mayor seguridad alimentaria; ayuda a recuperar la biodiversidad; permite capturar el carbono atmosférico que calienta la Tierra, disminuyendo así el efecto del cambio climático; y favorece una recuperación verde de la pandemia de Covid-19, ya que la restauración de los paisajes naturales reduce el contacto directo entre la vida silvestre y los asentamientos humanos, lo que crea una barrera natural contra las zoonosis.

Hoy más que nunca es importante esta celebración, porque, aseguran que tres cuartos de la tierra del planeta, que no está cubierta de hielo, ha sido alterada por el ser humano para satisfacer la creciente demanda de alimentos, materias primas, carreteras y hogares. “En estos momentos, evitar, ralentizar y revertir la pérdida de tierra productiva y de ecosistemas naturales es tanto urgente como esencial para lograr una rápida recuperación de la pandemia y garantizar la supervivencia a largo plazo de las personas y el planeta”.

Afirma la ONU que los compromisos actuales de más de un centenar de países, ya acordados con motivo del comienzo del Decenio de las Naciones Unidas Sobre Restauración de los Ecosistemas, concretan la restauración de cerca de 800 millones de hectáreas-comparable en tamaño a la superficie de China- a lo largo de los próximos 10 años. “Si restauramos esas tierras, podemos conseguir enormes beneficios para las personas y el planeta”, exponen.

La fecha es pasado mañana 17 de junio. Luchemos en contra de la desertificación causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas.

La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.

Por cierto, la degradación de las tierras menoscaba el bienestar de hasta 3.200 millones de personas y el cambio en el uso de suelo constituye el principal impulsor de enfermedades infecciosas emergentes en humanos, de las cuales más de un 60% son zoonosis.

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