Las Grietas Norteamericanas

Mikel Reparaz.
Las grietas de América.
Bajo la piel de
un país dividido.
Ediciones Península.
376 páginas.

 

Mi nombre no es nada / mi edad significa menos / el país del que vengo / se llama el Medio Oeste / me enseñaron y me criaron allí / las leyes para cumplir / y que la tierra en la que vivo / tiene a dios de su lado.
Bob Dylan

Por David Marklimo

Estados Unidos es un país, de alguna forma, marcado por el miedo: el miedo de los blancos a los negros y viceversa, de las organizaciones democráticas a los grupos racistas, de la clase política al comunismo en plena Guerra Fría, de los ricos al triunfo de un estado de cosas más igualitario, de los cristianos a los árabes y de todos los primeros a los inmigrantes. Al mismo tiempo, durante muchos años, fue considerada una tierra de esperanza. Una idea. Allí donde sin importar de dónde venías, quién eras, en quién creías, el color de tu piel o tus ojos te iría bien si trabajabas duro. La gran contradicción norteamericana, pues, está entre el miedo y la esperanza. Y cualquiera que haya visitado o vivido allí sabrá que, a veces, es palpable.

Eso es lo que se dio cuenta el periodista Mikel Reparaz, quien recorrió Estados Unidos en busca de historias que ayuden a entender una sociedad dividida y contradictoria. El resultado de dicho viaje es que las contradicciones han fragmentado al país. Él les llama grietas, pero el agudo lector verá que son auténticas zanjas. El país está resquebrajado y que el discurso del miedo sea efectivo es un síntoma más de ello. El recorrido de Reparaz está explicado por la distancia que separa dos rumbos: una en Baltimore y la otra en Charlottesville. La primera es de Freddie, un joven negro del barrio más pobre de Baltimore, que murió a manos de la policía un año y medio antes de la llegada de Donald Trump al poder. La segunda es de Heather, asesinada por un fanático, en una manifestación en Charlottesville, con cientos de supremacistas blancos marchando con sus antorchas en las calles, al más puro estilo alemán. Ni siquiera han pasado tres años entre las dos muertes, pero en ese tiempo el país, y el mundo, ha cambiado para siempre.

La gran pregunta del libro, parece ser: ¿hasta qué punto este racismo impregna la conciencia de muchos ciudadanos? Reparaz intenta responderla con una prosa transparente, gran claridad de ideas y una agradable mezcla de aspectos racionales y emotivos, observando, entrevistando a testigos presenciales representativos de ambos polos ideológicos. Para explicarse el conflicto, se recurre a un concepto novísimo: el gran arácnido o el supremacismo blanco; esa imagen de un monstruo que se quedó ahí agazapado en la estructura de la primera democracia moderna del mundo y que sale cuando se siente amenazado. Adopta diferentes formas: lo hemos visto en la violencia policial, en las desigualdades económicas, en las prisiones… Ahora bien, es necesario reconocer que en Estados Unidos todo -absolutamente todo- tiene color. La prueba es la clasificación de la población en el censo. Muchos lo defienden y dicen que hay que clasificar a la población por raza porque eso nos permite saber si este colectivo está discriminado, pero no cabe duda de que, desde la perspectiva liberal, categorizar a la población por raza es una práctica absolutamente racista y que garantiza el control y dominio de los blancos anglosajones protestantes.

No es una cuestión sobre Trump. Va más allá y son consustanciales al alma norteamericana, pero empezaron a hacerse visibles la presidencia de Bush Jr., con la guerra de Irak. Evidentemente, la presidencia de Obama rompe el molde: ahí es donde surge esa tormenta perfecta de enfado y cabreo de la población blanca mayoritaria. El senador Lindsey Graham, un republicano bastante loco, decía en 2012 que los republicanos “necesitamos blancos cabreados”. Así que hay que preguntarse por el efecto de rompimiento de las políticas de Obama. De forma real o imaginaria, para los blancos del Medio Oeste, Obama rompió su tejido social, su forma de entender al mundo. Desde ese punto de vista, Trump sólo es consecuencia, una reacción, un arácnido asustado por su nido. El cambio más importante que se ha visto con Trump, eso sí, es la continua utilización de la mentira desde el poder. Llegamos así a los elementos contemporáneos de la tragedia norteamericana. Porque es la desinformación, junto al culto a las armas de fuego, lo que en último término desencadena toda esta hecatombe.

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