Por Alfredo Mejía Montoya
México, México es más grande que sus problemas y merece nuestra atención, no solo una mirada y un esfuerzo, sino todos los esfuerzos en todos los espacios y en todos los tiempos. Son aires libertarios los que se empiezan a sentir de nuevo, cuántas y tantas cosas tenían que suceder, cuántas promesas no cumplidas tenían que pasar, para darnos cuenta que estábamos escondidos en el sótano de la ignominia, cuánta dignidad perdida, cuántas muertes tuvieron que ocurrir para darnos cuenta, que las cosas no andaban bien.
Cuántos amigos, hermanos, padres, madres tuvieron que morir durante la pandemia que no acaba de terminar; cuantas muertes ha dejado la inútil estrategia de lucha contra la delincuencia, la simple, la vulgar, la cotidiana, la de la corrupción oficial, la organizada, y en últimas fechas, la electoral. Cuantas más muertes aceptaremos, antes de darnos cuenta de que, si estamos unidos y pensamos en nuestro país y en nuestra población, pobres y ricos, trabajadores y subsidiados, citadinos y rurales, aprendices y maestros, corruptos y corrompidos, podemos cambiar el estado de cosas que nos suceden y no nos están dejando nada bueno.
Todos los días, desde palacio nacional el presidente Andrés Manuel López Obrador manifiesta que el país está muy bien, que la economía crece, que los empleos se recuperan, que las remesas rompen récords, que habrá una nueva rifa oficial para el mes patrio… pero en ningún momento escuchamos, que el INSABI ya tiene camas, equipos nuevos, que el inventario del cuadro básico de medicinas necesarias esta al cien por ciento en los hospitales públicos del país, que los niños con cáncer ya tienen sus medicamentos y tratamientos, que los asaltos comunes a toda la población han disminuido en verdad, que el estado está generando cientos o miles de empleos para recuperar la economía perdida desde 2019, 2020 en la pandemia y estamos en 2021 a mediados y no se vislumbra un cambio positivo, y la población no está sorda, está al pendiente de lo que ocurre, y con pena más que con resignación, nota que no está pasando nada de ello, como lo prometieron.
Los vientos democráticos parecen sentirse de nuevo, soplan vientos fuertes en el rostro triste de quién no tiene empleo, de quien no tiene que comer el día de hoy o de mañana, y la pandemia sigue contagiando a los que menos tienen, las dósis de vacunas están guardadas en el orden de más de diez millones, sin inocularse y salvar a un mexicano más o de no enfermarse gravemente por el virus; cuántos muertos más tienen que haber para que el régimen pueda darse cuenta que sus estrategias en los temas de salud, pandemia, delincuencia organizada, inseguridad, de la falta de empleos, la respuesta amigo, como dice Bobby Dylan está en el viento, si en ese viento huracanado que ya sopla cada vez más fuerte, y que sopló el 6 de junio pasado, cuando la ciudadanía dejó la apatía democrática y salió a ejercer su derecho al voto y tratar de recomponer la vida política. Y su primera acción provino en una gran parte de los votantes jóvenes, urbanos, de la periferia, de la clase media de la Ciudad de México, y que muchos de los cuales, apoyaron al hoy inquilino de palacio, en las votaciones presidenciales de 2018.
Y los otros votantes, de aquí y de allá, si bien continúan apoyando al régimen que les obsequia, regala y proporciona subsidios mediante programas sociales supuestamente prioritarios, no fueron suficientes para darle de nuevo al partido en el poder, la mayoría absoluta, calificada y simple en la Cámara de Diputados, que fue realmente el principal objetivo de los votantes en la histórica votación del 6 de junio 2021.
Votación en que la participación ciudadana fue del 51.4786% de los 93 millones de votantes potenciales del padrón electoral, según el INE, es decir, sufragaron su voto 47’875,098 el mayor número y porcentaje en unas votaciones intermedias. El objetivo era recuperar la Cámara de Diputados para que no se siguiera dilapidando el capital político y democrático que al país y a la ciudadanía le han costado tiempos estelares edificarla, y que afortunadamente llegaron las elecciones para impedir su completa destrucción.
Por un lado, analizando aspectos significativos, el partido oficialista obtuvo triunfos importantes al ganar en 11 entidades federativas, sin embargo uno de los estados más importantes del norte del país, Nuevo León le fue arrebatado por un candidato joven del Partido Movimiento Ciudadano (MC), y el bastión central del poder político del gobierno, si bien lo era la CDMX, ha dejado de tener la rectoría en 9/10 de las Alcaldías de su territorio, lo cual es un golpe mortal a las aspiraciones de su Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum para suceder al presidente López Obrador; y esa debacle no solo paró ahí sino que también varios de los Municipios más grandes electoral y económicamente hablando del Estado de México le fueron arrebatados de su dominio al partido oficial. Considerando que el número de votantes tanto en la CDMX como en el EDO MEX, son mayor en número, que en todas las entidades federativas en donde la ciudadanía eligió al partido en el poder. Por lo que no logró conservar la mayoría calificada en la Cámara de diputados.
La decisión del pueblo se pronunció en una revisión al ejercicio del poder del presidente Andrés Manuel López Obrador, señalando que fue el propio mandatario mexicano el que se convirtió en una elección como si fuera un referéndum o una revisión sobre su mandato, al cual el inquilino de palacio apostó a que su nivel de aprobación según encuestas (mas del 50%) haría a los votantes olvidaran el criminal manejo de la pandemia de Covid-19, de la inseguridad y de una economía que no ha crecido en dos años. Y su promesa de combatir la corrupción retiembla en sus centros la tierra sin una solución palpable, sobre todo la supuesta corrupción en el NAICM de Texcoco, cuyo costo de cancelación lo pagaremos todos durante varios años y el tema está muy sensible en la mente de los votantes.
Como en todo, donde hay voluntades endógenas y exógenas, habrá ganadores y perdedores. Y ¡otros que pierden… ganando!
Indudablemente unos de los grandes ganadores fue el Instituto Nacional Electoral (INE), pese a la violencia que marcó a estas elecciones, desde afuera y desde dentro de palacio nacional.
Los grandes perdedores, el partido oficial, al perder en el bastión político a nivel nacional entre nueve a diez Alcaldías en la CDMX, Claudia Sheinbaum como candidata natural a suceder a AMLO; Dolores Padierna, Alfonso Ramírez Cuellar, Pablo Gómez puntales de la izquierda mexicana, y claro, el presidente Andrés Manuel López Obrador aunque se diga que él no estaba en las boletas de elector para estos comicios, es cierto, no estaba, ni debía estar, pero fue uno de participantes más asiduos a la campaña del partido oficialista, no había día que no expresara su voz y su esfuerzo como si él fuera a contender, arengando a sus seguidores y votantes a apoyar a su partido… lastimando a la ciudadanía, a los empresarios, a los medios de comunicación, a los escritores críticos del régimen, a los inversionistas, todo ello con dinero público, ¡sin reportar al INE sus gastos de campaña! atacó a instituciones, organizaciones no gubernamentales, vaya hasta al gobierno de Estados Unidos de Norteamérica supuestamente por apoyar financieramente a grupos opositores a su gobierno, lo cual posteriormente el gobierno de EEUU, sin contestar la carta diplomática enviada por el gobierno mexicano, confirma el apoyo a los organismos no gubernamentales como el de Mexicanos Contra la Corrupción e Impunidad (MCCI) y del mundo que apoyen a investigar actos de corrupción.
El ejercicio más democrático de la política en México indudablemente ha servido para que la ciudadanía, se percate de que ningún falso mesías, puede venir a destruir las instituciones que tanto tiempo ha costado construirlas, pese a los gobiernos autoritarios que también ha habido en el pasado, y los mexicanos, cansados, decepcionados y ofendidos, están hartos de la autocracia represiva, y continúan prefiriendo el pluralismo y la democracia libre, a un régimen autoritario de un solo hombre…
freedomm
