Por Jesús Michel Narváez
Exigir literalmente que Estados Unidos invierta en un programa que impida la migración centroamericana, parece un despropósito. Más aún cuando se habla del que “podría” ser el “programa de bienestar social más grande que se haya hecho en toda la historia en Centroamérica y el sur de México”, sin admitir que el mayor número de migrantes hacia la Unión Americana lo conforman ¡MEXICANOS!
Con motivo del artero asesinato -no se puede calificar de otra manera- de Victoria Salazar a manos de policías de Tulum, en Quintana Roo el pasado sábado, el presidente y su canchanchán, perdón, su titular de Exteriores, abordaron el tema y no se concretaron a hablar de cómo se puede o debe impedir que los jenízaros actúen como trogloditas.
No, señoras y señores.
Se fueron hasta la cocina, pero de la Casa Blanca.
“Ya hay que hacerlo (el plan para atender la migración), y es darle trabajo a un millón 600 mil sembradores, ya lo hemos dicho en muchas ocasiones, hay que atender a la gente, nadie sale de sus pueblos y abandona a la familia por gusto, lo hace por necesidad”. Palabra divida del señor de Macuspana.
Como el sermón quedó corto, le añadió: “Anunciar ya esas acciones para que no se tenga la idea de que están abiertas las fronteras y de que ahora la política migratoria de EE.UU. es mejor que la de antes, y por lo mismo, con engaños, traficantes de personas hagan su agosto, cobren dinero y pongan en riesgo a la gente”. Como colofón, le atizó al gobierno de Norteamérica: “los Estados Unidos no invierte lo necesario para atender la migración que se dirige hacia su territorio”.
(Paréntesis: tampoco su gobierno lo hace y por ello el número de migrantes aumenta y como prueba irrefutable están las “benditas” remesas).
Después de escuchar a su guía, el señor de Exteriores, comprador formal de 223 millones de vacunas contra el Covid-19, aunque solamente hayan llegado 10 millones de dosis desde diciembre a la fecha, tomó la palabra y como buen acólito reseñó: “Se presentó la síntesis del plan de desarrollo integral, que yo creo que es el plan más efectivo que se haya elaborado para toda la región”.
Que él quiera imponer su dogma con “yo creo” no implica que en la Casa Blanca lo crean así.
Frente a la realidad que es más terca que Salgado Macedonio, hay que preguntarse en cuánto se ha reducido la pobreza de los 400 mil sembradores de vida -que más parecen sicarios que taladores- que presuntamente han mejorado su calidad de vida; o del millón y pico de jóvenes construyendo el futuro cuántos han encontrado un empleo digno; o del otro millón de becados para que sigan estudiando, cuántos se han graduado.
Si los programas de sembradores, como dice el huésped de Palacio Nacional, “(…) darle trabajo a un millón 600 mil sembradores…”, cuál es la razón por la que no se observa mejoría y sí daños irreversibles en los bosques, donde talan los árboles de cuando menos cinco décadas de edad, para sembrar frutales que tardarán un lustro, en el mejor de los casos, para florecer. Y lo hacen a cambio de 5 mil pesos mensuales.
Bien lo dice el refrán: candil de la calle y oscuridad de la casa. El sacerdote de Palacio se preocupa por los centroamericanos… igual su acólito. ¿Qué pasa con los mexicanos? Siguen buscando oportunidades en Estados Unidos porque en México no las tienen.
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