Una Agenda que Había Resistido la Creación de Cortinas de Humo

*Urgente un Planteamiento de los Actores Políticos

*También Someterla a Debate Serio y Responsable

*Alejarla del Breviario de Ocurrencias y de Murmullos

*Eso Sólo Sirve Para Desviar la Atención de las Crisis

*Son: Sanitaria, Económica, Educativa, Institucional y Política

*Las Mañaneras: Orden del día Improvisado y sin Seriedad

Por Ezequiel Gaytán

La agenda pública es una concepción dinámica de determinados asuntos políticos, económicos, jurídicos, sociales y de Administración pública que se conciben como problemas de interés general y por lo mismo requieren ser debatidos entre el gobierno y la sociedad, los partidos políticos, los medios de comunicación y especialistas, entre otros. El análisis de dicha agenda exige ser multi e interdisciplinario, pues los enfoques para su oportuna solución deben estar sustentados en el consenso y en metodologías formales de trabajo.

Debatir la agenda pública significa que los asuntos son del pueblo y deben trabajarse con visión de los corto, mediano y largo plazos y con varios ámbitos de análisis: Federal, estatal, regional o municipal.  Sus impactos deben visualizarse desde la perspectiva de los tres poderes de la unión y entenderse desde las diversas áreas del conocimiento. Es decir, político, económico, jurídico, social y técnico en los planos nacional e internacional.

Marcar la agenda pública es definir las estrategias de abordaje y las prioridades de atención, así como precisar si es un asunto urgente o necesario e instrumentar las soluciones posibles, deseables, oportunas que sean producto del consenso. Ahora bien, a dicha agenda los actores políticos, el gobierno, los grupos de interés y los grupos de presión procuran manipularla y, en ocasiones, lo logran al maquillar estadísticamente los datos o mediante la creación de cortinas de humo; de ahí que la seriedad de la misma debe ser planteada por los actores políticos y someterla a debate. Lo que de ninguna manera se debe hacer es tratarla como la actual administración la concibe, léase mediante un breviario de ocurrencias envuelto en murmullos que sirven para desviar la atención de las crisis sanitaria, económica, educativa, institucional y política.

Algunos colegas argumentan que las conferencias mañaneras del presidente de la República son, entre otras singularidades, la definición de la agenda pública cotidiana.

Me dicen que los temas tratados por nuestro primer mandatario marcan la agenda y pauta del día que todos debatimos y argüimos. Pero, si me atengo a la definición arriba descrita, las mañaneras no son las explicaciones, ni los avances, ni las evaluaciones de resultados de la Agenda Pública Nacional. Para ello se requiere información sistémica, series de tiempo, tendencias y explicación de las tasas de crecimiento o decrecimiento, según sea el caso. En cambio, lo que vemos y escuchamos todos los días es, como ya dije, la comidilla del momento enmarcada en una retahíla estridente de ocurrencias y palabras distractoras que evitan el debate nacional acerca de temas profundos, serios y trascendentes.

La agenda pública es algo formal que no puede ser presentada cotidianamente como un asunto electoral. Entiendo las intenciones presidenciales y sus ambiciones de supeditar a la Cámara de Diputados. También comprendo y puedo explicar partes del discurso, pero no lo justifico necesariamente. Algo teóricamente defendible puede ser históricamente insostenible y esa es mi preocupación, la necedad gubernamental de omitir el debate constructivo y atacar a la crítica defendiéndose de sus impericias.

El presidente, por la Ley de Planeación, nos presentó su Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. Ahí está plasmada la Agenda, sus capítulos y sus objetivos. Esa agenda es el plan quinquenal de un gobierno y su estrategia de procurar el desarrollo nacional. Simultáneamente existe la agenda de los medios de comunicación y las redes sociales que es mucho muy heterogénea y, no obstante sus contrastes, se trata de demandas y necesidades sociales, por lo que nos proponen elementos a considerar con sus posibles soluciones, pero frecuentemente son casos de juegos de intereses. Existe una tercera agenda, la ciudadana que se manifiesta, por un lado, de manera organizada en asociaciones civiles y, por el otro, en movimientos sociales coyunturales. Las tres agendas convergen en el espacio de lo público y corresponde al gobierno darles cauce y solución efectiva ya sea de manera unilateral o mediante la aplicación de políticas públicas. Pero no mediante descalificaciones.

Que por las mañanas el titular del Poder Ejecutivo Federal responda a preguntas, sembradas o no, de los periodistas es un ejercicio que debe ser objeto de análisis.

Lo que queda claro es que esas conferencias no son, de manera alguna, la Agenda Nacional, si acaso es el orden del día improvisado de un claustro de políticos y periodistas debatiendo el tema del día, pero no se debaten los grandes problemas nacionales y sus posibles soluciones, me atrevo a calificar dicha actividad como un frontoneo de preguntas y respuestas sin seguimiento, sin programación y sin  metodología. Luego entonces, lo que acontece en el Palacio Nacional por las madrugadas será lo que me digan, pero de ninguna manera es el trato serio y el tratamiento formal del debate de la agenda pública nacional.

 

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