Por Margot Acosta
Esperando la tercera ola, sin que sepamos bien a bien cuando pasó la segunda, continuamos algunos millones encerrados a piedra y lodo, mientras otros tantos hacen de las suyas y sin la más mínima responsabilidad se aglutinan en las calles, centros turísticos y es hora que muchos aun no regresan de sus vacaciones.
Aseguran que fue enero el mes de la segunda oleada de contagios, misma que alcanzó casi los 750,000. ¿Hasta dónde llegaremos? Por lo pronto ya estamos casi en 600,000 infecciones y en nuestro país siguen sin respetarse al cien por ciento las normas mínimas, como lo es el cubrebocas, empezando por el presidente que se siente elegido de Dios para no caer víctima del más letal de los virus que el mundo ha sufrido por lo menos en cien años.
Las conclusiones de las investigaciones de la Organización Mundial de la Salud realizadas en China conjuntamente con expertos de aquella nación, determinaron que hay un Covid con las características muy similares a las del coronavirus que tiene al mundo asolado pudieron provenir de murciélagos, pangolines, gatos y comadrejas entre muchas otras especies. Sin embargo, no fue determinante para alguna especie.
De lo que sí están seguros es de que no fue creado en algún laboratorio.
Pero llegará un día en que se sabrá lo que sucedió, aunque mientras tanto, en estas primeras vacaciones de 2021 prácticamente en todas las naciones se desbordaron para viajar.
Ello sin tomar en cuenta los señalamientos de la Organización Mundial de la Salud acerca de que el revocamiento gradual de las limitaciones de viaje (o de las restricciones temporales) debería basarse en una evaluación minuciosa de los riesgos en la que se tenga en cuenta el contexto del país, la epidemiología y las pautas de transmisión locales, las medidas sanitarias y sociales nacionales para controlar el brote y la capacidad de los sistemas de salud tanto en los países de salida como en los de destino, incluidos los puntos de entrada.
La OMS alertaba que toda medida ulterior debe ser proporcional a los riesgos para la salud pública y debería ajustarse a partir una evaluación de riesgos. Dicha evaluación de riesgos debería realizarse de forma periódica y sistemática a medida que evoluciona la situación del Covid-19 y sus resultados debieran ponerse en conocimiento de la población con frecuencia.
Lamentablemente en el México de la actualidad todas las recomendaciones en materia de salud se las pasa el gobierno por el arco del triunfo, inclusive ésta: “Todos los países deben realizar un análisis de los riesgos y los beneficios y establecer sus prioridades”.
Desde luego tampoco toma en cuenta el planteamiento de la OMS respecto a que se dé prioridad a los viajes esenciales en casos de emergencia, las actividades humanitarias (incluidos los vuelos médicos de emergencia y las evacuaciones médicas), los viajes del personal esencial (incluido el personal de respuesta a emergencias y los proveedores de asistencia técnica en materia de salud pública, el personal esencial del sector del transporte, como la gente de mar y el personal diplomático) y la repatriación al país de origen.
También, dice el organismo internacional, debe otorgarse prioridad al transporte de mercancías de suministros médicos, alimentarios y energéticos esenciales.
Y respecto de los viajeros enfermos y las personas en situación de riesgo, incluidas las personas de edad y las que padecen enfermedades crónicas o afecciones de salud subyacentes “deben posponer o evitar los viajes internacionales con origen o destino en las zonas donde hay transmisión comunitaria”.
En México eso no se respeta y tampoco aquella advertencia de que ningún viaje está exento de riesgos si se tiene en cuenta la posible importación o exportación de casos en el contexto de los viajes internacionales.
Por consiguiente, añadió la OMS, la evaluación y gestión minuciosa y continua de los riesgos ayudará a determinar, reducir y mitigar esos riesgos, al tiempo que se equilibran las consecuencias socioeconómicas de las medidas (o restricciones temporales) relativas a los viajes con las posibles consecuencias adversas para la salud pública.
En México estamos, pues, en espera que saber de qué tamaño es la tercera ola, cuántos se contagiarán y cuantos morirán. ¡Qué pena!