Por Silvestre Villegas Revueltas
La semana pasada la Comisión Nacional del Agua declaró que más del setenta por ciento de la República mexicana estaba en las categorías de “sequía y sequía grave” y solamente menos del 20% del país podía ser ubicado en la categoría de zonas geográficas verdes y húmedas. Ello le está dando la razón a un estudio ecológico que fue publicado hará un quinquenio, en donde se advertía que el futuro del subcontinente latinoamericano enfrentaría en el plano medioambiental una situación parecida al Medio Oriente y Cuerno de África (Etiopia, Somalia, Eritrea) caracterizada por una aguda desertificación que acabaría con las selvas mesoamericanas, agudizaría la escasez de agua en el Canal de Panamá, haría más desértica la costa pacífica en América del Sur afectando con ello las zonas vitivinícolas de Perú y Chile, lo anterior sin mencionar la evidente tala criminal que todos los días se realiza en la amazonia que no solamente afecta al Brasil sino a otros estados limítrofes como Ecuador, Colombia y el Paraguay.
Por lo que respecta a México es evidente que cada vez llueve menos, y en sentido contrario, hay lugares muy focalizados donde llueve mucho como en Tabasco, la zona montañosa de Chiapas, sur de Veracruz y los puntuales espacios geográficos del noreste mexicano donde, por ejemplo en Nuevo León, puede darse la crecida de un río debido a la llegada y/o remanentes de un huracán. La sierra tarahumara en Chihuahua es un desastre por la falta de lluvias; en cuanto a la meseta central mexicana se acabaron las inmensas zonas de bosque de coníferas que lo mismo estaban en los estados de Puebla, Michoacán, de México, Hidalgo y Distrito Federal (sic). Los viajeros novohispanos desde el siglo XVI, pasando por los mexicanos decimonónicos, y todavía hasta los años de 1960, todos ellos coincidían en alabar la multiplicidad de árboles sino, y sobre todo, en lo templado del clima prevaleciente en el centro geográfico mexicano. Pero, qué pasó, nos los acabamos por la tala inmoderada que es tan difícil (??) de combatir como a los cárteles del narcotráfico. Tiramos y utilizamos leña porque en muchas poblaciones se sigue cocinando y calentando el agua con madera cortada –pero hay que subrayar que los pobladores la utilizan con medida de subsistencia. A ellos les debió llegar el gas desde hace décadas y ahora, con las energías limpias (doble sic), podrían tener estufas eléctricas, calentadores solares y calefacciones inteligentes (triple sic). La gente humilde corta madera para sobrevivir, pero la tala de árboles de manera criminal la realizan los talamontes que tienen contactos con compañías que las procesan, lo mismo para hacer papel que para la cimbra utilizada en la construcción. ¿Cuántos árboles son talados y convertidos en polines en la obra de un solo edificio? Y ¿cuántas construcciones de todo tipo se han edificado en los últimos veinte años, solamente en el Valle de México. Miles, sin hablar de los negocios que realizan en las alcaldías de la Ciudad de México cortando árboles sanos, más los que se caen, para convertirlos en madera aglomerada y de otro tipo para la fabricación de muebles, etc. ¿quién no ha visto a unos bosquimanos con sierra mecánica en mano talando topo tipo de árboles? ¿Qué les pasó a los constructores de la torre Mitikah que, en una noche y de manera subrepticia, se cepillaron los árboles de la calle de Mayorazgo en la alcaldía Coyoacán?
La escasez de agua que resulta de la falta de árboles es muy aguda porque los caudales de los ríos que abastecen a las ciudades cada vez llevan menos líquido, y los habitantes de la ciudad de México como el resto de la población urbana del país, hacemos un derroche del agua. Van ejemplos, no solamente los típicos, de, durante horas regar los jardines, lavar con mangueras los autos, tomar baños de una duración excesiva, lavar los trastes de la cocina con el grifo totalmente abierto y un largo etcétera, sino los de la estética, de moda; en una ocasión y en un centro de investigación científica de la UNAM me mostraron lo que relativo a una ducha personal, en cientos de litros, gasta una regadera de plato cuadrado, con o sin aditamento de alta presión. ¡¡Era una genuina barbaridad!! Comparada con una regadera normal que cumple con el mismo cometido. Si usted estimado lector hace cálculos, de lo que hoteles de cierto nivel y de lujo gastan en agua con semejantes regaderas cuadradas a nivel nacional, la suma de agua potable luego tirada al caño puede alimentar a varias comunidades humanas semanalmente.
Es tal la crisis de aridez a lo largo de la República y falta de agua en el Valle de México, que salvo en su zona occidental que tiene muy buena presión, el resto de la ciudad agua no sube. Me consta que en esta época de estiaje y que muchas veces se alarga a buena parte del año, se puede apreciar afuera de edificios modestos, de edificios de lujo, de centros comerciales, de hospitales y de algunas casas particulares, pipas de agua que un día sí y otros también descargan el vital líquido. Por ejemplo, en la alcaldía Benito Juárez hay escasez de agua, porque la corrupción imperante de décadas atrás se materializó en contratos de construcción: transformaron miles de casas unifamiliares en edificios de decenas de departamentos. Peor, en el diseño de tales edificaciones han utilizado cisternas de miles de litros que son difíciles de llenar y cuando hay poca agua compiten con cierta ventaja frente a las casas particulares, pero en éstas el consumo familiar es más controlado y, paradójicamente, sufren de menos la falta de agua. En los Estados Unidos, ícono y paradigma de nuestros deseos más entrañables, cuando hay sequía y falta el agua, los gobiernos estatales y en los condados, llevan a cabo programas que prohíben el uso inmoderado del agua: transgredir la disposición oficial que apela además a la solidaridad ciudadana se castiga con dinero y cárcel. ¿Aquí cuándo? Y si lo llevan a cabo tacharán al gobierno o administración estatal/municipal de dictatorial, comunista, retrógrada, afectadora de mis intereses particulares (cuádruple sic), “por eso yo pago mi agua y vayan a….