Por Gerardo Gil (Primera parte)
¡Vaya situación difícil que vive el cine nacional! A Casi un año del inicio –de forma oficial- de la pandemia por Covid-19, además de la enorme tragedia que ha sido para la humanidad la pérdida de vidas humanas, hay otra que subyace y para la cual la única vacuna es la responsabilidad y compromiso de crecimiento: la económica. Diversos sectores se han visto afectados. La industria del espectáculo a nivel global es uno de estos. Broadway, por ejemplo, aún no ha abierto su telón. Y los cines en México tampoco.
Al momento de escribir estas líneas, no había una próxima –aunque nueva, prudente- normalidad para la industria. Varias películas estaban contempladas para ser estrenadas el año pasado. Pero, no parece haber un panorama cómodo. Los exhibidores que resistan querrán estrenar filmes de gran carga publicitaria para ir recuperando de forma paulatina terreno. Las modificaciones, todo indica que positivas sin lugar a dudas, que prevé la nueva ley de cine proponen aumentar de 10 a 15 por ciento la cuota en pantalla de cintas mexicanas.
Otra propuesta incluye que al menos 15 por cierto del catálogo de las plataformas streaming se compongan de cintas mexicanas. Justo esta ventana es la que ha dado un respiro al cine nacional. Basta recordar los casos -exitosos, por lo demás- de Huachicolero (Nito, 2020) y la posible nominada al premio Oscar en la categoría de película extranjera Ya no estoy aquí (Frías. 2019). Es decir, sí hay un público ávido de producto nacional. La primera con Amazon Prime y la segunda de Netflix.
En realidad, estas cuotas no son proteccionismo al cine nacional, ya que es un tema que está relacionado con la cultura. El año pasado fue de un franco golpe y amenaza al sector creativo y artístico. Ojalá esta iniciativa atempere las cosas. Para quien medianamente conozca la industria sabe que competir con el aparato publicitario hollywoodense resulta por decir lo menos desproporcionado. Está también el deber de formar audiencias críticas. ¿Será este el temor al descuidar a una parte de la industria nacional? El tiempo lo dirá.
Han quedado en la espera filmes como El diablo entre las piernas (Ripstein, 2020) que justo tenía programado su estreno el 20 de marzo del año pasado, en el preciso momento en el que se tuvieron que cerrar los cines debido a la pandemia nuestra de todos los días.
En la lista de espera para este año, quedan largometrajes como Sin señas particulares (Fernanda Valadez, 2020) la cual por cierto se llevó varios premios en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, entre los que destaca el Ojo a Mejor largometraje y el Ojito a Mejor actriz (Mercedes Hernández) además del Premio de la Audiencia y del Jurado en el Festival de Sundance. La trayectoria de una mujer que en medio de la violencia que vive el país, busca a su hijo desaparecido, es una de las cartas fuertes para el cine mexicano este año.
Otro largometraje que está en espera es Los Lobos (Samuel Kishi, 2019) sobre una joven que viaja con sus dos hijos de México a Albuquerque para tener una vida mejor. Mientras esperan encerrados en su departamento los pequeños niños de 5 y 8 años, Max y Leo, escuchan los cuentos que su madre les deja y dan vuelo a su imaginación. Galardonada en Berlín y la Habana además de la más reciente edición del Festival de Cine de Guanajuato, es probable que sea uno de los estrenos del año.
Espacio, certidumbre y voluntad del público para ver no solo meramente comercial es lo que requiere el cine nacional y la próxima semana continuaremos con lo que viene. Sí las circunstancias lo permiten…