Por Jesús Michel Narváez
Cumple 104 años.
Y desde su nacimiento ha sido maltratada. El primero en hacerlo fue Plutarco Elías Calles quien para satisfacer las ambiciones de su jefe, Álvaro Obregón, traicionó el principio fundamental de la Revolución: No reelección. Sí, desde 1927, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha sufrido 729 intervenciones quirúrgicas no realizadas por expertos en cirugía sino por representantes del, poder público que la operan sin diagnósticos claros y le recetan medicamentos que para nada sirven. Resistió la tentación de Lázaro Cárdenas de hacer de México una Nación socialista, aunque en materia educativa impuso el modelo en el que se rendía culto a su personalidad y se obligaba a los alumnos a cantar el himno compuesto para satisfacer su egolatría. Sentía ser no el tlatoani sino el “Tata”.
Hoy llega a los 104 años y vive en un gobierno que no la respeta y ha dicho que si no permite realizar sus proyectos “pues que se cambie”. Y no precisamente de ropa.
Ha caminado por senderos riesgosos. Sufrió embates que modificaron su concepto social. Fue acusada de inservible por un político que tiene también su historia: Porfirio Muñoz Ledo, quien ha propuesto en repetidas ocasiones que México necesita una nueva Constitución.
En su largo camino resistió las tentaciones de aquellos que vestidos de verde olivo y uniforme de gala pretendieron, sin éxito gracias a su sabiduría, romper la regla de oro: quien sea presidente en la República Mexicana, constitucional, interino o sustituto, jamás podrá volver a ocupar ese cargo.
Hay tentaciones aterradoras en la administración que inició el primero de diciembre de 2018 que incitan a la población a gritar: “Que se quede, que se quede”, argumentado sin razón, que seis años no alcanzan para modelar la nueva ruta de México. Y se le suman aquellas que fracturan el Pacto Federal -fortalecido por ella- y amenazan la unidad nacional. Con decisiones autoritarias, ha cancelado inversiones, regalado el dinero en “aras de hacer justicia”, tiene obsesión por el viejo nacionalismo que en ninguna parte del mundo se aplica y goza dividiendo a sus gobernados.
Para este aniversario, su regalo es una violación más. Ultrajarla mediante leyes generales, federales y reglamentarias sin “tocar una coma” del texto vigente, al que le han aplicado centenares de tildes, puntos y aparte, dos puntos y nueva redacción.
Con todo, ha vivido los tiempos revolucionarios, los choques con la Iglesia –la guerra Cristera-, le rebelión de militares, el arribo de los civiles -1946- y soportado las modificaciones neoliberales para regresar al tiempo en el que Luis Echeverría pretendió mostrarse como el paladín de los pueblos pobres. (Hoy el intento se revive).
Ella, la Constitución, no sabe cuánto le queda de vida aunque en el final de su vida –el texto- y marcado con el artículo 136 a la letra dice: Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta.
Cumple hoy 104 años de haber cobrado vida. Y tendrá que resistir lo que viene soportándose en la última página de su historia.
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