Por Iván Ruiz Flores
El accidente de la Línea 12, “Línea Dorada” o “la vil porquería” ha traído como consecuencia que las popularidades de varios políticos estén en picada, a partir de la pésima respuesta que, desde uno y otros lados, dieron a los ciudadanos.
Empezando por el presidente y su “¡al carajo!” enviado a los deudos de las víctimas, lo que le ha costado la censura y el descrédito no solamente de los habitantes de la Ciudad de México y de todo el país, sino internacionalmente, en Europa, el Continente Americano y hasta en la Cochinchina.
Los otros dos, que ya calentaban motores y se hacían sentados en “la silla del águila”, ahora ven sus posibilidades disminuidas, con todo y la terquedad presidencial de pretender dejar en el cargo a uno de sus cuates… cuando abandone el poder, lo que podría suceder en el 2028 o en el 2030, dependiendo del aguante de los mexicanos que, como ya se ha visto, andan de mecha corta, por lo que a lo mejor no llega ni al 2024.
Aquella frase le costó tres puntos entre los mexicanos, al reprobar de tal manera la poca importancia que otorga López Obrador a las familias que sufren. Él ya había sido castigado en su popularidad por razones de falta de sensibilidad, como ocurrió con los centenares de muertos por la pandemia, cuyas familias le han merecido escaso respeto.
Hoy, aun con el virus a cuestas en el país y con una serie de accidentes que pudieron haberse evitado si se hubiera dado el mantenimiento adecuado, el descenso acelerado en la aprobación es inevitable, lo cual lo mantiene enfurecido, al tiempo que ahora sí pide disculpas, no porque sienta que sus gobernados las merecen sino porque está un proceso electoral en puerta en el cual López Obrador en lugar de ser un activo para su partido como lo fue en 2018, se ha convertido en un lastre, en un pasivo. De ahí que trate de revertir lo que su orgullo y majadería sepultaron.
Los casos de Marcelo Ebrard y de Claudia Sheinbaum son, a la vez que un reflejo del desgaste presidencial, consecuencias de lo que han estado sembrando, el primero desde hace muchos años y ella debido a la insensibilidad hacia los demás que la ha caracterizado siempre (y su protección a la persona equivocada, en este caso Florencia Serranía), sobre todo ahora que “gobierna” la Ciudad de México.
Ebrard, conforme a la encuesta de El Financiero, cuando apenas habían pasado quince días del fatídico 3 de mayo, ya tenía negativos de 43, cuando anteriormente estaba en 27.
Ella, a su vez, acumulaba 32, pero con anterioridad al “metrazo” sólo tenía 21 negativos.
Para los tres personajes del actual gobierno, la denuncia presentada por Marisol Tapia, madre del adolescente de 13 años Brandon Giovanni Hernández Tapia, quien falleció en el accidente, pero cuya muerte fue sistemáticamente negada en el gobierno capitalino y por la titular del mismo Sheinbaum, ha sido el deslustre, el desdoro de estos personajes que, como decían las abuelas, se sentían “hechos a mano” y lo que han demostrado es absolutamente una falta de sensibilidad social.
Y por cierto, si aun no entienden lo que está sucediendo, hay que recordar que el desprecio o la indiferencia que muestran algunas personas en situaciones donde el sufrimiento es colectivo, en los avatares políticos sí se paga muy caro.
Si señores y señora, la sensibilidad social no se compra. Ayudar a los demás cuando lo necesitan, simplemente cumpliendo con su deber, siempre tendrá una respuesta positiva, de lo contrario, como dice la canción… “ya saben, ya saben…”