Por Jesús Michel Narváez
Lo dijo un argentino: al referirse a ego de los albiazules. Comento: todos esperaban que me pusiera «Jesús II: Papa Francisco.
Sí, nadie desconoce la sobrevaloración que de sí tienen los argentinos. El mismo Pontífice pregunta: Sabe cómo se suicida un argentino y responde: “Se sube a la cima de su ego y se tira desde allí arriba”. Hay otros que sostienen cuando en el cielo aparecen los rayos: “Es Dios que nos está fotografiando”.
A colación los anteriores comentarios debido lo expresado por el presidente de Argentina, Alberto Fernández, de proponer la creación de un “eje México-Buenos Aires” que “una a todas las naciones del Continente”.
La palabra “eje” suena a segunda guerra mundial. Sí, en donde se estableció el posteriormente llamado “eje del mal” entre Alemania, Japón e Italia. Se escucha como al conquistador que le dice sus vecinos: se nos unimos derrotaremos a los malos…si seguimos divididos, entonces habrá ganadores y perdedores.
El ego de Fernández lo hace suponer que su propuesta “unirá a Latinoamérica” y todos, felices y contentos, aceptarán que Fernández junto con el presidente de México, sean los “guían para la NUEVA América”.
Una de las múltiples definiciones de egocentrismo plantea: Es el egocéntrico por excelencia piensa que todo pasa por él y que todos tienen que besar por donde pisa.
Si el Papa admite el egocentrismo quizá con dulzura y tratando el tema como un chistorete, los nuevos amigochos deberían tomar su ejemplo. Porque ambos lo consideran un ejemplo para la humanidad. Salvo, claro, que ellos no formen parte de la “chusma, chusma, chusma” y sientan, en efecto, que Dios los fotografía y utiliza los rayos en las tormentas como una herramienta llamada flash.
Formar un “eje” en una región en donde su característica ha sido la negación de la democracia y el rechazo a la legalidad, además de ser una quimera se vuelve el absurdo de la globalidad. Un “eje” para unir al Continente, lo que representaría necesariamente la participación de Estados Unidos y Canadá, no deja de ser la búsqueda de los reflectores.
Y a contrario sensu de lo que uno piensa, encuentra receptor que intenta llegar a la zona del touchdown con el apoyo de todos, sí, todos los habitantes y de los 47 gobiernos del Continente.
Pero la propuesta tiene cola. Sí, convertir en las mancuernillas a los personajes que se elogian mutuamente como si por años se conocieran y fueran más que amigos ocasionales.
No quiero escuchar las risas en el Salón Oval, de Washington o en Rideau Hall en Ottawa, residencia oficial del premiar de Canadá.
A nadie le interesa un “eje” de unidad cuando los intereses son diferentes. Imaginar al cuarteto: Fernández, López, Maduro y Ortega cantando como si fueran los Rufino, es algo aterrador.
Don Alberto: convenza a los argentinos de que es un buen presidente –que permite la vacuna a los VIP- en lugar de sembrar discordia con los pueblos que usted y su amigo quieren que tiendan a través de su “eje”. (Podría ser éjele).
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