Por Silvestre Villegas Revueltas
El día en que se escriben estas reflexiones me tocó oír en la radio pública un anuncio “dirigido a los simpatizantes del PAN” –si así fuera el caso deberían transmitir dicho anuncio por las redes privadas que tiene el partido entre sus miembros y simpatizantes- (error u omisión en la reglamentación de los promocionales políticos aprobados por el INE) donde señalaban los panistas, palabras más palabras menos: soy conservador porque quiero conservar mi trabajo, soy conservador porque quiero conservar la salud de mi familia y de mis conciudadanos…etcétera. Lo anterior no solamente son afirmaciones de Perogrullo, sino posturas que cualquier individuo con conciencia cívica y con deseos de superación los busca porque pueden materializarse en sustento y bienestar diario. En términos generales resultan afirmaciones obvias y redundantes.
Si semejantes aseveraciones -los blanquiazules en su anuncio publicitario- sobre lo que para ellos es ser un conservador fueran expresadas en una sesión de la cofradía de la vela perpetua o en una kermes escolar no tendría mayor reparo, pero sí los tengo porque el PAN es un partido político, con una larga trayectoria de teoría política -que desafortunadamente se ha perdido frente al pragmatismo del triunfo electoral- y sobre todo expreso mis objeciones porque el contenido de semejante anuncio confunde los términos, trata de confundir a la ciudadanía, y confunde lo que debería ser un comportamiento cívico con una estrategia electoral mañosa, que refleja el comportamiento tartufo de muchos miembros de semejante instituto político.
Otros dos ejemplos del tartufismo panista han salido a la luz en estos días. Uno de ellos fue la declaración de la excandidata Josefina Vázquez Mota respecto a que al final de los sexenios de Fox y Calderón la dejaron sola y abandonada. Ello fue justipreciado por la comentocracia de aquellos años, por algunos ciudadanos y por muchos miembros del panismo que se la estaban jugando a favor de Chepis en aquellos momentos de campañas presidenciales y de cambios de gobierno. Es más, lo dijo frente a Margarita Zavala quien sufrió el comportamiento machista de su esposo -el entonces presidente Calderón- y seis años más adelante el igual abandono del expresidente frente al genuino afán de Margarita en la carrera por las elecciones presidenciales. Las recientes declaraciones de Vázquez Mota me hicieron recordar una plática con un amigo, militante activo panista que en los años 1990 me dijo que en el partido los hombres eran quienes valían políticamente hablando… sin embargo ahora se rasgan las vestiduras, se ponen camisetas moradas y en un típico comportamiento tartufiano, el panismo se sube a la corriente y movimiento interesadísimo del feminismo mexicano, a pesar de que en su fuero interno: son conservadores en cuanto al histórico/religioso papel desempeñado por las mujeres en sociedad.
El segundo caso es el papel protagónico que últimamente ha estado desempeñando Diego Fernández de Ceballos frente a la aridez de panistas más jóvenes para la carrera presidencial que se avecina en el 2024. Conocí a Fernández cuando en plena campaña presidencial tuvo el acierto de ir a la UNAM y en la explanada de la rectoría arengó a una multitud: uno lo apoyaban y otros le chiflaban.
Frente a la simpatía que había provocado Manuel Clouthier, Fernández de Ceballos me pareció un personaje sacado de lo más rancio del cine mexicano y estelarizado por Fernando Soler en su calidad de padre autoritario y regañón. Y ahora sale defendiendo las violentas marchas del feminismo radical cuando años atrás festejaba que la policía del Estado de México hubiera violentado a varios manifestantes de Atenco contrarios al aeropuerto en Texcoco. Subrayaba que la policía debería ir armada a las manifestaciones y debía reprimir cuando se llevaran a cabo actos vandálicos. Así sucedió el pasado 8 de marzo, y en retrospectiva, los de Atenco blandían machetes, ahora, algunas de ellas llevaban y lanzaron bombas molotov ¿Cuál es la diferencia? Tan genuino es defender la propiedad privada de los mexiquenses como la protesta contra la violencia de género, pero hay formas de hacerlo sin dañar la integridad física de las mujeres policías. Vivimos en comunidad, la convivencia se materializa en el respeto por los genuinos derechos del prójimo.
Es una lástima que en el México contemporáneo el panorama de todos los partidos políticos sea en primer término engañar a la ciudadanía: lo mismo con el tema de la venta del avión presidencial que el reciente feminismo de muchos miembros del panismo. El país necesita un sistema de partidos responsable, con programas de gobierno de largo aliento, que genuinamente informen y guíen al electorado. Yo sé que puede parecer ello una inocentada pero no lo es, y en las genuinas democracias -que no es la mexicana- por mentir caen funcionarios, caen gobiernos y se inician procesos judiciales.