El Histórico y Oscuro Intervencionismo Estadounidense

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

En artículos anteriores he tratado la difícil relación que de dos siglos atrás ha existido entre dos estados soberanos: México y los Estados Unidos de América. En dichos textos he insistido que todos los presidentes mexicanos, desde el general Guadalupe Victoria, Santa Anna, pasando por Porfirio Díaz,  Plutarco Elías Calles, López Portillo, Salinas y actualmente López Obrador, todos y repito todos, han tenido que lidiar con los afanes expansionistas, militaristas, paranoicos y en sentido opuesto de cooperación y solidaridad social/laboral que definen una relación compleja, traumática como diría don Edmundo O´Gorman y al mismo tiempo de profunda admiración popular con ribetes de “llegar hasta la ignominia”. Aún más y siendo profundamente consciente de las críticas acerca de la teoría de la dependencia: en la relación mexicano-estadounidense existe una dependencia, pero asimétrica.

Bajo lo anterior y en 1864, el presidente Benito Juárez le señaló a su infatigable enviado plenipotenciario en Washington, Matías Romero, que no solicitara apoyos oficiales americanos para con el gobierno republicano que el oaxaqueño encabezaba y tampoco permitiera que particulares, léase personajes como Manuel Doblado, Guillermo Prieto o Jesús González Ortega pidieran respaldo financiero, armamentístico o político del gobierno de Abraham Lincoln, luego Andrew Johnson porque: estar en deuda con los Estados Unidos es muy peligroso. Agregaba, ellos se cobran con intereses más onerosos que los financieros, materializándose sus perennes demandas en concesiones de tránsito, tratados comerciales, injerencias en la política exterior mexicana y demás pretensiones contrarias a la salud, integridad y bienestar soberano de la república mexicana. El “Benemérito de las Américas” continuó su razonamiento subrayando un pensamiento cardinal que en todas las oficinas públicas y privadas debería estar grabado como mandamiento pétreo, siguiendo el relato del devenir mosaico: México no debe esperar, ni es conveniente que espere, que otros hagan lo que es obligación de sus autoridades y deber soberano de su pueblo.

La gesta maderista tiró la dictadura porfiriana y los mexicanos hicieron la Revolución Mexicana, en cambio el exilio cubano en Miami,  siguiendo su histórica dependencia estadounidense, no ha podido acabar con el régimen resultante de la Revolución Cubana. Más reciente, los sandinistas tiraron la dictadura somocista y luego… en cambio la variopinta oposición en Venezuela, con toda la ayuda de la OEA, de la UE y de los alineados medios de comunicación no ha logrado ni insurreccionar al sufrido pueblo venezolano, ni sacado al impresentable gobierno de Nicolás Maduro. Los genuinos cambios en un estado soberano se producen solo con el accionar de sus elementos nacionales, aunque pueden recibir ayuda externa, apetecible pero no necesariamente conveniente.

Pero volvamos al injerencismo estadounidense. Eduardo Galeano publicó en 1967 y en Montevideo un libro sobre sus experiencias en la Guatemala de esos años; el pasado 2020 la editorial mexicana Siglo XXI editó el mismo texto con el título “Guatemala. Ensayo general de la violencia política en América Latina”. Galeano como otros tantos autores latinoamericanos de los siglos XIX al XXI llegó a la misma conclusión: la violencia política en el subcontinente tiene como definición y denominador común, o bien la incompetencia de las autoridades nacionales en resolver los problemas de sus pueblos, o por el contrario, pocos y señalados gobiernos nacionales que trataron de mejorar las condiciones de vida de sus pueblos, llevaron a cabo reformas que chocaron frontalmente con las inversiones de las élites locales perfectamente entramados con los intereses de España, Inglaterra, Francia, Alemania y particularmente los Estados Unidos, en ese orden de sucesión histórica.

La edición de Galeano agrega en su diseño de portada a la infame United Fruit Co., que promovió todo tipo de golpes de estado y asesinatos de luchadores sociales a lo largo del istmo centroamericano. Pero podríamos referirnos a los muertos debidos a los marshalls de Arizona en la huelga de Cananea, la violentísima y corruptora acción de la mafia italo-americana en Cuba, a “los asesores” americanos en el Cono Sur durante el tiempo de las dictaduras (1970s). La represión en Brasil, Bolivia, Colombia, Chile por la defensa de los recursos naturales, se le combatió a partir de acciones criminales perpetradas por fuerzas paramilitares locales entrenadas por individuos provenientes de los sótanos de las organizaciones de inteligencia americana.

Hace un par de décadas atrás cuando el historiador Enrique Krause era más liberal, por decir lo menos, escribió que a diferencia de lo sucedido con los pueblos italiano, francés, inglés  que estaban muy agradecidos por lo hecho después de la Segunda Guerra Mundial, en América Latina, especialmente la zona geográfica del Río Bravo hasta la amazonia venezolana y colombiana, la percepción de los pueblos y sus gobiernos era la de unos Estados Unidos violento, impositivo, colaborador y sostenedor de los intereses latinoamericanos más excluyentes y rapaces para con sus connacionales. Como lo dije líneas arriba, ello lo han afirmado intelectuales, artistas, cientistas sociales, pero también ha sido motivo de producciones fílmicas, de documentales latinoamericanos y curiosamente de estadounidenses, más allá de la superficialidad de Hollywood.

Para terminar, cuando se escriben estas líneas, el gobierno mexicano de López Obrador ha señalado que mandará una protesta a la administración americana porque han detectado que de años atrás, desde Washington se ha estado financiando a la organización “Mexicanos contra la corrupción”, entidad donde intervienen dos malqueridos y malquerientes de la 4T: Claudio X. González y María Amparo Casar. El presidente los ha señalado de conservadores, contrarios a su proyecto y golpistas; no es el lugar y no tengo el conocimiento del funcionamiento de dicha organización. Lo que sí puedo afirmar como historiador y analista del devenir cotidiano es lo siguiente. La experiencia latinoamericana y mexicana ha identificado que, a lo largo de más de un siglo, el intervencionismo del gobierno e intereses estadounidenses siempre han estado detrás de organizaciones supuestamente altruistas, supuestamente de cooperación bilateral, supuestamente promotoras del desarrollo, supuestamente estudiosas de la lengua y religiosidad mesoamericana como el Instituto Lingüístico de Verano. Segunda parte, a López Obrador le están cobrando su tibiez en reconocer el triunfo de Biden. Definitivamente somos malos en descifrar las elecciones y afecciones presidenciales en EEUU, recordemos el regaño de Clinton a Salinas, la perplejidad de Bush Jr. frente al inicial silencio mexicano frente a los avionazos del 11 de septiembre; la displicencia de Obama porque sabía que el gobierno mexicano había apoyado al candidato republicano. Y más recientemente el affaire Peña-Trump. En este 2021 México volvió a su conflictiva y bipolar relación con los Estados Unidos: envío de vacunas Covid, rechazo al camarón mexicano.

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