Por Itzel Toledo García
El 16 de marzo, el estadounidense Robert Aaron Long, hombre blanco de 21 años, fue detenido por llevar a cabo tres tiroteos en un suburbio al norte de Atlanta, Georgia. Los tiroteos en un salón de masaje y dos spas llevaron a la muerte de ocho personas, de las cuales seis eran mujeres de origen asiático, una era mujer blanca y uno era hombre blanco. Ese día las autoridades señalaron que no consideraban este tiroteo como un acto de violencia racial, pero esta tragedia ha llevado a la discusión a nivel gubernamental, en medios y redes sociales sobre el racismo hacia personas de origen asiático en Estados Unidos. También ha desatado discusiones en otros países, sobre todo angloparlantes.
El actual debate público en Estados Unidos ha llamado la atención sobre el hecho de que desde hace más de un año ha incrementado de manera drástica la sinofobia y el sentimiento anti asiático pues se ha culpado de la expansión de la Covid-19 a personas provenientes o con ascendencia de China y otros países del este de Asia. Pensemos en todas las veces que el expresidente estadounidense Donald Trump habló del “virus chino”, aun cuando la Organización de las Naciones Unidas advirtió que era necesario dejar de llamar así al virus de la Covid-19 para evitar actos de acoso a personas de origen asiático. Tan solo en Estados Unidos, la organización sin fines de lucro Stop AAPI Hate calcula que de marzo a diciembre de 2020 se hicieron 2,808 denuncias por racismo anti asiático, siendo el 71% referentes a acoso verbal y 8.7% a agresiones físicas. Como en otras partes del mundo, la comunidad asiática en Estados Unidos ha sufrido un constante miedo en estos meses de pandemia y el tiroteo en Atlanta, Georgia ha aumentado este terrible sentimiento.
Ante esta situación han surgido importantes acciones desde la propia comunidad asiática para cuidarse a sí misma, por ejemplo en Nueva York hay voluntarios patrulleros de origen asiático que están atentos de cualquier incidente racista para reportarlo a las autoridades.
En México también necesitamos hablar sobre la sinofobia y el sentimiento anti asiático. Actualmente al menos 1% de la población total de México, es decir más de un millón de personas, tiene ascendencia asiática y enfrenta discriminación. Por ejemplo, se les cuestiona si “realmente” son de nacionalidad mexicana a pesar de que sus familiares llegaron al país hace ya muchas décadas o incluso hace más de un siglo. Además, en no pocas ocasiones las personas con ascendencia asiática son objeto de burlas y rechazo, también sufren violencia verbal y física, algo con lo que también tuvieron que lidiar sus familiares. Además de la xenofobia y el racismo, las comunidades chino-mexicana y japonesa-mexicana han tenido que lidiar con violencia por parte de líderes políticos, por ejemplo, con el movimiento anti-chino durante la Revolución Mexicana, las deportaciones masivas en los años treinta y la reubicación de personas de descendencia japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.
En 2020, la académica y activista Jumko Ogata Aguilar, descendiente de japoneses de cuarta generación, presentó una propuesta ante la Comisión del Senado de Relaciones Exteriores. La petición exigió que el Estado mexicano se disculpara con las personas mexicanas de origen japonés por la forma en que se les trató durante la Segunda Guerra Mundial, quienes fueron vigiladas por ser de origen japonés, fueron puestas en prisión y llevadas a campos. Estados Unidos y Perú han pedido perdón y hecho reparaciones a sus comunidades japonesas por actos similares durante aquel conflicto mundial. También señala que la disculpa será un paso importante de reconocimiento público para que se enseñe esta historia en México y se de visibilidad a los aportes culturales de la comunidad japonesa en el país.
Al igual que en otras partes del mundo, en el imaginario popular mexicano un chino en Wuhan que comió sopa de murciélago es el culpable de que vivamos confinados desde hace un año por la pandemia y se ha extrapolado su culpa a toda una comunidad de miles de millones de personas. En las redes sociales han sido populares memes y comentarios diciendo cosas como “si ALGUIEN no se hubiera comido un murciélago…”. Esta xenofobia también la han expresado figuras públicas, por ejemplo, la actriz y política Carmen Salinas en marzo de 2020 dijo: “¿Cómo me voy a burlar? Es una enfermedad tan horrible, es lo que les está pasando a los chinitos por estarse comiendo a los perritos y a los gatitos. Oye, no juegues por eso les dio esa enfermedad.” Ante estos comentarios, la Embajada China en México condenó la estigmatización realizada por Salinas, a quien se exhortó a enmendar su error y ofrecer una disculpa pública. Como hizo la Embajada en aquel momento, es necesario reconocer que el término “chinitos” denota racismo y, como ha señalado Federico Navarrete en sus trabajos sobre racismo en México, este uso de diminutivos muestra una condescendencia agresiva.
El actual debate en Estados Unidos y en otras partes del globo sobre racismo y violencia anti asiática no ha generado en México una reflexión pública sobre cómo la idea del mestizaje difundida por el Estado mexicano ha borrado del imaginario la cuarta raíz de la población, la asiática, y la existencia de la comunidad mexicana-asiática; comunidad que tiene más de un siglo en el país, y que ha generado un visible e innegable impacto económico y cultural en la sociedad mexicana.