Un Asunto Histórico no Resuelto

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

Cuando se escriben estas líneas ha sido el día (27) en que falleció el constitucionalista Héctor Fix Zamudio y misma jornada cuando un colega, genuino AMLO-hater, subió a la red la cita del artículo constitucional que versa sobre la forma en que ante la falta absoluta del Presidente Constitucional éste puede ser reemplazado o sustituido. La redacción de los artículos 84, 85 y 86 de la Constitución evidencia un barroquismo propio de legisladores que no confían en sus pares, menos en los miembros del Poder Ejecutivo y muchísimo menos en la madurez del pueblo mexicano. Asimismo lo rebuscado, oscuro y complicado procedimiento que la disposición constitucional señala es resultado de la historia política de México y consecuencia de las redacciones constitucionales del pasado (1821, 1824, 1836, 1842, 1857 y la original de 1917), amén de los debates que sobre el particular se sucedieron en las sesiones constituyentes, en las oficinas de los legisladores, en convivios sugeridos por el titular del Ejecutivo y en los cubículos de los historiadores del derecho diría el doctor Fix.

A diferencia del episodio cuando el presidente John F. Kennedy fue asesinado y pocas horas después Lyndon B. Johnson juraba el cargo en el avión presidencial, aquí en México, en este país de la Coatlicue, semejante episodio generaría una inmediata inestabilidad política, afanes de unos y aspiraciones de otros.

La realidad de que en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no haya una genuina vía expedita para el tema de la sustitución de la figura presidencial tiene hondas razones históricas. La más alejada es cuando el vicepresidente general Nicolás Bravo conspiró contra el presidente Guadalupe Victoria en 1828; poco más de un año después el vicepresidente general Anastasio Bustamante conspiró, logró derrotarlo y finalmente accedió a su fusilamiento en contra de la persona del general Vicente Guerrero. Cuando en 1833 llegó por primera vez a la presidencia Antonio López de Santa Anna, éste eligió a una persona impronunciable, el médico Valentín Gómez Farías que pudo haber encarcelado a don Antonio un año después porque sabía que el titular conspiraba en contra de la primera reforma liberal implementada en la república. Pasaron los años, con el centralismo se eliminó la figura del vicepresidente y durante la época santannista éste impuso a la nación presidentes sustitutos; cuando finalmente abandonó el país en 1855 en un pliego cerrado entregó el poder presidencial a un triunvirato, que obviamente no funcionó.

La siguiente etapa es el Juarismo. Comonfort dio un golpe de estado y tiró a la basura la Constitución de 1857, pero don Benito que era presidente de la Corte y de acuerdo a ella virtual presidente interino de la república en caso de faltar el constitucional, decidió investirse del interinato a pesar de que los conservadores simplemente lo desconocieron, o a lo sumo lo llamaron “el que fuera presidente de la Corte”. En 1861 los liberales ganaron la guerra civil, Juárez convocó a elecciones presidenciales donde salió triunfante, el segundo en la contienda era Jesús González Ortega que de acuerdo a la reinstaurada carta de 1857 asumiría la presidencia de la Corte. La diferencia del Juárez de 1858 era que el zacatecano era el comandante triunfador de la Guerra de Reforma, además “gobernador” de su estado, comandante de la guardia cívica estatal y hombre fuerte regional. En 1865 reclamó la presidencia pero el Benemérito lo puso fuera de la ley porque estaba en la ciudad de Nueva York sin permiso oficial; dos años después las fuerzas liberales lo tomaron preso y durante 1867 y 1868 estuvo encerrado en la cárcel del Monterrey, sin que hubiera mediado ni juicio ni sentencia…un auténtico prisionero político. No se nos debe olvidar que Juárez fue el maestro de las argucias políticas de Porfirio Díaz, y éste, ya sin la sombra de un virtual sucesor constitucional inventó la figura muy práctica y a modo de “el tapado” con su compadre el general Manuel González. Pasaron las décadas. Porfirio se constituyó en el factotum del país y como buen oaxaqueño desconfiado al final de su mandato escogió una figura gris, Ramón Corral para la reinstaurada vicepresidencia de la república. Pudo haber seleccionado al general Bernardo Reyes, o hacer las modificaciones constitucionales para que la vice fuera ocupada por el franco-mexicano José Ives Limantour. Pero no fueron ellos ni Madero, que concursó en la elección…la república al garete porque el presidente interino León de la Barra quiso retrotraer la situación del gobierno como si no hubiera pasado nada en más de un año de guerra civil.

A lo largo del siglo XX y XXI los artículos constitucionales mencionados al principio de este artículo se les han hecho diversas modificaciones, y creo, las últimas se realizaron en el 2012 y 2013. En cambio, en el imaginario presidencial y de la clase política resultante de la Revolución Mexicana, ésta última y debemos repetirlo, culminó con una matazón de sus principales líderes: Zapata, Villa, Carranza y Obregón. A los problemáticos suspirantes por la presidencia se les eliminó en tiempos de Calles, Cárdenas, Ávila Camacho y Salinas de Gortari, pero hemos ido avanzando a trompicones, luego nos retrotraemos y forzadamente avanzamos a pesar de todos los interesados obstáculos. A diferencia de super Echeverría que o no se enfermaba o no lo sabíamos, algunos de los últimos presidentes que corresponden al siglo XXI, humanamente se han enfermado pero han salido airosos del trance. Por el bien de la república y porque la nueva era Covid no se terminará a corto plazo, produciendo mutaciones virales cada vez más potentes, es necesario que el Poder Legislativo se reúna a discutir vías sencillas y expeditas que tengan por objetivo cubrir íntegramente el periodo presidencial correspondiente, y no interinato que convoque a elecciones. El ejemplo estadounidense me parece el más a propósito.

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