Por Nidia Marín
¿Es real el contagio, o está siguiendo los pasos de Trump por los mismos motivos: el estruendoso fracaso de su gobierno?
Esto es lo que se preguntan hoy los mexicanos, muchos de los cuales ya no creen en lo que dice el presidente, debido a las mentiras en cadena en todos los renglones de la política, la economía, la salud y la vacunación, expuestas un día sí y el otro también desde Palacio Nacional. Efectivamente, hoy prevalece la incredulidad ante el anuncio hecho por el mandatario.
En el caso de que en esta ocasión estuviera diciendo la verdad, habría de señalarse que por fin se dio cuenta de que no es Dios y que apostarle, por vanidad o por lo que fuere, a no traer el cubrebocas ya le salió caro, porque el susto ni quien se lo quite.
Hay quienes, en ese tenor, señalan que es en todo caso la crónica de un contagio anunciado (como diría Gabriel García Márquez), ya que desde todos los medios de comunicación se exhortó al presidente a colocarse cubrebocas y, de tal manera, dar el ejemplo a los mexicanos, en vista de que desde su poder se omitió obligar a la población a portar este tipo de mascarilla.
No lo hizo, sino que dejó al criterio de los mexicanos usarla o no y la desastrosa consecuencia es que él forma parte del millón 764 mil contagiados en el país, donde por cierto ya rebasamos los 150,000 fallecidos.
Y es que, de acuerdo a los expertos en la materia, cuando se usa una mascarilla quirúrgica o de higiene, el objetivo es evitar la transmisión hacia el paciente, desde los enfermos contagiosos hasta todo tipo de agentes infecciosos. Aseguran que están diseñadas (no todas) para evitar la diseminación de microorganismos que se alojan en boca, nariz y garganta. Por favor Usted úsela.
Hoy, en caso de que sea real el contagio presidencial, con la pena, pero se llevará entre las patas a todos aquellos que estuvieron a su lado y no usaron cubrebocas. Conforme a las notas de los reporteros de los diversos medios de comunicación, son decenas de personas, sobre todo funcionarios, que estuvieron cerca del presidente, por lo menos en los últimos 15 días.
Por cierto, un buen número de militares y la propia Rosa Icela Rodríguez no portaban cubrebocas. ¿De qué se trata? De morir por su jefe si es necesario o de respetar a los mexicanos en general que son los que pagan sus abultados salarios.
Esperemos que no le haya dado al Presidente por andar abrazando niños y ancianos durante sus recorridos por varios estados de la República inaugurando cuarteles de la Guardia Nacional, lo mismo en Zamora, Maravatío, Sahuayo y Cotija, en Michoacán; en Soledad de Graciano Sánchez, San Luís Potosí; que en Sabinas Hidalgo, Nuevo León. Y en fin, que ahora es él y su gente quienes tienen la responsabilidad de informar a todos aquellos, militares o no, políticos no, que estuvieron cerca del mandatario.
Huelga decir que la mayoría de estas personas no están vacunadas, porque precisamente una de las tantas mentiras expuestas por el presidente y su escudero de cuarta López-Gatell es en torno a la vacunación en nuestro país.
Y es que hay que decirlo, el hecho de que les haya dicho a los gobernadores y a los empresarios que pueden adquirir vacunas, es una de las múltiples tretas de Andrés Manuel López Obrador, porque sabe perfectamente que no hay suficiente producción en el mundo y de ahí que con muchas dificultades y posibles demandas penales internacionales los laboratorios están tratando de cumplir los compromisos establecidos con los gobiernos.
En fin, que López Obrador presuntamente está enfermo. Si es verdad se le desea pronta recuperación, pero si es una más de sus mentiras indudablemente con el tiempo lo pagará y muy caro.