El país de las emociones tristes.
Una explicación de los pesares
de Colombia desde las emociones,
furias y los odios.
Mauricio García Villegas.
Editorial Planeta,
Bogota, 2020.
Por David Marklimo
En su libro Ética demostrada según el orden geométrico, Baruch Spinoza plantea que es posible usar la geometría para entender el comportamiento. Es decir, se trata de explicar cómo es posible que una persona pase de la tristeza a la alegría, de la servidumbre a la libertad y de la impotencia a la potencia. Para Spinoza, esto es posible debido a la existencia de emociones amables y emociones tristes. La rabia, la envidia, la venganza, el miedo, la desesperanza, la indignación y la vergüenza son parte de estas últimas, siendo el amor, la amistad la más célebres de las emociones amables.
Estos postulados, entenderlos bien, son la base para que Mauricio García Villegas explique lo que está sucediendo en su país, Colombia. La premisa es la siguiente: el malestar político y social colombiano proviene de manera importante de las emociones que nos guían: el odio, el resentimiento… Spinoza, pues. Lo que tenemos aquí es una mirada a la interacción entre las emociones y la política, para comprender el estallido social que sacude a la sociedad colombiana.
En Colombia se han tenido demasiados conflictos que se habrían podido resolver pero que terminaron en una guerra, con sus altos costos humanos. De igual forma, demasiados proyectos que se han podido llevar a cabo pero han acabado carcomidos por las disputas entre facciones. Al más puro estilo calabrés, demasiados consensos que se rompieron por rencores, demasiadas leyes que se enredaron en las contiendas, demasiados buenos propósitos que se malograron en los odios. En síntesis, demasiadas buenas ideas estropeadas por emociones tristes. Para García Villegas, alimentar esas emociones tristes es lo que genera ciclos de venganza y rabia, que deben ser combatidas a través de la inteligencia y las buenas relaciones.
Hay un punto donde lo íntimo, la manera de ser de las personas, se convierte en político y eso generalmente sucede con la interacción social; es decir, con la reacción que se tiene a las malas o buenas experiencias. Por supuesto, influye también el contexto, en el caso colombiano -como en el mexicano- la herencia española. García Villegas nos muestra la relación entre las emociones y cultura de española, (aquello que tenemos de temperamentales, nuestro dejar estar), que se han traducido en varias estructuras sociales importantes: el apego a la religión, a una idea de familia, a la proliferación y a la vez el incumplimiento constante de las leyes. Influye, por supuesto, el contexto, las particularidades geográficas e históricas colombianas, que han generado sus emociones, en la desconexión que hay entre quienes están en la política y el pueblo en general, en las provocaciones hechas desde diferentes bandos políticos para desconocer la naturaleza del otro y pensar en este siempre como un monstruo irracional, pero, sobre todo la larga tradición de emociones tristes, que en vez de disminuir, han aumentado con el paso del tiempo, alimentando odios, miedos y venganzas.
Finalmente, el estallido social que azota las calles de Colombia tiene que ver también, con la injusticia social, el despotismo, los intereses de la oligarquía, la incapacidad administrativa y la corrupción; pero todos estos pesares habrían sido más fáciles de superar si no hubiesen estado envenenados por las furias de la política, por el cerramiento emocional de los espíritus. ¿Cómo explicar esto? Siguiendo la tesis de este libro, si en todas las sociedades (como en las personas) existe una tensión interna entre, las emociones tristes y las emociones amables, la resolución del drama en Colombia pasa por promover estas últimas.
Es decir, habría que tener actitudes basadas en la benevolencia, la civilidad, la compasión, el respeto y la simpatía. Se trata, pues, de que el odio y la venganza no sean las principales características de una sociedad. Casi nada.