Por Jesús Michel Narváez
En tiempos no muy lejanos se utilizaba la frase: el que no se subió al ferrocarril de la Revolución ya perdió la oportunidad”. Se aplicaba a todos aquellos suspirantes por ser candidatos del otrora todopoderoso PRI a la Presidencia de la República y que no lograron el propósito de “sacrificarse por la Patria”.
Hasta que llegó Cuauhtémoc Cárdenas y bateó el triple que no produjo ninguna carrera. Tres veces, como diría Paquita la del Barrio, intentó ser el Presidente de México. Sus argumentos fundamentales se basaban en ser hijo del Tata y de haber provocado la mayor ruptura dentro de las filas del PRI, partido al que perteneció desde sus inicios en la política y que lo mismo lo hizo diputado que senador y hasta gobernador, pasando por una Subsecretaría.
Y no todo se debió a ser “líder del ala izquierda del PRI”. No. La verdadera razón por la que lo abandonó fue porque Miguel de la Madrid no lo nombró director de Petróleos Mexicanos. Era su máxima aspiración después de haber heredado Michoacán de su padre y después él le cedió la corona a su hijo Lázaro, hoy coordinador de asesores del presidente López.
Recordar la historia obedece a que Ricardo Anaya ya se autodestapó y rechazó ser diputado federal plurinominal porque su prioridad son las elecciones del 2024.
Buscará de nueva cuenta la Presidencia de la República. Sabe que la posibilidad tiene dos caras: que el gobierno de López se desgaste de tal manera que los ciudadanos muestren su hartazgo y haga realidad su propósito-ambición. O bien, que la actual administración cierre con broche de oro y sea de nueva cuenta derrotado. Un albur con la ruleta rusa.
“Quiero volver a recorrer todo México para escuchar a la gente y concentrarme en la elección presidencial del 2024. Vendrán tiempos mejores”, reveló en su video semanal y en el que aprovechó para señalar que el presidente de la República posee terrenos cercanos al Tren Maya.
¡Vaya descubrimiento!
(A lo mejor por eso es obra prioritaria de la cuatroté. Y quizá, por qué no, también tiene tierritas en Santa Lucía y Paraíso, Tabasco. No hay documentos que lo comprueben, pero Anaya habló del chuchuchucu sureño).
Al igual que millones de mexicanos, el exdirigente nacional del partido opositor y que representa, aquí no hay duda, a la derecha, a los conservadores, no miente cuando afirma que “estoy convencido que otros seis años con el gobierno de Morena terminarían por destruir a México”.
Ha quedado demostrado que no se requieren seis ni doce. Con solamente dos basta. Hay que revisar el PIB, el desempleo, la inseguridad, la violencia, los feminicidios, los homicidios dolosos, el retiro de capitales, la baja en la inversión extranjera directa, la ausencia del Estado de Derecho, el uso faccioso de las instituciones, imposición de normas, la falta de respeto a la Constitución y un largo etcétera. De las remesas ni hablar: son apetitosas para el presidente que las considera como resultado de su proyecto de gobierno.
Sin fijar fecha, Anaya informa que recorrerá mil municipios en su primera etapa y que al rechazar la curul en San Lázaro lo hace porque está convencido de que vendrán tiempos mejores y los aprovechará para apoyar las campañas de los panistas que busquen obtener el mayor número posible. Está en la línea de las oposiciones: quitarle a Morena el control de la Cámara de Diputados.
Va por la segunda. Y quizá por la edad que tiene, 41 años, podría imitar a Cárdenas quien en Andrés Manuel tuvo a su mejor pupilo que sí logró aplicar el dicho: la tercera es la vencida.
A los 51 años bien podría volver a competir y, en su caso, hasta ganar.
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