Por Susana Vega López
Está inmerso en una zona de comercio informal, franqueado por ejes viales. Cuenta con una estación del Metro, forma parte imprescindible de la historia del centro de la ciudad de México; ha sufrido serios incendios (1988, 1998, 2013, 2014, 2019 y junio y diciembre 2020). Por más de cien años fue el principal mercado mayorista de la Ciudad de México y es uno de los más antiguos del país: La Merced.
Forma parte del programa de Barrios Mágicos de la Secretaría de Turismo. Su céntrica ubicación permite que millones de personas vayan para abastecerse de productos básicos; otros han ido, ya sea por necesidad o curiosidad, a este centro de abasto que genera decenas de toneladas de basura al día y son muchos los turistas que, atraídos por todo lo que representa, lo han visitado.
Cuando llegas a la estación del metro Merced en la línea 1 (color rosa) y subes por las escaleras que se encuentran al inicio del andén inmediatamente penetra el olor a cebolla. Al caminar te “aclimatas” y descubres otros olores, decenas de ellos.
Para la vista es un manjar porque la explosión de colores es fabulosa: blancos, verdes, naranjas, rojos, amarillos, cafés, marrones, sepias aparecen entre los puestos, sin contar la gran variedad de colores que se encuentran en dulces que se pueden adquirir a buen precio.
Y qué decir de lo que se escucha; es todo un alarde de sonidos, ruidos, voces, gritos. Los comerciantes llaman o se refieren a los compradores de una manera muy particular y tratan de convencer con frases como: “güerita, aquí le damos kilos completos, no de 800 gramos”, o “bonita, llévelo, el producto es fresco”, “joven, más barato no lo va a encontrar”, “cuántos kilos le pongo madrecita”, sin importar cómo es la persona, todos son jóvenes, señoritas, güeritas o güeritos, bonitas, jefes, patrones, parientes, clientes, marchantes, primos, paisanos y hasta “compas”.
Algunos clientes se dan su importancia y pasan casi sin ver. Otros ven todo, buscan ofertas, los precios más bajos y que la fruta o verdura sea de calidad, aunque también hay personas que aprovechan los costos menores porque argumentan que lo van a cocinar o consumir de manera inmediata.
Los letreros que anuncian los precios, la “chispa” que hay en ellos, llegan a la genialidad, te hacen reír o al menos sonreír. El ambiente es único, hay regateo. Ahora, los puestos se agolpan sin ton ni son: de carne de res, cerdo, o pollo; de semillas, de frutas, de verduras, de legumbres, de miel y sus derivados (cremas, cápsulas, dulces, etc.), chiles secos, yerbas diversas, hojas de tamal, tostadas, nopales, papas, ajos, jitomates, etc.
Más allá productos para hacer gelatinas, locales que ofrecen suplementos alimenticios, pescados secos (charales, bacalao y otros). Aunque el barrio también cuenta con…
Un Poco de Historia
Sus primeros comerciantes pertenecieron a diversos tianguis, del Mercado “El Volador”, en el siglo XVIII (donde ahora se encuentra la Suprema Corte de Justicia de la Nación) y del comercio ambulante de La Plaza Mayor. Al paso del tiempo el espacio de estos resultó insuficiente por lo que fueron concentrados en el barrio de la Merced.
Aprovechando la desamortización de los bienes de la iglesia católica, los vendedores fueron trasladados a los terrenos donde se encontraba el Monasterio de Nuestra Señora de la Merced de la Rendición de los Cautivos (construido en 1594) del cual sólo queda el templo.
En 1861 La Merced comienza a funcionar “al aire libre” en lo que se levantaba su construcción que quedó terminada en 1880. En 1957 el arquitecto Enrique del Moral lo remodela con la fachada Art Decó de la ex fábrica de Chocolates La Cubana. Se realizan dos naves: la mayor con la venta de frutas y verduras, y la menor para agrupar las carnes.
Ha tenido varias transformaciones en aras de la modernidad y por los incendios sufridos. Sin lugar a dudas, el más fatídico fue el de diciembre de 1988, con la muerte de 61 personas según las cifras oficiales, por la explosión de un puesto de cohetes y fuegos artificiales. Los demás han sido por fallas en las instalaciones eléctricas.
La inauguración de la Central de Abastos en 1980, por la zona de Iztapalapa, si bien le quitó ser reconocido como mayorista, no le ha quitado ser el mercado referente de la Ciudad de México, el más grande minorista porque está en un lugar privilegiado, rodeado de una serie de comercios de toda índole. Afuera, sobre la avenida Circunvalación, la prostitución se ve a todas luces.
En el barrio de La Merced han nacido y vivido personas que han destacado en la música (Antonio Badú y Chava Flores), en la pintura (Rufino Tamayo, Gerardo Murillo el “doctor Atl”), en la actuación (Mauricio Garcés), el periodismo (Jacobo Zabludovsky y Paco Malgesto) y ha sido escenario de películas como “El Mil Usos”, “Perro Callejero”, “El Callejón de los Milagros”, por citar algunas y varios documentales se han realizado para exponer la problemática de la zona.
Este lugar alberga muchos sitios de interés y el mercado forma parte de este conglomerado que por su esencia tradicional y popular guarda secretos que deben difundirse para mostrar a propios y extraños parte de la historia, de las vivencias de México.
Cabe señalar que existen en la Ciudad de México 329 mercados públicos, tradicionales y especializados en las 16 alcaldías que en 2011 fueron declarados patrimonio Cultural Intangible. Se dice que para conocer la gastronomía de un pueblo se deben visitar sus mercados y La Merced forma parte de este nombramiento, símbolo de identidad, de la economía del mexicano, de su historia y su cultura.
Y como dijo el poeta chileno Pablo Neruda en su libro Confieso que he vivido Memorias: México está en los mercados. “México, con su nopal y su serpiente; México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de dibujo y de color, violento de erupción y creación, me cubrió con su sortilegio y su luz sorpresiva. Lo recorrí por años enteros de mercado en mercado. Porque México está en los mercados…”.